e hecho tantas cosas mal en esta vida que si volviera a nacer seguro que las volvería a hacer". La frase es tan catastrófica y disparatada que me parece de las mejores que he escuchado últimamente en boca de un futbolista. Además de ser una buena carta de presentación del magnífico documental de Movistar que lleva el título de Pavones. Como se pueden imaginar, analiza la política de fichajes que implantó Florentino Pérez nada más llegar al cargo y que se resumía en el eslogan Zidanes y Pavones, aludiendo a esa utópica filosofía que consistía en contratar a estrellas mundiales y tirar de la cantera. La cita inicial, por cierto, es de Raúl Bravo, ese lateral izquierdo desbocado que actualmente se encuentra procesado por un supuesto delito de apuestas en el Caso Oikos Caso Oikos, y que fue quizá el que mejor y el que más larga carrera hizo de esos jóvenes que de repente se encontraron con la oportunidad de su vida en el primer equipo madridista. Todos ellos cumplieron su sueño merengue sin saber a ciencia cierta si de verdad estaban preparados para semejante responsabilidad y, como suele suceder en este tipo de casos y a ese nivel de exigencia, la gran mayoría se estrellaron con estrépito.

Es curioso, porque el mismo reportaje no encuentra el origen del famoso lema, ni a su mentor, aunque se lo achacan al propio Florentino. Incluso Valdano elogió el ingenio, pero se desmarcó de su invento: "Me pareció un acierto, aunque no me reconozco en el origen de la frase". El propio exjugador, exentrenador y exdirector deportivo madridista no tardó en descubrirle fugas al plan: "Florentino tenía muy clara la importancia de los héroes. Y este es un negocio de héroes. El problema es que para que llegara uno, tenían que salir cuatro futbolistas de la cantera. Era tan necesario económicamente que acabó resultando indiscutible".

Los números no engañan. El Madrid fue incorporando en los respectivos veranos consecutivos a Figo, Zidane, Ronaldo y Beckham, pero en ese tiempo solo se reforzaron con seis jugadores y en cambio se marcharon 27. Entre ellos futbolistas titularísimos y piezas clave en el engranaje del bloque, como el extraordinario Makelele. En cambio desde el punto de vista mercantil, no se puede discutir su rentabilidad, ya que en cinco años el Madrid se convirtió en el club más rico del mundo.

Los Zidanes y Pavones no tardaron en acaparar portadas y en convertirse en un tema de debate diario. Por un lado, los jóvenes de La Fábrica se podían dar con un canto en los dientes, pero por otro, había un componente peyorativo al diferenciar con nitidez a los buenos y a los malos. A los protagonistas y a los actores secundarios. A los sueldos galácticos con la calderilla, entre comillas, que cobraban los de la casa. Por supuesto que para escoger y apostar por los canteranos, hacía falta un mentor de la misma valía que Imanol en Zubieta, como sin duda lo era Del Bosque, que antes de ser el entrenador había sido el director del fútbol formativo y era una especie de segundo padre para casi todos ellos. Es decir, un caso muy similar. La lista de beneficiados y también agraviados es larga. Y sus historias particulares impresionan. Pavón fue el que dio el nombre al eslogan, porque fue el primero en debutar. Según cuentan, "era el más ejemplar de todos. Sabía perfectamente lo que significaba jugar en el Madrid. Parecía que tenía diez años más". Y luego están el citado Bravo, a quien Cristiano le hizo cinco caños en el decisivo Portugal-España de la Eurocopa 2004; Rubén y sus lágrimas en Sevilla al ser cambiado en el minuto 25 con 3-0; Borja, a quien en su debut en el Bernabéu la afición le silbaba cuando tocaba el balón; Mejía, que cuenta que le podía haber pasado lo mismo si Riquelme le hubiese hecho el caño que le lanzó en su estreno en casa; Tote, que no volvió a vestir la blanca después de intentar marcar un gol de rabona; Miñambres; Valdo; Aranda; Portillo, que parecía que iba a ser un goleador de época tras haber anotado 792 goles en la cantera y se quedó en poca cosa; o Núñez, que se mostró el más realista al asumir que "en el Madrid están los mejores, no hay que jugar por el mero hecho de ser canterano". Lo cierto es que la mayoría eran defensas, porque arriba era imposible entrar.

