i amigo Xabi vivía en Bruselas. O eso creía yo. Cuando fui a visitarle, me pasó la dirección de su casa para que la introdujera en el GPS del coche. Pero el aparato no tardó en decirme que esa calle no existía, que me la había inventado yo. Un par de llamadas y de consultas después, el colega cayó en la cuenta de que había omitido un detalle importante: en realidad no vivía en Bruselas y sí en Saint-Gilles, un municipio del mismo núcleo urbano, literalmente pegado a la capital belga: como Pasaia a Donostia, Urretxu a Zumarraga o L’Hospitalet de Llobregat a Barcelona. Así conocí, hace ocho años ya, la existencia de una localidad que cuenta con unos 50.000 habitantes y que, en términos futbolísticos, vive un momento comparable al nuestro. Los paralelismos nos llevan incluso al nombre de los clubes, pues la Saint-Gilloise es solo el apellido de una entidad llamada Royale Union. La Real Unión

Ni Madrid, ni Barcelona, ni Atlético. ¡La Real! Ni Brujas, ni Anderlecht, ni Standard. ¡La Royale Union! El equipo de Saint-Gilles es un histórico del fútbol belga. Fundado en 1897, ha ganado once ligas y dos copas, pero todos sus títulos llegaron antes de la Segunda Guerra Mundial. La era moderna, mientras, ha resultado más complicada, hasta el punto de que el ascenso del pasado mayo devolvió al club a la primera división 48 años después. Al menos, los amarillos están recuperando ahora todo el tiempo perdido, porque después de once jornadas son líderes de la máxima categoría empatados a puntos con el propio Brujas. Empecé a fijarme en ellos cuando, en la temporada 2018-19 y militando en segunda, llegaron a las semifinales de la copa apeando al Anderlecht con un 0-3 a domicilio. Y este curso, obviamente, no me está quedando más remedio que seguir sus andanzas, lo que el sábado en Anoeta le proporcionó a uno motivos para el optimismo.

González Fuertes ya había expulsado a Aihen. Acababa de decretar el final de la primera parte. Y, con la grada apagándose poco a poco tras la acalorada pañolada, cogí el teléfono para abrir la aplicación de resultados. Como es lógico, no podía faltar la consulta de turno al campeonato belga, llevándome así la primera alegría de la noche: la Union Saint-Gilloise había ganado su partido y se mantenía en cabeza. 4-2 al Seraing. Pero no quedó ahí la cosa. Mientras empezaba a masticar con desgana esos 45 minutos en inferioridad numérica que aguardaban a nuestra Real, pinché por curiosidad en el historial del partido y vi que los amigos de la Royale habían llegado al descanso con diez y perdiendo 0-2. ¿Cómo no confiar así en la victoria txuri-urdin? ¡Si hasta se producirían paralelismos a posteriori! El Lobete particular de la Saint-Gilloise fue un extremo japonés llamado Kaoru Mitoma, autor de un hat-trick saliendo desde el banquillo, como hizo el lezoarra en el minuto 66.

Tampoco nos engañemos. Ambas historias cuentan igualmente con factores que las diferencian. Mientras Lobete es un producto más de la inagotable cantera de Zubieta, Mitoma juega en la Royale cedido por el Brighton, club inglés cuyo propietario controla también la entidad belga. Y a nivel futbolístico, además, seguro que el triunfo ante el Seraing tuvo ingredientes distintos a los de la victoria contra el Mallorca. En Saint-Gilles perdían 0-2, lo verían todo perdido y tocarían corneta. En Anoeta, en cambio, la Real acreditó una madurez y un saber estar que, mirando al largo plazo, suponen activos mucho más fiables que una remontada construida desde la épica.

Tras este innegable crecimiento txuri-urdin, como tras casi todo, se esconde trabajo y más trabajo. Pero también tienen mucho que ver la experiencia y las horas de vuelo, factores que, de cara al jueves en Graz, suponen un arma de doble filo. Lo digo porque, en el sentido positivo, la Real viene beneficiándose en sus viajes continentales de esa nueva y dura capa que ha adherido a su piel. Compitió con todas las de la ley el año pasado en Alkmaar y Nápoles, como hizo este septiembre en Eindhoven ante un gran rival. Pero se prepara ahora para visitar a un Sturm Graz que, me da la sensación, tirará el jueves de todo el aprendizaje adquirido en las dos primeras jornadas de la liguilla. Aplicando su plan A, el de la Bundesliga austríaca, sufrió en Mónaco y durante la primera parte ante el PSV. A partir de ahí, en desventaja y desde una propuesta igual de osada en la presión pero más directa en la elaboración, empujó y arrinconó a los neerlandeses para merecer el empate y convertir el 1-4 final en un resultado engañoso. ¿Ha progresado la Real durante estos años? Indudablemente. ¿Ganará fácilmente al Sturm? No. Estos tres puntos exigen sangre y muchísimo sudor.