La Real en la Copa: fue muy bonito mientras duró
La Real nos hizo soñar en grande al ser superior al Madrid y acabó haciendo sentir mucho orgullo y agradecimiento a los mil hinchas realistas que jamás olvidarán la noche que les brindó el equipo de Imanol
Fue bonito mientras duró, aunque eldisgusto final acabó siendo de los de época. Los mil realistas que acompañaron a su equipo en la salud y en la enfermedad durante 120 minutos de auténtica locura se levantaron en una nueva fase del duelo. La de la depresión. La tristeza era el denominador común en los viajes de vuelta por carretera, tren y avión. La pregunta que sobrevolaba por las cabezas de todos era la de qué más se puede hacer para superar una eliminatoria.
Marcar cuatro goles en todo un Santiago Bernabéu y quedarse sin el pase a la final es para ponerse a comer cerillas y abre un sinfín de preguntas de las que, muchas de ellas, se quedan sin respuesta. No es fácil hablar de justicia en el mundo del fútbol, pero la realidad es que la Real ha sido superior a Mallorca y Real Madrid en los cuatro partidos de las dos últimas semifinales y no ha podido sellar su clasificación para Sevilla. Una pena muy grande.
Y el árbitro...
Es una lástima tener que volver a hablar de la actuación del colegiado después de un encuentro memorable que perdurará para siempre en la retina de los seguidores blanquiazules. Todos recordarán dónde vieron este partido y dónde se indignaron al ver cómo el cuerpo arbitral no señaló un fuera de juego flagrante de más de siete metros de Mbappé que ni el árbitro ni el juez de línea que, casualmente, no tuvo ningún problema en levantar la bandera en un offside muy dudoso de Mikel Oyarzabal en la primera parte sin dejar que culminara la jugada.
Lo más curioso de todo es que el equipo realista se hubiera librado del saque de esquina que provocaron de forma milagrosa si la acción hubiera acabado en gol. Cosas del fútbol moderno que no hay dios que lo entienda y que, lo más grave de todo, siempre suelen favorecer al más poderoso. Ya lo dijo Imanol, “no tengo ninguna duda de que si lo hacemos nosotros lo habría pitado”.
La estrategia del Madrid cuando se ve beneficiado una y otra vez por el colegiado siempre es la misma. Protestar y poner el grito en el cielo por todas las acciones en las que se siente perjudicados de forma casi paranoica. No engañan a nadie, se le ve venir. Así siempre sienten que equilibran cualquier beneficio que hayan podido obtener. Muchos decían que la acción de Remiro sobre Bellingham era penalti, una polémica a la que no daba crédito el propio portero de la Real en la zona mixta: “De verdad están diciendo que eso ha sido penalti?”, se preguntaba. Lo cierto es que el de Cascante se hace grande para tapar portería y no puede hacer desaparecer su brazo que acaba golpeando de forma residual con el balón ya ha pasado y sin posibilidad de volver a jugarlo.
Y si la entrada de Olasagasti es merecedora de tarjeta roja, como denunció Ancelotti que le ha cogido gusto a llorar y a convertirse en una marioneta de su presidente desterrando su antigua imagen impoluta de gentleman, también lo es la de Camavinga a Kubo, con la que le puede hacer mucho más daño y que hoy no verán en ninguna imagen de los telediarios. O el mismo derribo de Vinicius al japonés, que parece excesivo y que habría que ver qué decisión hubiese tomado de haberse producido en la otra área.
Valentía y descaro
Es lo de siempre, hay reglamentos para unos equipos y para otros, y árbitros que parecen buenos hasta que se topan con la dictadura de los gigantes y a los que inesperadamente se les cruzan los cables en un estadio como el Bernabéu, donde saben el alto precio que cuesta que te señalen como responsable de una eliminación de todas unas semifinales de Copa. No se dejen engañar con eso de que el trencilla no influyó en el marcador, porque no es cierto.
La Real marcó cuatro goles legales y el Madrid solo dos en los 90 minutos. Y eso que es mejor no entrar en lo que hemos naturalizado en el coliseo blanco: el continuo señalamiento de faltitas en contra y el hecho de que no te conceda ni lo más mínimo en ataque, lo que acaba provocando un desgaste brutal porque el balón vuelve muy rápido a los aledaños de tu portería.
