La peste porcina africana (PPA) ha vuelto a encender todas las alarmas en el Estado. Tres décadas después de su erradicación, el hallazgo de varios jabalíes muertos cerca de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), todos ellos infectados por el virus, ha acaparado el fomo mediático y ha puesto en tensión al sector ganadero y a las administraciones.

La reaparición supone un reto sanitario y económico para un país donde el porcino es uno de los motores fundamentales del sistema agroganadero.

¿Qué es la peste porcina africana?

Se trata de una enfermedad altamente contagiosa que afecta exclusivamente a los cerdos domésticos y a los jabalíes.

Su índice de mortalidad puede alcanzar el 100% en los animales que la padecen, un dato que explica el temor que genera entre ganaderos y autoridades.

Cuando entra en una explotación, avanza con rapidez, obliga al sacrificio de todos los animales afectados y puede paralizar las actividades de la zona durante largos periodos de tiempo.

No existe vacuna eficaz y, por tanto, la prevención es la principal herramienta para evitar su expansión.

El virus se transmite por contacto directo entre animales, por fluidos corporales, por restos infectados e incluso a través de objetos o vehículos contaminados. El papel del jabalí como vector resulta especialmente crítico, ya que su movilidad dificulta la contención del brote.

¿Supone un riesgo para la salud humana?

Una de las grandes preguntas que surgen ante la reaparición de esta enfermedad es si puede tener consecuencias en la salud humana.

La respuesta es clara: no afecta a los humanos. No se transmite por contacto ni por consumo de productos derivados del cerdo.

La preocupación, por tanto, no está en el riesgo sanitario para las personas, sino en su impacto económico y ambiental.

Varios cerdos en una granja porcina de Aragón. EFE

Un golpe para un sector clave

El porcino es un pilar estratégico para la economía española. Representa aproximadamente el 44% de la producción ganadera, el 14% de la producción agraria y da empleo a miles de personas. España es, además, uno de los principales productores y exportadores de carne de cerdo de Europa.

Un brote de PPA no solo obliga a sacrificar animales y cerrar explotaciones afectadas, sino que puede provocar restricciones comerciales, pérdidas millonarias y una fuerte presión sobre los ganaderos.

El riesgo para la fauna silvestre

El virus no solo afecta a explotaciones domésticas. La presencia en jabalíes, como ha ocurrido en los alrededores de la UAB, complica aún más la situación.

El control de la enfermedad en fauna salvaje es mucho más difícil, y su circulación constante aumenta la probabilidad de que llegue a granjas.

Medidas como limitar el contacto entre jabalí y explotaciones, reforzar la bioseguridad y vigilar activamente el territorio serán esenciales en los próximos meses.

Máxima vigilancia

Aunque la PPA no tenga efectos directos en nuestra salud, su impacto en la economía y en el equilibrio de los ecosistemas puede ser grave. La detección de los primeros casos tras 31 años libres de la enfermedad obliga a actuar con rapidez para evitar que el brote se extienda.