"Mente limpia, pasión, energía... El ascenso exigía acabar con la negatividad"
El principal artífice del regreso a Primera de la Real Sociedad vino de Uruguay en verano de 2009 para, desde el banquillo txuri-urdin, insuflar aires renovados al equipo, al club y a una afición escéptica
Dejó el banquillo de Nacional en marzo y, catorce años después de su salida, la Real Sociedad sigue siendo el único equipo al que ha dirigido en Europa. ¿Está cerrada esa puerta?
En esto del fútbol nunca se sabe. En 2011, cuando salí de la Real, se me presentaron por allí algunas posibilidades que no terminaron de concretarse. Luego tuve la oportunidad de trabajar en Chile, viví después un segundo paso por Nacional (el último ha sido el tercero), de Montevideo me marché a Egipto... En cierto modo, perdí ese hilo que me habría permitido quedarme en España, pero tampoco me arrepiento. Siempre pensé que lo más sano era seguir con naturalidad el camino que se iba abriendo ante mí. ¿Volver a entrenar en Europa? Ya te digo que no descarto nada, pero lo veo más complicado que hace ocho o diez años.
El ascenso con la Real cumple ya quince...
El otro día, cuando me escribiste para proponerme hacer esta entrevista, me quedé un rato pensando. Y recordé todo aquello que se planteaba Jokin (Aperribay) para el club cuando llegué a Donostia, más allá del ascenso. El presidente tenía tres objetivos para el medio-largo plazo, una vez que el equipo recuperara su estatus y regresara a la máxima categoría: cuidar la cantera para ser auto sostenibles en la élite, construir un nuevo estadio en el que la Real se hiciera fuerte, y competir en Europa con frecuencia. Seguro que tú, que estás más encima de la actualidad, puedes matizarme alguna cosa, pero yo, viéndolo todo desde la distancia, pienso que esas tres metas se han alcanzado con creces. En quince años desde el regreso a Primera, creo que se han conseguido ocho billetes continentales...
Martín, todos estos hitos que cita se consiguieron con el vehículo en marcha, pero a usted le tocó sacar el coche del taller.
(Risas) Me gusta tu analogía. A ver, ¿sabes lo que pasa? Que yo ya me encontré con un buen coche. Y los buenos coches resultan muy nobles. A aquella Real igual había que cambiarle el aceite, una correa... Pero mira en lo que se convirtió enseguida. Y durante los últimos años ni te cuento: el coche actual lleva el mejor combustible posible y tiene los mejores frenos y neumáticos. Tras tu metáfora automovilística, voy a hacerte yo la mía.
Adelante.
No es que quiera compararme con un artista, ¿eh? Pero digamos que en la Real heredé una arcilla fantástica para modelar una muy bonita figura, una muy bonita obra. Con esto me refiero a que aterricé en el club en un momento bueno. Yo aquel verano no entendía la negatividad reinante, de verdad te lo digo. Viajé limpio de mente, sin contaminar, y vi a las primeras de cambio que, con lo que ya teníamos, nos iba a dar para competir y para pelear el ascenso. Luego subimos como campeones...
En su día repitió eso de venir “sin contaminar”. Y quince años después sigue insistiendo.
Lo decía con cariño, para que la gente se diera cuenta de lo que tenía, para que apreciara lo bueno que ya había en el club. Está claro que, en el deporte, uno se entristece y se desilusiona cuando no consigue lo que quiere. La Real venía de dos años en Segunda, quedándose muy cerca del ascenso en uno de ellos. Y yo llegué con esa limpieza de mente necesaria para aportar toda mi pasión y mi energía. Al margen de esto último, obviamente, también tuve que desempeñar un trabajo técnico-táctico. Y me tocó igualmente tomar decisiones que luego se demostrarían acertadas, como la permanencia en la plantilla de algunos futbolistas clave.
Se refiere a Zurutuza, ¿verdad?
Sí. En el verano de mi llegada David iba a salir cedido. Estaba todo prácticamente hecho. Pero recuerdo que Sergio Rodríguez no pudo jugar el encuentro del Centenario por culpa de unas molestias y que Zuru completó un partidazo, aquella noche en Anoeta contra el Real Madrid. Siempre cuento la misma anécdota. Durante aquellos días tenía a un amigo uruguayo de visita en Donostia, y al salir de Anoeta me dijo en tono rioplatense: “!Cómo juega ese colorado!”. David era buenísimo, y además tenía una capacidad física bestial. Igual no la sostenía durante 90 minutos, pero sus números en una hora resultaban extraordinarios. Se convirtió enseguida en un pilar fundamental.
Como Griezmann.
Pobre Johnatan Estrada. Vino para ser titular y duró unos cinco partidos. En verano le estuvimos buscando un extremo izquierdo suplente en el mercado, pero apareció Antoine y... Aún guardo fresca en la memoria mi conversación con Loren: “Nos quedamos con el chico”, le insistí tras ver lo que estaba haciendo. Subió casi por accidente para jugar el primer amistoso. Marcó. En el siguiente jugó aún mejor. Y ofreció un nivel más alto todavía en el tercero. ¿Qué iba a hacer yo? Pues incluirle en la primera plantilla. Lo que te comentaba ahora sobre haber desembarcado en el club con aire fresco también me sirvió para esto, para apartarme de caminos estructurados, preestablecidos, y para tomar decisiones más naturales, más espontáneas. La suerte siempre está ahí, y en el caso de Griezmann hubo un punto de fortuna. Pero a veces esa suerte hay que atraerla con tu propia energía. No me quiero poner esotérico, pero yo creo mucho en este tipo de cosas.
