Donostia Calle San Bartolomé. Donostia. El timbre del piso con el que Alcohólicos Anónimos cuenta en el número 30 no para de sonar. Andoni, más de 65 años y "media vida sin beber", va recibiendo uno a uno a sus compañeros. Miren, de 58 años, que suma una década sin probar el alcohol. Felipe, de 33 años, uno de ellos intentando dejar el consumo. Jon, que a sus 64, solo lleva tres meses asistiendo a las reuniones. Y Carlos, miembro de la familia desde 2001, y que ahora suma 48 años. A escasas horas de que mañana se celebre el 78º aniversario de Alcohólicos Anónimos (agrupación con 37 centros en Gipuzkoa, ocho de ellos en Donostia), todos comparten sus impresiones acerca del problema común que les afecta
Lo primero es ponerles etiqueta. Y no les duelen prendas a la hora de colocársela ellos mismos. "Somos alcohólicos. Y por lo tanto enfermos. Porque el alcoholismo es una enfermedad reconocida por la Organización Mundial de la Salud. ¿Rehabilitados? ¿Exalcohólicos? Eso no existe. El alcohólico lo es de por vida. Yo llevo media vida sin beber. Ya no soy un borracho. Pero sigo siendo alcohólico", reconoce sin tapujos Andoni, el más hablador de todos. "Es una enfermedad mental. El alcohólico se engancha a todo. Igual deja de beber, pero si se engancha a la Coca-Cola igual se toma veinte al día", agrega.
Y eso, por no hablar del alcohol. "Igual lo abandonamos. Pero, en mi caso por ejemplo, si me tomo un trago mañana, adiós muy buenas", señala Andoni, quien añade que, "para que el acohólico vuelvan a beber, si no está en una dinámica como la de nuestro grupo, solo hace falta el evento oportuno, la persona idónea y el lugar adecuado para que las emociones se te vuelvan a jugar en la mente". Miren toma la palabra. "Desde que estoy aquí muchas veces he acudido a comidas o a cenas, a eventos sociales. No bebes. Pero la vista te trabaja. El olfato te trabaja. La mente te trabaja. Y te llegan olores... También piensas que qué rico estará lo que se está bebiendo el de enfrente".
"salir de la órbita" Andoni replica a este respecto que una de las claves para dejar el alcohol reside en "salir de la órbita del trago". "Si no es imposible. Hay que edificar bien las cosas. Desde abajo y durante tres o cuatro años. No puedes seguir haciendo las mismas cosas que cuando bebías, pero sin beber. Ir de txikiteo con tu botellita de agua o con el mosto, por ejemplo. Tarde o temprano sale alguno que te dice que bebas una, que tampoco pasa nada. Pero esa copa no le hace nada a él. A mí sí".
En el local de la calle San Bartolomé de Donostia se juntan en cada reunión unas 70 personas, habiéndose alcanzado picos de más de 90. Por ejemplo, tres nuevas personas se acercaron al centro durante la semana pasada. Casi todas ellas lo hacen movidas por sus familias. Pero hay excepciones como la de Felipe, el más joven del grupo. "A mí me trajo aquí mi orgullo. Llevaba un tiempo sin beber, durante etapas distintas. Igual lo dejaba un año. Lo retomaba al siguiente... Pero en mi casa yo alardeaba de que no bebía nunca. Y no era verdad. Actuaba como un mentiroso. Me dolía hacerlo con mi familia, que siempre intentó darme la mejor educación".
una "enfermedad" Así que Felipe decidió acercarse a Alcohólicos Anónimos. "Pensé que la siguiente vez que bebiera tenía que hacer algo. Y vine aquí. No pensé en ello como un castigo a mí mismo, sino como una forma de acabar con mi enfermedad. Porque, al contrario de lo que pueda pensar mucha gente, la culpa no la tiene el alcohol. El alcohol ni salta ni muerde. El problema está en mí y en mi alcoholismo, en mi forma de pensar, de ser, de actuar. ¿El acohol? Mi padre también lo bebe y se pone la mar de salao. Mis amigos lo consumen y algunos incluso consiguen ligar cuando salen de copas. Yo, en cambio, lo más cerca que estoy de ligar es cuando me meten en la furgoneta de la Ertzaintza... Porque desgraciadamente me he metido en líos desagradables".
Andoni recoge las palabras de Felipe. "El alcohol no supone la causa de nuestro problema. Simplemente es el chivato, el desencadenante de todo. Es el que provoca que montes una bronca en el bar o que tengas una discusión en casa. Si todo se limitara a no beber, la gente sí que se rehabilitaría. Pero es que, tras el beber o no beber, se esconde un problema mental. Porque el alcohólico es una persona muy compleja. Como te decía antes, no tiene término medio. Se engancha a cualquier cosa. Y, si no bebe, hace otras muchas cosas de forma compulsiva. Por ejemplo, trabajar. Yo he conocido gente que deja de beber y que luego no viene a reuniones porque tiene que trabajar. Quiere ahorrar ahora todo el dinero que derrochó durante los veinte años anteriores".
El resto escucha y asiente, porque los procesos descritos son muy similares para todo el mundo. Así lo explica Miren. "Mi marido venía a reuniones de Alcohólicos Anónimos y yo me quedaba en casa. Para cuando él volvía a casa, yo ya estaba en la cama, totalmente out. Al día siguiente, cuando regresaba de trabajar, leía los folletos que él dejaba y me identificaba con el problema. Ahí va. Si eso me pasa a mí, pensaba". Miren terminó acudiendo a Alcohólicos Anónimos, como también hizo Carlos, en su caso movido por motivos familiares. "Tocas fondo a base de intentar controlar el asunto a tu manera, cosa que resulta imposible. Al final, llegas a tener problemas en el trabajo, pierdes una casa en la que has trabajado quince años, pierdes a gente de tu alrededor... Es una enfermedad del alma".
"he visto a gente morir" "Una enfermedad de primera línea, ni de segunda ni de tercera", apostilla Andoni. "Yo he visto a mucha gente morir por culpa del alcohol. Sin embargo, es curioso ver cómo la gente no afronta esta enfermedad del mismo modo que otras", agrega. Miren le interrumpe. "Cuando llegué aquí, me tuvieron que preguntar tres veces si quería dejar de beber. Las dos primeras no supe qué contestar". Andoni responde con una comparación. "Cuando alguien contrae cáncer y el médico le dice que los martes y los jueves tiene radioterapia, nadie rechista. En cambio, aquí hay gente que dice que no puede venir a reuniones por auténticas frivolidades, como reuniones del club de ajedrez. Ha habido personas que han dejado de venir y luego han vuelto. Pero otras se marcharon y les he visto pidiendo en el Buen Pastor, o directamente en las esquelas".
Quienes asisten asiduamente a las reuniones y combinan la negativa a consumir alcohol con el seguimiento del programa de ayuda aprenden a observar la vida de otra manera, algo a lo que les ayudan determinadas experiencias. Carlos relata una de ellas. "Mi padrino falleció, y poco antes de hacerlo, a la hora de despedirse de mí, lo hizo cantando. Si él fue capaz de disfrutar de la muerte, yo tengo que hacer lo propio con la vida". Jon, uno de los veteranos del grupo, también es el novato del mismo. Suma 64 años, pero solo tres meses en Alcohólicos Anónimos. "Durante mis 27 años de bebedor generé mucho daño. Dos familias rotas, hijos que no me hablan... Venir fue un antes y un después. Ahora me siento bien y espero acumular tanto tiempo sin probar el alcohol como mis compañeros. Confío en que será así, porque todos estamos cortados por el mismo patrón".