"Garat propuso a Napoleón un País Vasco unificado y separado de España; una alternativa de nacionalismo"
Iñigo Bolinaga (Elorrio, 1974), autor de libros como 'Sinfonía Guerrera' o 'La alternativa Garat', participa mañana en los Cursos de Verano de la UPV/EHU, donde profundizará sobre las consecuencias de las guerras napoleónicas en Iparralde
Donostia. ¿Cuáles son los hitos de las Guerras Napoleónicas en Euskal Herria?
En 1807, que es cuando se inicia la invasión, se firma en el Castillo de Marrac, que actualmente no existe, el Estatuto de Baiona, que sería la primera Constitución del Reino de España, aunque los españoles no la aceptaron, para ellos la primera es LaPepa (1812, Cádiz). En ese estatuto se contemplaba la abolición de los fueros vascos en Hegoalde porque en Iparralde ya habían sido abolidos durante la Revolución, aunque hubo una serie de peleas por parte de los representantes vascos y, finalmente, no fueron derogados, aunque sí puestos en suspenso.
¿Pero se mantuvieron?
No se suspenden oficialmente de cara a una revisión posterior, a pesar de lo cual, los actos y las acciones de gobierno de los franceses fueron verdaderamente antifueros.
El Estatuto de Baiona fue el primer hito, ¿y lo siguientes?
El siguiente es un decreto del 8 de febrero de 1810 en el que se separan del rey de España (por aquel entonces el hermano de Napoleón, José Bonaparte) todos los territorios que están al norte del Ebro. Se forman cuatro gobiernos militares que responden directamente ante París, no ante el rey de España. Concretamente en Euskal Herria tendremos el Gobierno de Vizcaya, que viene a ser, más o menos, lo que hoy es la Comunidad Autónoma Vasca, y el Gobierno de Navarra, que también se corresponde con lo que hoy es la Comunidad Foral. El siguiente hito es la Batalla de Vitoria en junio de 1813, la última gran batalla de la Guerra de la Independencia, ya que se echa a los franceses, aunque no se les echa realmente porque luego vendrán las batallas de Donostia y San Marcial, pero viéndolo en trazos gruesos es la última gran batalla, como posteriormente sería Lepzig (Alemania) o Waterloo (Bélgica). Luego llega la quema y destrucción de Donostia y la Batalla de San Marcial; y el último hito sería el sitio de Baiona en 1814 por las tropas de Wellington durante un mes.
¿Cómo respondió la sociedad vasca? ¿Había afrancesados?
Había tres tipos de líneas políticas: los afrancesados (josefinos), los que defendían el retorno de Fernando VII y aquellos que, cuando se impone el Gobierno de Vizcaya, aceptan ese estatus francés, no bajo José Bonaparte, sino más cerca de Francia. Pero el primer contacto que hay, que no es exactamente en las Guerras Napoleónicas sino un poco antes, en tiempo de la Convención, cuando las tropas francesas llegaron a Gipuzkoa, las Juntas, reunidas en la Diputación en Getaria, ofrecieron, siguiendo las líneas del pacto foral tradicional, la alianza de Gipuzkoa a cambio del respeto de los fueros. Es decir, el mismo pacto que habían mantenido con Castilla, pero ahora con Francia. La cuestión es que Pinet y Cavaignac, que eran los representantes de la Convención, no lo aceptaron porque querían una conquista pura y dura. Ya posteriormente se formó otra Junta en Arrasate a favor de Fernando VII.
Pero también está el proyecto de la Nueva Fenicia del senador lapurtarra Joseph Garat que usted aborda en el libro 'La alternativa Garat'.
Es otra alternativa. Garat propone a Napoleón la creación de un País Vasco unificado en Hegaolde e Iparralde y separado, al menos de España, porque de Francia lo deja en el aire. Es un planteamiento que encaja a la perfección con el pensamiento de un revolucionario francés como era él, una alternativa moderna de nacionalismo. Esto suponía no partir del foralismo de la provincia para terminar en la nación, como hizo Larramendi o como haría Sabino Arana, sino todo lo contrario, partir del Estado, que en aquella época era lo moderno, era la versión del nacionalismo y una visión de que a cada nación o a cada Estado corresponde una única lengua o cultura.