Al final, el diagnóstico oficial es que la ocurrente fórmula no triunfó porque hacían falta "Zidanes, Pavones y algo más". Una clase media con experiencia y peso en el club. Pronto se descubrió que fue más bien por falta de convicción. Por no creer de verdad en la cantera. La siguiente generación madridista que ascendió a Segunda sí que estaba preparada, como lo demuestra que han triunfado en clubes de primer nivel y han sido internacionales, pero nadie les dio la suficiente confianza. La lista es impresionante, compuesta por los Juanfran, Arbeloa, Negredo, Mata, Torres, Borja Valero, Granero, Rubén de la Red, Jurado, Javi García o Soldado... Les faltó un Del Bosque. O un Imanol.

Entiendo que muchos pensarán que a qué viene esta chapa con el Madrid, que quien me conoce bien sabe que no es un club santo de mi devoción, pero es que viendo lo sucedido durante esos años dota de mucho más valor el sentido común, la profesionalidad y la inteligente gestión que se está acometiendo en la Real desde hace tiempo. Es más, después de la pereza que me daba escuchar su recurrente declaración en cada una de sus comparecencias, por fin me ha convencido el manido discurso de Aperribay de que "tienen que juntar generaciones", y que vienen "unas muy buenas que seguro que van a dar muchas alegrías".

No todos pueden ser Oyarzabal y la Real debe ser consciente de sus limitaciones económicas y filosóficas para apuntalar la plantilla. En esta tesitura incluyo el mensaje que recibí de un buen amigo la noche del miércoles tras la debacle merengue ante el Chelsea: "Hay que fichar a Azpilicueta". Pues no, porque ahí están Gorosabel, que se ha salido cuando le han dado continuidad; Zaldua, que cuando supere sus problemas volverá a ser un jugador válido en el plantel; y por la esquina aparecen Alex Sola y alguno más tratando de derribar la puerta. Real en estado puro. Algunos llegarán rápido, como Barrenetxea; a otros les costará más, aunque se sepa que algún día ascenderán, como Zubimendi o Guevara; y el resto deberán fajarse y superarse para hacerse un hueco en la primera plantilla a pesar de que no se les espera y de que se encontrarán con una exigente competencia comprada o de la casa en sus puestos, como Le Normand (sé que se le fichó para el Sanse). Todo un abanico de posibilidades que solo funcionará si se cree en lo que se está haciendo y si se cuenta con unos gestores y unos técnicos cualificados y conocedores de las señas de identidad txuri-urdin para crear, afianzar y hacer progresar con la máxima ambición a un proyecto. En eso, Aperribay, Olabe e Imanol (incluso incluyo a Bretos) son simplemente los profesionales ideales. Trasladándolo a Zubieta, la teoría Silvas y Le Normands también se quedaría a medias. Sería una buena idea mal aplicada, como le sucedió a Florentino. Se necesitan otro tipo de futbolistas para equilibrar la máquina, como los Guevara, Zubimendi, Guridi, Gorosabel...

Destaca Fernando Hierro que a Pavón, "si le preguntas cuántos partidos ha jugado en el Madrid, te contesta que 150. Son muchos...". Que les quiten lo bailado. En el fondo, lo que subyace de todo esto es que no hay nada más triste que a un canterano bueno no se le den oportunidades y no hay nada más peligroso que a un canterano no preparado se le den galones. Y para que funcione todo es vital la figura de un entrenador, educador y formador, valiente y sensato, como Imanol o Del Bosque, para garantizar la coherencia y la buena marcha de los distintos procesos y etapas. En el reportaje se cuenta casi de pasada que el exseleccionador se vio obligado a salir del Madrid por un pasillo "solo", después de tantos años. Aunque no se pueden comparar ambos clubes, espero que, al margen de los éxitos y los fracasos, esto jamás suceda con Imanol. Porque esa sí que sería una cruel traición a nuestros propios principios. Orgulloso de mi Real, que perdió en la última jornada su tercera liga en 2003 a costa de los Zidanes y Pavones que tenían semejante lío en la cabeza que ni la celebraron. Menudo desperdicio... ¡A por ellos!