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La dura vida de dos arrantzales en el Índico y el Atlántico

Aman el mar. Es parte de sus vidas. José Ramón Cardoso y Jon Abaroa, dos arrantzales de Bermeo, relatan su experiencia a bordo de un atunero. Uno acaba de regresar del Índico. El otro cambió estas peligrosas aguas por las más tranquilas del Atlántico.

La dura vida de dos arrantzales en el Índico y el Atlántico

Ésta es la historia de dos hombres con vidas arraigadas en la mar, pero realidades diferentes. José Ramón Cardoso lleva trece años faenando en el océano Índico. Jon Abaroa cocina desde hace siete sobre aguas del Atlántico. Desde tierra siguen paso a paso el secuestro del Alakrana.

Son tantas las aventuras que han vivido en los inmensos mares del mundo, que podrían escribir interesantes libros con ellas. El pescador vasco jamás se ha plegado ante las vicisitudes que le ha reservado la mar. Ha recorrido miles de millas para capturar el preciado pescado. Es raro que un arrantzale reconozca haber pasado miedo, ni siquiera cuando las bravas olas golpean con dureza la estructura del buque y parecen engullirlo. "Los barcos son seguros. No hay tempestad o galerna que pueda con nosotros", se atreve a retar el cocinero Jon Abaroa.

La realidad se torna distinta cuando aparecen, armados hasta los dientes, piratas sin escrúpulos sedientos de dinero. Ahí no hay destreza ni experiencia que les valga a estos curtidos hombres. "Si aparecen los piratas y tenemos la redes abiertas, estamos perdidos. Nos pescan seguro sin opción a reaccionar", afirma José Ramón Cardoso, patrón del atunero Xixili.

Este arrantzale de Bermeo, con muchas campañas en el océano Índico a sus espaldas, confiesa no lograr conciliar el sueño durante los cuatro meses que dura su trabajo en aguas internacionales. La incertidumbre y el temor de caer en manos de los secuestradores somalíes le impiden dormir con suficiente tranquilidad. "Por más que lo intento, es imposible. Estoy pensando en el riesgo de los piratas constantemente", indica.

Jon Abaroa, en el Atlántico, no tiene ese problema. "Después de una jornada entera entre pucheros y sartenes, elaborando los menús para la tripulación, cuando me acuesto caigo sin rechistar hasta el día siguiente. Eso sí, no hay piratas que intenten secuestrarnos", puntualiza el cocinero. "Si ya es una vida dura, imagínate con los piratas acechándonos", dice el patrón.

José Ramón Cardoso recuerda la mañana del día 2. Era muy temprano, ni siquiera había amanecido. El patrón del Alakrana, Ricardo Blach, lanzaba por radio el aviso de que su barco estaba siendo atacado por un grupo de piratas. A partir de ahí la comunicación con el barco se cortó. El patrón del Xixili revive ese momento y le tiembla la voz. "El vello se me puso de punta. Alguno tenía que caer. Lo sabíamos", reconoce.

Él lleva más de una década faenando en el océano Índico. "Antes estuve en barcos de bajura, pero tuve la opción de sacar el título de patrón y decidí continuar en este mundo. Me gusta", sentencia. Regresó de las Seychelles a casa el viernes de la semana pasada. Un regreso agridulce por el secuestro del Alakrana. Su vuelta al trabajo será a mediados de febrero.

dudas

"Me pregunto si merece la pena"

Son muchos los que se cuestionan si merece la pena arriesgar la vida por pescar más. Esta duda ronda por la cabeza de José Ramón desde hace tiempo. Cada vez con mayor intensidad: "El patrón es el que decide qué dirección debe de tomar el barco. Yo digo dónde hay que ir. A veces pienso: ¿Me voy a arrimar a la frontera de Somalia porque allí hay más pescado? ¿Y si nos atacan por una decisión errónea?".

Un cargo de responsabilidad. De su habilidad y acierto depende el futuro de 26 personas, las que forman la tripulación del Xixili. Al patrón pensar en la posibilidad de un ataque pirata a su barco le genera temor, mucho temor. "Con todo lo que está pasando he vuelto con preocupación", dice. En primera persona a José Ramón Cardoso no le ha tocado protagonizar una huida para evitar el ataque pirata, pero ha estado muy cerca. "El día que se produjo el intento de secuestro del Campolibre estuvimos a 50 millas y cuando pasó lo del Intertuna II estábamos a 25. Es muy poca distancia. Hemos estado muy cerca. Podríamos haber sido nosotros. Es cuestión de suerte", asevera.

Razón no le falta. El patrón bermeano es consciente en todo momento del riesgo y del peligro al que se enfrentan en las aguas internacionales. Y lanza la siguiente cuestión: "¿Sortear a los piratas es parte de nuestra labor como arrantzales?". El patrón del Xixili no entiende las afirmaciones realizadas en este sentido por la vicepresidenta primera del Gobierno español, María Teresa Fernández de la Vega. "Que seamos conscientes del riesgo, que asumamos, si cabe, el peligro, no quiere decir que pensemos que es nuestro trabajo. No sé como puede decir semejante cosa", indica.