El llamar a las cosas por su nombre no quita para restar un ápice el mérito y el valor de una Real imperial que nos permitió reconciliarnos con su juego, su entrega, su valentía, su descaro, su agresividad y su convicción de que todo era posible. La palabra que estaba en boca de todos los seguidores realistas era orgullo. Orgullo en la derrota. Todos somos conscientes de la exigencia de la elite, que el cementerio está lleno de valientes como lo fue ayer aquella noche inolvidable de Madrid y que los ganadores morales no ganan títulos.
Pero todos somos conscientes de lo que es la Real, de que estos encuentros en estas altas instancias y cerca de una final se repiten muy pocas veces. Por eso es un buen día para recordar quién cambió la historia de la Real en la Copa, ya que Imanol ha cosechado tres semifinales, una con título incluido, en seis participaciones. Se recordará para siempre y si se acaba marchando no tardaremos en echarle de menos.
Éxtasis
El día fue espectacular en Madrid. Los alrededores del Bernabéu estaban plagados de camisetas blanquiazules. Sobre todo en el fondo norte, alejado de los antiguos dominios de los Ultras Sur, y con una connivencia magnífica con la parroquia local. Es más, cuando los de siempre comenzaron a entonar el “madridistas hijos de puta”, el resto de los 70 hinchas que se agolpaban en la esquina del último anfiteatro, que ya les habían afeado que no guardaran el minuto de silencio, se lo recriminó y hay que destacar que ni lo volvieron a cantar. Se centraron en animar y en disfrutar de los suyos, jugando un papel importante en los peores momentos de los realistas.
El partido fue de alto voltaje y como es lógico se vivieron momentos de tensión en el campo y en la grada con los habituales patosos que hay en todos los campos y que trataron de humillar a los realistas por su éxtasis tras el 1-3. Es más, la clave de todo estuvo en el gol de Bellingham en la siguiente jugada, que incluso sorprendió al sector txuri-urdin de espaldas bailando el 'Dale Cavese'.
En el campo también saltaron chispas y los jugadores realistas denunciaron al final del duelo que los colegiados permitieron protestas de todo tipo a los locales, algo que jamás podrían hacer ellos sin ser apercibidos (Bellingham llegó a empujar al cuarto árbitro). Y que incluso uno de los más tranquilos y maduros, como Modric, llegó a coger del cuello a Kubo en mitad de una tángana.
Fue una lástima, porque la eliminatoria estuvo en el 1-3 a falta de once minutos, un resultado que clasificaba a los de Imanol, y, tras verlo casi todo perdido, Oyarzabal provocó la apoteosis en el 92 al marcar para provocar la prórroga. En el periodo extra, Ancelotti dio entrada a Rüdiger, Fran García, Güller y Brahim.
E Imanol sacó a Olasagasti, Mariezkurrena y a Óskarsson, que pasó absolutamente inadvertido. La diferencia salta a la vista. Las lágrimas, incluso de periodistas en la zona de prensa, fueron inevitables, lo que refuerza por mucho tiempo un sentimiento txuri-urdin y un sentido de pertenencia para muchos de por vida.
Fue bastante gracioso que, al final del encuentro, eran muchos los hinchas realistas que reconocieron que, tras el gol de Barrenetxea en el minuto 15, solo iban a sufrir en lugar de disfrutar. Fue una tortura extrema, con alegrías nerviosas, enfados, calentones y angustia. Ganas de no mirar durante muchas fases, pérdidas de papeles en los goles, aficionados que se iban de la grada porque no aguantaban más e incluso a alguno hubo que buscarlo para contarle que la Real había logrado el tercer y el cuarto tanto.
Y eso sí, como sucedió en 2003 en Vigo, de madrugada tras consumarse el adiós al tercer título, los únicos que seguían cerca del estadio celebrando lo bonito que es ser de la Real, que nosotros no somos como ellos, y que el fútbol nos debe dos finales de Copa. Porque pocos buscan con tanta creencia y convicción la gloria como la Real de Imanol. Más que orgullosos, que por supuesto, el sentimiento ya en frío es el de agradecimiento. Eskerrik asko por hacernos soñar tan en grande. Y, por qué no decirlo, por hacernos muy felices por muchos momentos, a pesar de que no pudo ser y nos quedamos sin viajar de nuevo a Sevilla.