En la década de 1930 se estaban utilizando ciertos huesos de dragón molidos para curar el paludismo. Un erudito chino enfermó y fue a la botica a por el remedio tradicional; al llegar a su casa y examinarlos se llevó una gran sorpresa, aquellos huesos -que en realidad eran caparazones de tortuga y omóplatos de buey- tenían inscripciones que eran ideogramas muy primitivos. Había descubierto la escritura más antigua de China que se remontaba ha unos 3500 años antes del presente y pertenecían a la dinastía Shang. Se trataba de huesos para realizar oráculos. Dichos huesos se arrojaban al fuego y se fracturaban; las líneas de fractura eran las que utilizaban los adivinos para predecir el futuro y -este es el punto importante- escribían su interpretación en los propios huesos.
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