Aunque en la mayoría de los casos los arrantzales evitan hablar del tema, cuando se les pregunta por la piratería afirman tener miedo a un ataque. "A pesar de todo hay que trabajar y no puedes estar pensando en eso", se limita a decir.

En relación al embarque de mercenarios para proteger el barco, hay arrantzales que han dicho que no quieren trabajar con personal de seguridad privada a bordo: "Nosotros hemos estado sin seguridad, pero el barco ahora sí la tiene. Es complicado tener contentos a todos".

Excusas

"No sé cuál es el perímetro"

Otra cuestión que ha salido a la palestra y que no ha dejado indiferente al patrón del Xixili es la polémica generada en torno al perímetro de seguridad al que se refiere el Gobierno español. "Cuando secuestraron al Alakrana hablaban de que el barco no había respetado el perímetro de seguridad. "¿Cuál es el perímetro de seguridad? Yo no lo sé. No se puede establecer. Son excusas del Gobierno para no asumir responsabilidades", afirma. "Nosotros estamos para pescar y tenemos que ir allí donde hay atunes. Hay veces que nos encontramos en la misma zona 20 barcos y otras veces en las que no vemos a ninguno en días, incluso en semanas", explica.

En lo que respecta a la operación Atalanta, José Ramón cree insuficiente la labor que realizan para cubrir la seguridad de todos los atuneros. El espacio es muy grande y los barcos demasiados. "Lo peor es que los Gobiernos vasco y español lo saben, pero se empeñan en seguir con la mentira que han iniciado. No sabemos hasta dónde van a llegar con esa actitud ridícula. Mientras tanto, los perjudicados seguimos siendo los mismos, los arrantzales". Muy a su pesar, no vislumbra una solución a este problema. "Lo que sé es que en febrero tengo que volver".

cocinero en el atlántico

"No regresaría al Índico"

Jon Abaroa es cocinero en los buques Galarna y Albaconde caribe. En pocos días embarcará de nuevo tras dos meses en tierra. Su función los próximos cuatro meses se centrará en la elaboración de los menús que degustará la tripulación de su buque. "Cuando estoy en el barco cocino para unas 30 personas. El trabajo aumenta cuando estamos en puerto. He llegado a cocinar hasta para 70", explica Jon. Demasiados quehaceres. "Tantos que hay semanas que no tengo ni tiempo para llamar a casa. Luego me echan la bronca", admite.

Abaroa lleva entre fogones muchos años. Los primeros transcurrieron en restaurantes que no se movían por el vaivén de las olas. "Me gusta trabajar en un barco. No lo cambio por un restaurante en tierra", afirma el chef.

El cocinero de Bermeo lleva en el Atlántico casi ocho años. Su primera etapa en alta mar se desarrolló en aguas internacionales. El cambio de océano fue circunstancial. "Se vendió el barco en el que trabajaba en el Índico y me pasaron al Atlántico. Eso fue en el año 2000. Estoy contento con el cambio. Ahora no regresaría. En el Atlántico se pesca menos, pero no corremos peligro como José Ramón".

Aunque la realidad actual del Índico y la de hace nueve años es muy diferente, la mafias y grupos de piratas siempre han existido: "Entonces se pagaba, se liberaba a los rehenes y nadie se enteraba".

En los años que lleva trabajando en la mar en tres ocasiones ha estado Jon a punto de caer en las garras de los piratas. Una experiencia que prefiere olvidar, pero que vuelve a recordar por el interés que despierta. "Una de las veces pasé mucho miedo. Pensé que no podíamos escapar. Tuvimos que largar el pescado y meter el saco de mala manera atrás", relata el cocinero.

La tripulación corría tanto peligro que a punto estuvieron de perder hasta la red. "Estamos hablando de 200 millones de las antiguas pesetas. La red es lo único que no va asegurado en el barco", cuenta Abaroa. Los piratas llegaron en lanchas y tenían clara su presa: "Nosotros. Tuvimos que echar pescado al agua porque no nos daba tiempo de huir".

Hace diez años los atuneros del Índico faenaban a 40 millas de la costa de Somalia y no existía problema alguno. "La situación ha cambiado porque se han dado cuenta de que el secuestro de barcos da mucho dinero", describe.

Los atuneros de última generación, con una eslora que supera los 100 metros, pueden llegar a costar más de 30 millones de euros. "Los barcos son muy seguros. He vivido temporales muy fuertes en los que el atunero se movía como un balancín, pero nada ha sido como aquella vez que nos atacaron", recuerda.

En opinión de Jon, para escapar de los piratas no es suficiente con la destreza. Es cuestión de suerte, de muy buena suerte. El cocinero bermeano se entristece cuando se para a pensar en lo difícil que lo tienen los arrantzales que faenan en el Índico: "Nadie hace nada. Debería haber una ley, una orden que regule las actuaciones de los piratas".

En el año 1984 se produjo un acontencimiento importante en el devenir de la flota atunero-congeladora cuando varias unidades se trasladan al océano Índico para comenzar a faenar en aguas próximas a las islas Seychelles. "Los bermeanos somos los pioneros en la pesca del atún en esa zona. Eso se ha olvidado", concluye Abaroa.