La salud y la alimentación consciente están en auge. Las etiquetas que prometen beneficios como "bajo en grasa", "0% colesterol" o "rico en omega-3" parecen diseñadas para tranquilizar a los consumidores preocupados por su bienestar. Sin embargo, muchos de estos productos, lejos de ser saludables, esconden ingredientes perjudiciales que pueden afectar negativamente nuestra salud.

Un ejemplo claro es la margarina, un producto que durante décadas se ha vendido como una alternativa más saludable a la mantequilla.

Una historia de marketing más que de salud

La margarina nació como sustituto vegetal de la mantequilla, y su popularidad creció cuando comenzaron a surgir preocupaciones sobre el colesterol y las grasas saturadas.

La mantequilla, rica en grasas saturadas de origen animal, fue demonizada, mientras que la margarina —elaborada con aceites vegetales— se presentaba como una alternativa "moderna y saludable". Sin embargo, esta narrativa omitía un detalle importante: el proceso químico necesario para convertir esos aceites líquidos en una sustancia sólida.

Este proceso, conocido como hidrogenación, convierte los aceites vegetales en grasas trans, un tipo de grasa artificial que ha demostrado ser aún más perjudicial que las grasas saturadas. Las grasas trans alteran el equilibrio del colesterol en sangre, aumentando el "colesterol malo" (LDL) y disminuyendo el "colesterol bueno" (HDL), lo que incrementa el riesgo de enfermedades cardiovasculares.

Aunque muchas marcas han reducido o eliminado las grasas trans de sus productos en los últimos años, siguen utilizando aceites refinados altamente procesados, aditivos, colorantes y emulsionantes que poco tienen que ver con una alimentación natural.

¿Mantequilla o margarina? Pixabay

Etiquetas engañosas y percepción errónea

El mayor problema es que la margarina sigue comercializándose como una opción saludable. Las etiquetas resaltan los ácidos grasos insaturados, los fitosteroles y la ausencia de colesterol, pero omiten los efectos negativos de los procesos industriales a los que se someten estos ingredientes.

Además, los aceites vegetales que se utilizan suelen ser de mala calidad, como el aceite de palma, girasol refinado o soja, que pierden la mayoría de sus propiedades beneficiosas al ser sometidos a altas temperaturas.

Este tipo de engaño no es exclusivo de la margarina. Muchos otros productos como yogures "light", cereales "integrales" o bebidas vegetales con "vitaminas añadidas" entran en esta misma categoría de falsos saludables. Se aprovechan del desconocimiento del consumidor y de una legislación que permite un amplio margen de maniobra en el etiquetado.

La solución: volver a lo natural

Para evitar caer en estas trampas, lo más sensato es optar por alimentos lo menos procesados posible. En lugar de margarina, la mantequilla en cantidades moderadas, el aceite de oliva virgen extra o incluso aguacate y frutos secos son opciones mucho más saludables y naturales. En definitiva, no todo lo que se vende como saludable lo es. Leer las etiquetas con ojo crítico y priorizar los productos frescos y sin procesar es la mejor manera de proteger nuestra salud.