La Real pierde frente al Mallorca: Sin sentido ni responsabilidad (0-2)
La Real vuelve a las andadas, demuestra una falta de energía, de fútbol y de orgullo y cae derrotada ante un ordenado Mallorca que aprovechó sus regalos
Dice muy poco de este equipo que venga el Mallorca, que el año pasado hizo llorar a nuestros niños y encima sus jugadores se mofaron en el mismo campo de la afición, y nadie hable de revancha. Y sobre todo que no salga al campo con el alma herida para saciar su sed de venganza. Es más, Mikel Oyarzabal hasta le quitó hierro al asunto: “Hemos jugado más de 50 partidos después de eso”, dijo para justificar que no les motivaba de más derrotar al Mallorca.
Parece mentira que no se hayan dado cuenta de que todo cambió desde ese día. Nada volvió a ser lo mismo. Ni en Anoeta ni en la comunión grada-equipo. El poso de tristeza que dejó esa eliminación no ha desaparecido si me apuras hasta el inolvidable 4-4 del Santiago Bernabéu cuando muchos recobraron la fe en este equipo. Con su recaída en forma de desastre, seguro que muchos vuelven a bajarse del barco. Una pena.
Dice poco de este equipo que tenga que esperar hasta el minuto 90 para que sus jugadores se den cuenta de que enfrente estaba Samu Costa, el villano de todos los enfrentamientos, y Maffeo, el futbolista con menos luces del campeonato junto a su enemigo íntimo Vinicius, y que, después de la reincidente provocación del portugués a la grada sin venir a cuento porque estaba a otras cosas, Martin Zubimendi pierda los nervios y le empuje y se encare con él hasta ver la amarilla. Tremendo. Además es la quinta tarjeta, por lo que se perderá nada más y nada menos que el partido del Villarreal.
No es la primera vez que sucede con algunos de los jugadores blanquiazules. No se pueden sufrir esas faltas de responsabilidad, cuando has tenido todo el partido para dejarles claro que sabemos lo que hicieron y que ni olvidamos ni perdonamos.
Dice muy poco de este equipo que, en un partido de mínimos, ante un rival que suele castigarte mucho los errores, a Ander Barrenetxea se le vaya la cabeza y cometa el error de juveniles más prohibitivo que existe. El famoso y temible pase horizontal en la zona de atrás que corta un rival cuando el bloque está descolocado y saliendo. Imperdonable.
Dice muy poco de este equipo que cuando encaja un gol no haya ni la más mínima posibilidad de que remonte. Pero no solo eso, es que ellos mismos son conscientes de esto y lo tienen muy asumido. Decepcionante hasta la desesperación.
Dice muy poco de este equipo que vuelva a tropezar con la misma piedra con un adversario que se planta con cinco defensas y que compite de forma parecida al Getafe, aunque con mucho mejores futbolistas. Es decir, a parar el partido continuamente, frenarlo, perder muchísimo tiempo y que, como tienen calidad, te hacen pagar muy cara la factura de tus errores sin que tu entrenador reaccione.
Regalos
Sí, el Mallorca ganó al marcar en las ocasiones que dispuso en sendos regalos de los realistas. El primero de Barrenetxea y el segundo de Álex Remiro, que últimamente está teniendo bastantes problemas de regularidad. Otra derrota de las que hacen mucho daño en un encuentro crucial para haber puesto un pie en Europa la próxima temporada y la enésima demostración de que esta Real Sociedad tiene una falta de fiabilidad tan alarmante como desquiciante.
Lo cierto es que todo volvió a salir mal. No es que la afición no le tributara un especial recibimiento al equipo tras su hazaña sin final feliz en el Bernabéu y su triunfo en Las Palmas, fue mucho peor. Un mínimo pero ruidoso sector de la grada vino con ganas de recriminarle a Sucic que fuese honesto y declarara en un medio local lo que piensan todos los extranjeros que han recalado en el club guipuzcoano: “La Real es un paso intermedio para jugar muy bien y crecer por si vienen equipos más grandes” (por cierto, lo ha dicho siempre en su país desde que aceptó la oferta txuri-urdin).
A ver si al final los vecinos tienen razón con lo de los complejos, porque le pitaron encima siempre que tocaba el balón hasta sacarle del partido por completo. Insistimos, a uno de los grandes héroes de Madrid. Cada uno es libre de hacer lo que quiera, pero parece bastante triste que, en un partido vital por entrar en Europa, te dediques a pitar a uno de los tuyos, que está jugando medio lesionado, cuando además el rival que tienes enfrente es el que nos hizo mucho daño para luego mofarse de nosotros en nuestro mismo campo. En nuestra cara. En un estadio de Anoeta que ha perdido muchos decibelios en animación y conexión con el equipo esta temporada, lo que le faltaba en un día D era una guerra civil cada vez que uno de los realistas tocaba la pelota. Lo dicho, un plan sin fisuras.
Un mal primer tiempo
Aparte del ambiente enrarecido por lo ya contado, la primera parte fue muy decepcionante. Cuando menos lo esperábamos, regresó la Real plana y plomiza, sin profundidad, previsible y sin ritmo. Una pena que en su primera ocasión, Oyarzabal marcara tras un centro impresionante de Barrenetxea, pero Munuera Montero lo anulara por un fuera de juego mínimo.
Lo peor es que, también de la nada y en un regalo local, los mallorquines se pusieran por delante. A Barrenetxea se le fue la olla, cambio de banda sin mirar, y la pelota la cortó a placer Darder, que no tuvo problemas en meter en largo a Larin con tan mala suerte que al cruzarse Aramburu le cae la pelota al canadiene para empujarla a la portería tras pasar entre las piernas de Aritz. Una serie de errores en cadena fatales. Y la sospecha de que el partido ya no lo iba a ganar la Real porque lo de remontar hace tiempo que no va con ella.
Pablo Marín estuvo a punto de sorprender a Greif con un disparo raso y Oyarzabal también se topó con el meta en un lanzamiento desde el flanco derecho. Take Kubo se quedó cerca de la escuadra en su intento desde fuera del área. Al descanso 0-1, sin que el Mallorca rematara a puerta.
Para colmo, nada más empezar la segunda parte en la Imanol decidió cambiar a Barrenetxea tras su metedura de pata, Darder avanzó a ritmo cochinero en diagonal, Aritz le dejó metros y Remiro se tragó su disparo. Con el 0-2 ya estaba todo el pescado vendido. La Real solo fue capaz de crear una clara ocasión en un cabezazo extraordinario de Jon Martín que salvó con una mano milagrosa Greif, que se hace muy grande en Anoeta.
El final del partido fue muy triste. Con la Real desquiciada, fruto de su impotencia y de su falta de ideas. Y de fútbol, por qué no decirlo. Y también de soluciones por parte de su entrenador para superar la telaraña táctica tejida por Jagoba.
Ahora toca de nuevo remontar, recuperar sensaciones, volver a empezar. El problema es que cada vez queda menos y habrá una vez en que pierda pie de manera definitiva. Si nos atenemos a lo visto y vivido ayer, Europa no se vislumbra por el horizonte… Y parece bastante lejos otra vez.