Siempre he sido muy de Ronaldo. El gordo o el bueno. Probablemente el mejor delantero centro que he visto en mi vida, que hubiese sido mucho más grande aún si le hubiesen respetado las lesiones y si se hubiera cuidado un poquito más. El brasileño es de largo el futbolista que más me ha impresionado tener delante como periodista, por encima incluso de otros galácticos como Zidane o el propio Beckham y todo el glamour que arrastraba (ahora que vuelve a estar de moda por su documental, me pareció un gran tipo, muy educado y atento siempre). La vida del actual presidente del Valladolid y del Cruzeiro está llena de anécdotas buenísimas y muy divertidas. Ha contado alguna vez el célebre Kaká, que compartió vestuario con el brasileño, que un día estaban charlando los miembros de la plantilla del Milan antes de un entrenamiento. El técnico era Ancelotti quien, a pesar de su infinita paciencia, se estaba cansando de que no estuvieran a lo que tenían que estar, por lo que se acercó y les dijo: 

— ¿Por qué no se concentran en el partido de mañana? 

— Porque no es tiempo de eso. Estamos conversando y todavía nos falta entrenar. 

— Ronaldo, ¿sabes contra quién vamos a jugar mañana? 

— Si sé, contra el Siena. 

¿Y sabes quiénes son sus defensores? 

— No, no sé quiénes son sus defensores, pero estoy seguro de que ellos saben quién soy yo

“Casi nos morimos de la risa en el vestuario, incluido Ancelotti”, recuerda Kaká. 

Me puedo imaginar la sonrisa inconfundible e inmortal de Ronaldo cuando lo dijo. Creo sinceramente que nosotros no sabemos quién es Sadiq Umar, pero lo que estoy seguro es de que en Almería le conocen de sobra. El nigeriano llamaba tanto la atención por su enorme envergadura y su habilidad para generar peligro a pesar de su aparente torpeza que era el típico delantero que seducía al verle jugar. De los que hacías zapping y conseguía que te enganchases y siguieses viendo a pesar de que se tratara de un partido de Segunda sin excesivo atractivo. 

Quizá sea ese fantasma, no haber podido triunfar en la elite más que en la liga croata, el que más le persigue al punta, por encima incluso de la recuperación absoluta de su rodilla maltrecha tras sufrir una rotura del ligamento cruzado. 

Este tipo de delanteros altos, aparentemente patosos y que muchas veces invitan a pensar que no pueden ser tan malos, siempre se encuentran bajo sospecha. Esto provoca que aparezcan todo tipo de rumores, algunos bastante malintencionados y con mala baba, sobre el nivel técnico en comparación con el del resto de la plantilla en la rutina de Zubieta. Que se lo pregunten a Julio Salinas, cuya trayectoria es indiscutible como lo demuestra que a pesar de no encajar para nada en el estilo de juego del denominado Dream Team azulgrana, fue titular en la final de la Champions de Londres, de largo el encuentro más importante de la era Cruyff. Y es esa cualidad, la de ser distinto, como una pieza que parece difícil de encajar, lo que le convertía muchas veces en el arma secreta de un equipo lleno de jugadores con muy buen pie. Salinas casi siempre parecía hasta flojo, pero era buenísimo. Triunfó en el Athletic, en el Atlético y en el Barça, casi nada al aparato. Seguro que el realista prefiere que le relacionen con su compatriota Kanu, toda una leyenda en su país, que también era un ariete de mucha altura, aunque este con una técnica más sofisticada. 

Sadiq parece que también lo es en ocasiones, pero merece un voto de confianza como lo recibió, al margen de análisis precipitados y ya olvidados de los más agoreros, Mikel Oyarzabal. Es cierto que tampoco le ayuda el cartel de ser el jugador más caro en la historia del club. Después de todas las vueltas que ha dado en el fútbol, que le permiten hablar cuatro idiomas, lo que le pasó cuando por fin encontró el gran éxito fue terrible. De ahí que dejara una de las frases más dramáticas que he escuchado: “Conocí antes los nombres de los fisios que los de varios de mis compañeros”. Una situación agravada por su, en ese momento aún, escaso dominio del castellano y por una timidez patológica (hace las entrevistas en inglés). 

Imagínense que cambian Almería por Donostia de la noche a la mañana y, nada más aterrizar, con los lógicos nervios del debut, marcas un gol y pones patas arriba a tu nueva afición que no tarda en corear tu nombre. Que a los cuatro días viajas a un templo europeo como Old Trafford, eres titular y tu equipo gana por 0-1. Y que esa misma semana sigues en el once en Getafe y te rompes para toda la temporada. Historias para no dormir... 

Reconozco que yo no estoy muy de acuerdo con Imanol cuando dijo que hacía buenos movimientos que quizá todavía sus compañeros no eran capaces de descifrar e intuir. A mí lo que me inquieta del proceso de vuelta del nigeriano es que le veo en demasiadas ocasiones desconectado del juego del equipo y del mismo partido. Pero yo le he visto ser un futbolista diferencial en el campo en el que la Real no puede fallar esta tarde, a pesar del intento de atentado por el horario y el poco descanso que le han concedido al competir en la otra punta del país y en el segundo turno. Tanto a campo abierto, con una impresionante zancada y una coordinación irreprochable, como de cazagoles en el área. Con un buen disparo, un poderoso juego aéreo y un perturbador efecto intimidante (incluso para un tipo con muchos centímetros como el que escribe). Un delantero que, aparte de marcar, siempre ha tenido muy buenas estadísticas en asistencias, lo que habla bien de su de calidad como jugador y como persona. A veces es importante sentirse como en casa para que todo vuelva a su ser y puedas sacar lo mejor de ti. 

Sadiq, que no perdió la sonrisa el miércoles ni después de no haber jugado un solo minuto, pide a gritos su oportunidad y merece que llegue hoy en su antiguo estadio donde su exafición ya bromea con la posibilidad de cobrar todas las, en su día, surrealistas cláusulas que pactaron Aperribay y el jeque. Las fijadas al equipo como ganar la Liga y llegar a las semifinales Champions, ya las consideramos hasta factibles. Ahora le toca a Sadiq cumplir con su parte y empezar a marcar goles. Le esperamos. Confío y espero que llegará a tiempo. Y que nuestro presidente extenderá encantado el cheque con las cantidades prometidas. En Almería saben muy bien quién es el realista y le respetan, le añoran y le temen. Por algo será. ¡A por ellos!