¿Hasta qué punto ese proyecto era utópico o estuvo cerca de convertirse en realidad?
Yo no lo veo como utópico, pero claro, incluso el nombre no le ayuda nada. Nueva Fenicia suena un poco raro, pero él creía que el euskera provenía de Fenicia.
¿Por qué?
En esa época empiezan los estudios sobre el euskera y todavía no se tenía claro cuál era el origen. Está (Pablo Pedro de) Astarloa y (Guillermo) Humboldt, y empieza con fuerza la tesis del vascoiberismo, pero hay otras. Una de ellas, que la defendió (Matthieu Chirinac de) Labastide, un autor francés, era el origen hebreo del euskera y Garat era admirador de Labastide.
Comentaba que no era una idea tan utópica, al fin y al cabo.
No era utópico por el simple hecho de que Napoleón, precisamente, lo que estaba haciendo era cambiar las fronteras de Europa de arriba abajo creando pequeños estados satélites que le venían bien. Se aprovechaba de las burguesías locales de los distintos lugares y de un cierto sentimiento de la identidad, que no podemos concretar ni llamar nacionalismo, pero que preexistía. Además, él conocía esas realidades porque había sido independentista corso en su juventud. Así que lo utilizó en su favor, y tenemos casos como en Italia, donde se creó la República Transpadiana, el Reino de Etruria..., o la República Bátava en Holanda... Garat, viendo la creación de estados satélites, se preguntó ¿por qué no? A Napoleón le interesó, pero luego, por cuestiones de política internacional, optó por otro rumbo.
¿Cuál fue el punto de inflexión para que la sociedad vasca empezara a movilizarse contra de los franceses?
Quizá fue algo ya masivo a partir de 1810. Aunque al principio se les aceptó, según pasa el tiempo y los franceses tratan el territorio como conquistado, se empiezan a formar guerrillas, con personajes como Espoz y Mina o Gaspar de Jaúregui. Quizá los franceses no fueron inteligentes como para poder jugar, no voy a decir con un sentimiento identitario nacional, pero sí con un sentimiento del respeto a las instituciones tradicionales y a los fueros.
¿Qué lectura hace de lo que ocurrió en Donostia, donde una liberación acabó como una masacre?
No he ahondado específicamente en lo que ocurrió en Donostia, pero lo que yo veo es que habría dos versiones; la que dice que eso es normal porque se trata de una guerra y ha ocurrido en otros sitios; y la que afirma que no es tan normal y que incluso fue una venganza porque esas provincias traidoras (idea que luego se volvió a usar con Franco) se ofrecieron a los franceses traicionando a España. A mí la impresión que me da es que las dos versiones tienen parte de razón. Sí que es verdad que se hicieron autenticas masacres en Badajoz y Ciudad Rodrigo, que son los dos ejemplos que siempre se ponen, pero también que en Donostia se dan otras cuestiones que difieren un poco en ese sentido. Algunos acusan a los generales Álava y Castaños de que, después de no haber permitido el saqueo de Gasteiz, como que había una cierta deuda y que Donostia era el último territorio para poder saquear y, al mismo tiempo, había sido traidor.
¿Cómo se debe conmemorar un acontecimiento como el 200 aniversario de la destrucción, quema y reconstrucción de Donostia?
De cara a la sociedad, conmemorando, recordando e intentado sacar una lectura positiva y un aprendizaje. Por otro lado, sirve para que salgan nuevos estudios e investigaciones que enriquecen la historiografía que tenemos al respecto. Es bueno rememorar, sacar conclusiones y saber un poco que el mundo, a pesar de que es muy grande, está muy conectado, y lo que ocurre en Europa puede tener influencia directa en el territorio. Es curioso, por ejemplo, el hecho de que el precedente de un Gobierno Vasco se diera en aquella época.
En la conferencia de mañana, se centrará en Iparralde. ¿Qué consecuencias se derivaron de esa época?
Esa etapa concreta, que no se puede separar de la Revolución porque fue el corolario, supuso el fin definitivo de los fueros en Iparralde y su conversión en parte de un Departamento francés junto con Béarn.
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