Los callos son capas gruesas y duras que aparecen sobre los pies, como mecanismos de protección ante una presión y roce constante o excesivo. Es importante diferenciarlos de otras patologías, también habituales en estas extremidades, como el papiloma o verruga plantar, que cursa con sintomatología similar pero tiene una causa infecciosa vírica y requiere un tratamiento específico.

¿Cuál es la diferencia entre callos y callosidades?

Aunque a menudo se usan indistintamente, cada una tienen sus particularidades. Los callos son más pequeños y definidos, generalmente redondos, y suelen aparecer en los dedos de los pies o las manos, mientras que las callosidades son áreas más extensas de piel engrosada que a menudo aparecen en la planta del pie o la palma de la mano.

Existen diversos tipos de callos en los pies, que en función de su causa y de su localización se denominan de diferente manera:

Callo blando

También conocido como heloma interdigital, suele aparecer entre los dedos debido a las molestias continuas al calzarse. Normalmente surge por la presión que ejercen los bordes óseos de las falanges de los dedos.

Callo duro o clavo

Suele aparecer en el dorso de los dedos o bajo los metatarsianos a nivel plantar. En el caso de los dedos, se forman por deformidades digitales como desviaciones de estos, dedos en garra o martillo y la presión del calzado. Sin embargo, los callos que aparecen en la planta del pie suelen tener el origen en la forma de pisar, en la alteración de un hueso metatarsiano o en la alteración del reparto de las presiones en las plantas.

Heloma neurovascular

Es conocido por ser uno de los callos que más dolor produce, ya que el núcleo del callo comprime o estrangula a un nervio superficial de la piel, y en ocasiones también a un capilar sanguíneo.

Heloma de talón

Cuando el pie se apoya en el canto externo de la planta se pueden llegar a formar helomas en el lateral del talón. Por otra parte, los pies que apoyan sobre el canto interno de la planta desarrollarán estas lesiones en la zona media y no en el lateral. No obstante, la causa más frecuente de su desarrollo es el uso de calzado descubierto en el retropié.

Prevención

Un calzado adecuado es clave. Los zapatos deben tener suficiente espacio para los dedos y un buen soporte para el arco del pie. Por su parte, los calcetines actúan como capa protectora entre la piel y el zapato.

Como cuidado básico, hay que lavar y secar bien los pies todos los días, prestando atención a los espacios entre los dedos. La hidratación también puede ayudar a prevenir problemas. Además, es recomendable proteger las áreas donde suelen formarse los callos y usar por ejemplo almohadillas o parches.