La Real le ganó al Elche, igual que pudo empatar o incluso perder. Anoeta asistió a un partido cerrado, con fases muy distintas entre sí, y que no pasará a los anales de la historia por su brillantez. Pero por encima de todo debe quedar que los 16 tipos que pisaron el verde con la elástica txuri-urdin trabajaron como condenados para poner otro 16, este de puntos, en el casillero liguero de la escuadra blanquiazul, segunda en la clasificación. Suele decir Imanol que su principal objetivo, al margen del resultado, consiste en lograr que la gente salga de Anoeta orgullosa del equipo, algo que el técnico está logrando con creces. Ayer, en el minuto 80, el marcador reflejaba un 0-0 que podía quedarse corto para las pretensiones locales. Ni asomo de nervios. Ni atisbo de desesperación. La grada empujó, llevando en volandas a los futbolistas. Y estos, alentados por su público, se pusieron muy pero que muy cabezones. No fue su mejor actuación. Sin embargo, se llevaron la victoria. Por pesados.

Estando como está, en cuanto a bajas, la plantilla de la Real, difícilmente puede hablarse ahora de alineaciones sorprendentes. Imanol introdujo ayer siete cambios respecto a la visita al Granada. Y dos de ellos implicaron el ingreso en el once de futbolistas del Sanse. Pero las circunstancias se encuentran ya plenamente asumidas, a estas alturas de la película: falta mucha gente y los de abajo responden, así que nadie se rasgó las vestiduras cuando supo que Remiro, Gorosabel, Zubeldia, Zubimendi, Turrientes, Januzaj y Lobete dejaban fuera a Ryan, Zaldua, Aritz, Guevara, Robert Navarro, Portu y al lesionado Sorloth. De hecho, el capítulo de lo inesperado no lo protagonizaron los txuri-urdin, pese a su evidente metamorfosis, y sí el entrenador del Elche, Fran Escribá, quien alteró el guion previsto. Mientras los locales mantuvieron el esquema 4-3-3, el técnico visitante renunció a su habitual defensa de cinco para apostar por un 4-4-2 que, de inicio, dispuso su centro del campo en forma de rombo. Interesante examen para los blanquiazules.

BUEN INICIO

Puede decirse que lo aprobaron con buena nota. Lástima que apenas durara un cuarto de hora. Salieron los realistas con la lección aparentemente aprendida, porque no tardaron en demostrar que tenían estudiado el librillo sobre cómo acometer entramados de este tipo. Salían por fuera, lógico, con Gorosabel y sobre todo con Aihen. Y desde el lateral navarro se las arreglaban para avanzar, a través de las caídas a banda de Turrientes (otro debutante para la lista de Imanol), mediante envíos más largos a Oyarzabal o incluso enganchando dentro con el interior del otro costado, a quien el Elche sufría para vigilar. El equipo txuri-urdin no dispuso en el arranque de ocasiones claras, pero la grada de Anoeta olió el gol en varias acciones con peligro: un buen centro del 10 que no encontró rematador, un disparo centrado del propio Turrientes y un cabezazo desviado de Merino a la salida de un córner.

Estuvo bien Escribá maniobrando desde el banquillo. Vio que el rombo sufría para contener los ataques locales y configuró una nueva medular en línea de cuatro, con Piatti dejando la mediapunta para escorarse a la derecha, y con Raúl Guti y Mascarell juntándose en un doble pivote. Enseguida se vio que el Elche agradecía el cambio. Lo hizo en el plano defensivo, porque así dispuesto simplificó emparejamientos y se exigió a sí mismo menos pulcritud en las ayudas y las basculaciones, conteniendo mejor igualmente los cambios de orientación de la Real. Y los franjiverdes mejoraron también en ataque, con dos futbolistas en cada banda. Así generaron su primer tiro al palo de la tarde, de Benedetto a centro de un Mojica que por fin había podido combinar con Fidel, y así pudieron robar en disposición de correr, para dejar a Lucas Pérez solo ante Remiro. El disparo del gallego, algo escorado, se marchó fuera por muy poco.

Algo tenía que hacer Imanol en el descanso. El rival había conseguido asentarse en el campo tras un inicio complicado. Y los posteriores intentos txuri-urdin con salida de tres, dando amplitud con Gorosabel y Aihen y metiendo dentro a Januzaj y Oyarzabal, no habían logrado generar superioridades interiores. Pensó el oriotarra que la mejoría podía pasar por apretar de otra forma al Elche. Más arriba. Más agresivos. Y reconfiguró su bloque alto enviando a Turrientes a la primera línea de presión, en lugar de a Januzaj. Si a los visitantes les había sido todo más simple tras el retoque de su técnico en la primera parte, lo mismo sucedió en el arranque de la segunda con la Real, adaptada como un guante en su fase defensiva a la estructura rival. Los blanquiazules mordieron, mordieron y siguieron mordiendo. Robaron balones. Provocaron pérdidas. Y merecieron el gol en un cuarto de hora de acoso total.

OCASIONES CLARAS

La tuvo Oyarzabal tras un pase temerario, al centro de su área, de Mojica, pero el disparo del eibartarra con Kiko Casilla superado lo sacó Roco bajo palos. Las tuvo también Lobete: una tras anticipación de Gorosabel en la presión y otra a centro de Januzaj. Pero el gol no llegó, los bríos de la Real fueron a menos y la empresa volvió a consistir de nuevo, más que en empuje, en finura y en precisión entre líneas. Como durante los minutos previos al descanso, la Real metía dentro al propio Oyarzabal y al extremo belga, con un muy buen Turrientes dejándose caer a la banda izquierda como puerta de salida. Sin embargo, las ocasiones así se encarecieron, dentro de un duelo más pausado y con menos ritmo. De hecho, quien tuvo la oportunidad más clara en esta fase del encuentro fue el Elche, gracias a un disparo lejano de Piatti que Remiro rechazó a córner con la punta de los dedos y la ayuda del larguero.

Ocurrió entonces. Cuando la victoria estaba ya en chino, cuando el panorama general invitaba ya a pensar en evitar más lesiones de cara a lo que viene, llegó el gol. Un gol que los futbolistas y técnicos del Elche, inocentes ellos, considerarán hoy accidente, algo ajeno al transcurso del partido. Por estos lares, sin embargo, tenemos muy claras dos cosas. La primera: esta Real es un martillo pilón. Insiste y no se detiene, le esté yendo bien, mal o regular. Así que la salida de Zubeldia desde atrás y la búsqueda de Oyarzabal en profundidad, en el minuto 81, no respondió ayer a cuestiones de azar. Al azkoitiarra le salió un mal pase, cierto. Tan cierto como que el central Roco, salvador poco antes, cometió una pifia de las gordas al dejar pasar el balón, o al cedérselo fallidamente a su portero. ¿Qué hizo? Da igual. Nosotros solo sabemos que, 'casualmente', una estrella txuri-urdin pasaba por allí. 'Casualmente' con todas las cursivas y comillas del mundo. Mikel, no te lesiones nunca.