María Sanz de Sautuola, una heroína de 8 años
Descubrió en 1879 unos “bueyes pintados” en la cueva de Altamira
donostia - María Justina Sanz de Sautuola pertenecía a una familia señorial de Puente San Miguel (Cantabria). Su padre, Marcelino, era abogado por Valladolid. Vivían en una gran casona con 300 hectáreas de terreno y un gran jardín donde cultivaban árboles, plantas y flores de todo el mundo. María, a sus ocho años, fue la descubridora y protagonista principal de la historia de Altamira.
Todo empezó en 1868. El cazador Juan Montero, persiguiendo una pieza, encontró cerca de Santillana del Mar una gruta inmensa a la que los vecinos llamaron popularmente como la cueva de Juan Montero. Allí estuvo semiolvidada durante diez largos años, hasta que en 1879 Marcelino Sanz de Sautuola, acompañado de su hija María Justina, se fue de excursión como tantas otras veces por los alrededores de la cueva. Marcelino, que era muy aficionado a los restos prehistóricos, se empeñó en investigar un hoyo situado en la entrada. María Justina ,al ver a su padre entretenido, se coló imprudentemente, empujada por sus inquietos ocho años, dentro de la gruta. Lo cierto es que se veía muy poco, solo sombras y trozos de luz. De pronto, miró al techo y vio en lo alto animales pintados. ¿Habrían llegado a allí volando?
Corrió hacia su padre: "¡Papá, mira, hay bueyes pintados!" (Kúhn, H. El arte de la época glacial. Fondo de Cultura Económica. México, 1971, p. 115). Marcelino dejó todo y fue hacia donde le indicaba su hija. ¡Eran bisontes de los períodos Solutrense y Magdaleniense!
Sanz de Sautuola y el profesor Vilanova y Piera defendieron desde un primer momento la autenticidad e importancia de las pinturas encontradas en Altamira y que, según las técnicas modernas, se remontan a 11.000 o 19.000 años. En 1880 Marcelino publicó el descubrimiento en un trabajo titulado Breves apuntes sobre algunos objetos prehistóricos de la provincia de Santander. Pero se produjo una fuerte reacción que negaba la autenticidad de las pinturas, capitaneada por el profesor francés Gabriel de Martillet y Cotailhac, quien 20 años después, en 1902, reconoció su error, publicando el famoso Mea culpa de un Sceptique, en el que pedía perdón a Marcelino Sanz de Sautuola, que había fallecido catorce años antes.
esde aquella fecha, cada vez que Gabriel visitaba Altamira, se trasladaba a la casona de Puente San Miguel para disculparse con María Justina, la niña que había descubierto las pinturas.
Los historiadores mencionan a María en el momento del descubrimiento y cuando finalmente es reconocida la autenticidad de las pinturas por los científicos internacionales.
De María Justina se sabe que se casó con Emilio Botín Aguirre, cuyo hermano Rafael fue el primer miembro de la familia que ostentó un cargo en el Banco Santander. De la imagen de María niña hay sólo un grabado que aparece reproducido en Wikipedia.
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