La temporada en su conjunto
¿Recuerda de forma cronológica cómo se fue dando el curso?
Sí, más o menos sí. Empezamos con algún tropiezo y con algunas dudas, hasta que la victoria en Soria contra el Numancia significó el primer gran empujón hacia el ascenso. Ganamos 1-3, jugamos muy bien, y además lo hicimos con diez canteranos (más Claudio Bravo) en la alineación inicial. Después vinieron otros partidos brillantes, algunos incluso sin triunfo, como el 3-3 de Vallecas frente al Rayo. Cogimos el liderato y ya no lo soltamos hasta el final.
¿Qué pasó para que en la segunda vuelta liguera no se pudiera mantener el ritmo de puntuación?
Pues pasó que en la primera lo habíamos hecho muy bien y que esto es fútbol, los rivales también juegan. No obstante, yo creo que, más allá de que empezamos a fallar más de la cuenta fuera de casa, en Anoeta sí mantuvimos una regularidad que nos permitió conservar siempre la primera posición.
Los famosos domingos a mediodía.
¡Y qué domingos! Jugamos en ese horario casi todos los partidos como locales ante rivales directos, y creo que hicimos pleno de victorias. Cartagena, Levante, Hércules... Y guardo especial cariño al día del Betis. Recuerdo que había nevado en la semana previa, que las pistas de atletismo seguían blancas y que el día amaneció frío pero súper soleado, con un cielo azul precioso. Para las dos de la tarde ya tenías la victoria en el bolsillo y te ibas a comer tranquilo, contento. Los jugadores se marchaban a celebrarlo juntos, y esto también resultó importante: formaban una familia, un grupo muy unido, pero al mismo tiempo teníamos capitanes súper profesionales que le ponían freno a la euforia que pudiera surgir en el vestuario. Ansotegi, Labaka, Mikel Aranburu, Xabi Prieto, el mismo Claudio Bravo... Qué te voy a contar.
Los goles del ascenso los marcó Carlos Bueno.
¿Sabías que ahora es entrenador? Dirige al equipo de su pueblo, Artigas, a 600 kilómetros de Montevideo y muy cerca de la frontera con Brasil. El año pasado subieron de tercera división a segunda, y a Carlos le hacen muchos reportajes, porque fue un jugador importante aquí en Uruguay. Cuando repasa su trayectoria, siempre habla con mucho afecto de la Real y de Donostia.
Quería preguntarle por la anécdota del propio Bueno en el autobús de Cádiz. ¿Leyenda urbana?
No, no, no. La historia es cierta. Antes del partido nos alojamos en Jerez, así que teníamos un trayecto largo hasta el estadio. Normalmente, los jugadores ponían música en el autocar para ir entonándose. Pero aquel día, no sé si por los nervios o por qué, el CD no apareció por ningún lado. Había un silencio llamativo. Y Carlos se levantó para dirigirse a todos sus compañeros: “Qué pasa, ¿estáis cagados? Pues pasádmela a mí que voy a marcar tres goles”. Cumplió, ganamos 1-3 y nos acercamos mucho al ascenso.
Que llegó una semana después.
Fue el día más especial. Para todos. Para los que llevaban tiempo sufriendo en el club y también para mí. Piensa que mi padre era de Andoain, y que con aquel logro sentí estar devolviéndolo parte de todo lo que él me había entregado a mí. Ante el Celta en Anoeta viví uno de los partidos mas lindos en los que he participado como entrenador.Se dio todo para que pudiéramos celebrar una fiesta difícil de olvidar.
Después de subir
El ascenso estuvo bien, pero... ¿Qué habría pasado si se baja el año siguiente?
Buff (suspira). Habría sido como empezar otra vez de cero. Bueno no, habría sido como empezar otra vez de cero pero con una roca encima. Hicimos una gran primera vuelta, pero en la segunda se lesionó Joseba Llorente y atravesamos muchas dificultades.Salvarnos tuvo un gran mérito. Fue importante para que los artistas que llegaron después, los entrenadores posteriores, continuaran modelando esa arcilla tan buena.
El último, Imanol.
Vi su despedida. Es un fenómeno. Lo que ha conseguido resulta impresionante.Zubieta no significa sólo cantera de futbolistas, también de entrenadores.
¿Le habría gustado tener en 2011 la despedida del oriotarra?
Bueno, entonces aún perduraba en mí todo el cariño recibido por el ascenso. Además, tras anunciarse mi salida me quedé en Donostia un par de meses, con la gente manifestándome siempre mucho agradecimiento. Y desde entonces he vuelto dos o tres veces, en las que he percibido que la afición aún me recuerda: en la calle, en los bares... Y también en el hotel, en el Amara Plaza. Me alojé allí en verano de 2019, tras dejar el Al-Ahly egipcio, y salieron a saludarme hasta los cocineros.
¿Conoce el nuevo Anoeta?
Pues mira, justo aquel verano, la última ocasión en que he visitado Donostia, me acerqué andando al estadio desde el hotel. Qué son, ¿cuatro manzanas? El campo estaba en obras, patas arriba y con varias grúas trabajando. Quería entrar a verlo, pero me dio corte molestar a la gente del club y giré de vuelta. Ya tendré la oportunidad de visitar Anoeta en un futuro.
¿Para recibir la insignia de oro y brillantes quizás?
Hombre, si alguien en la Real está por la labor de eso... A semejantes cosas uno nunca responde que no. Me encantaría. Ya se ha visto últimamente que el club no olvida a quienes han colaborado en su crecimiento a lo largo de la historia. Estaría muy bien recibir ese agradecimiento.