El papel que juegan los lácteos en la dieta mediterránea, considerada una de las más saludables del mundo, se ha asociado a numerosos beneficios para nuestro bienestar.

El calcio que contienen ayuda a prevenir la osteoporosis y está relacionado con la considerable reducción del riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, además de beneficiar la microbiota intestinal.

Por ello, como recomiendan los especialistas, a partir de los 50 años, cuando la pérdida de masa muscular por el envejecimiento aumenta, su consumo resulta más necesario que nunca.

Prevenir fracturas

La osteoporosis es la causa numero uno de fracturas. Se estima que en personas mayores de 50 años, una de cada tres mujeres y uno de cada cinco hombres tendrán alguna fractura por esta causa.

Por este motivo, los expertos hacen especial hincapié a la hora de aconsejar el consumo diario de lácteos como la forma principal de prevenirlo.

Y es que el calcio que contienen ayuda a mantener una buena densidad ósea y a prevenir las fracturas. Sus proteínas de alta calidad ayudan a mantener la masa muscular.

Su contenido en vitamina D es esencial para una correcta absorción y utilización del calcio.

Los mejores

Teniendo en cuenta que las personas mayores necesitan la cantidad de 1.200 mg diarios de calcio, que también se pueden obtener en otros alimentos como frutos secos o legumbres, ¿cuáles son los lácteos que debemos tomar y en qué cantidad?

Se deben consumir entre dos y tres lácteos al día, preferiblemente enteros para evitar la pérdida de nutrientes de los que no tienen grasa. Nos aportarán entre 200 y 300 mg del total necesario.

Los más adecuados son los fermentados, como el yogur –natural y sin azúcar añadido–, el queso o el kéfir de leche.

Otros lácteos, como los helados, los chocolates, o la leche condensada, deben dejarse al margen de los menús habituales e intentar incluirlos en momentos muy puntuales, ya que aportan demasiado azúcar y grasas trans, y presentan un perfil nutricional muy bajo.

En edades avanzadas, además, es recomendable incluir alimentos que disminuyen el riesgo de otras patologías de tipo cardiovascular o la diabetes, entre otras, como verduras, pescado azul, legumbres, aceite de oliva o frutos secos.