La crisis de la Real es angustiosa. Sobre todo porque no se puede entender. Es imposible explicar cómo el equipo que mejor jugaba de la Liga se ha convertido en el peor de la misma tras el confinamiento. Es hora de ser muy autocríticos, depurar responsabilidades y encontrar una mínima explicación al apagón de los blanquiazules, que ayer, por increíble que parezca, cayeron también contra el Celta sin que los gallegos fueran capaces de generar ninguna oportunidad de peligro en todo el partido. Bastó con el habitual penalti de todas las semanas, mejor dicho penaltito, para condenar a un conjunto que cae en picado sin que nadie encuentre ni el más mínimo argumento para justificarlo. Eso es lo más importante, no podemos ocultarlo. La Real no juega a nada.

No rompe líneas. No llega al área. No hace nada más que dar pases horizontales sin criterio ni intención de hacer daño. Sin confianza. Entre jugadores acobardados, sin personalidad ni autoestima. Acomplejados y asustados por la que están liando. Se puede entender. Están a punto de sellar una de las páginas más negras en la historia reciente del club. Su versión es más triste que la época final de Eusebio. Dan ganas de dejar de ver sus partidos. Desespera, decepciona, no se le reconoce... ¡Pero qué esta pasando! Cómo es posible que los aficionados realistas tengamos que sufrir esta auténtica tragedia. El parón le sorprendió siendo el mejor, y esto no hay por dónde cogerlo. Nos los han cambiado. Nos están destrozando la vida. ¿Qué hemos hecho para merecer esto? El más puro ejemplo incuestionable de lo que es una Realada, término que utilizan las nuevas generaciones para definir sus catástrofes sin justificación. Esta lo es.

"Siempre es la impaciencia por ganar la que nos hace perder". Era el lema del galo Louis XIV, el Rey Sol. Después de encadenar tres partidos sin vencer tras la reanudación, su peor racha desde el comienzo de la Liga, la Real sintió por primera vez ante el Celta la obligación de sacar el partido adelante. No es fácil manejar esa presión. Eso es cierto. Pero ver a esta Real da grima. Sin alma, sin fuelle, apagada, sin ideas... Patética. Angustiosa. Con lo bien que se estaba sin fútbol.

El Celta ya es el equipo que con menos se ha llevado los tres puntos de Anoeta. No hizo absolutamente nada, no generó ninguna oportunidad y se llevó los tres puntos. Ayudado, cómo no, por una decisión arbitral más que discutible. Otra más. Seis penaltis debatibles en seis jornadas. Pero aquí no pasa nada. Todos callados poniendo la otra mejilla. Para llorar. Dicho esto sin obviar que el tema de Llorente clama al cielo. ¿Por qué juega?

Imanol sorprendió al dar descanso al incombustible Zubeldia para apostar por Zubimendi. Su decisión no fue un tiro al aire. Uno de los pocos mensajes que salió de Zubieta desde que la plantilla regresó al trabajo, aparte del desconcertante "están como motos" fue que Zubimendi estaba entrenando de manera sensacional. Los minutos que tuvo ante el Madrid lo confirmaron. No es fácil hoy en día ser mediocentro en la cantera realista por el overbooking que hay tanto de jugadores contrastados en el primer equipo como de la larga lista de candidatos que llaman a la puerta. Martín es distinto a Illarra y a Zubeldia. Probablemente sea una mezcla de los dos. Muy técnico, seguro en los pases con ambos pies y tranquilo. Una cualidad esta última que probablemente le ayudó en su, hay que destacarlo, tercer encuentro con la Real. No son pocos los que vienen desde hace tiempo diciendo aquello de "este llega seguro".

El resto de la alineación fue la esperada, con el retorno de Zaldua y Aritz en la zaga, aunque no se esperara que el elegido para descansar fuese Le Normand, y de Willian José en la punta de ataque. Algo inquietante, ya que no parece que Isak tenga que estar demasiado contento con lo que está pasando después de haberse convertido en la gran sensación de la Liga en enero y febrero. Imanol prefiere al brasileño. Los hechos están ahí. Como es lógico, pese a que no estuvieron bien ante el Madrid, el técnico abogó por dar continuidad a Odegaard y Oyarzabal. Sencillamente porque son futbolistas de talla mundial, a los que siempre merece la pena esperar. Se lo han ganado. Habrá que aguantar más días, porque ayer cero patatero.

La Real salió fuerte comandada por un Januzaj que es de largo su jugador más en forma. Al minuto puso a prueba a Blanco y a los nueve sirvió un gran balón a Merino, que disparó mal. El belga volvió a producir la única opción de un Odegaard que culminó fatal. Oyarzabal, en una acción embarullada, también malgastó una opción muy clara antes de que Monreal fallara un control al borde del área y Llorente tratara de cortar la internada de Aspas con un leve agarrón. El colegiado no dudó, pero la acción a cámara lenta parece punible y, sin embargo, a velocidad normal no parece sancionable. Otro más. Seis en seis partidos y ninguno evidente. Si esto es normal que nos lo expliquen...

Merino no atinó en el descuento ni en la reanudación. La Real dio la sensación de entrar más enchufada, pero no fue para tanto. Llorente lo intentó de cabeza, Januzaj en una falta desde demasiado lejos; Merino otra vez con la testa; y Oyarzabal en un mal chut, que fueron las únicas balas que no aprovechó la Real. Y se acabó. Sin que Imanol atinara con los cambios y lograra hacer reaccionar un equipo muerto. Sin rumbo. Con una pinta de quedar a mitad de tabla que no se entiende.

Un punto de doce posibles. Osasuna y Alavés vinieron a defender y la desactivaron con facilidad. El Madrid la noqueó gracias a su físico y a las ayudas. Y el Celta, con la peor defensa del campeonato, que ha lastrado a un buen arsenal ofensivo del que dispone, la tumbó aprovechando la depresión de caballo que arrastran los realistas. El tema es mucho más serio de lo que hemos ido temiendo. No nos creemos que se ha trabajado bien. Ni que los jugadores han mostrado la actitud necesaria a lo largo de este parón para volver como aviones, tal y como nos vendieron. Menos mal que no queda tanto. Porque habría que empezar a mirar para abajo. Inaguantable. Desastre total.

Por cuarto partido consecutivo, una decisión arbitral más que discutible desniveló la contienda en contra de los realistas

La Real empezó bien, pero se fue desinflando y evidenció que está sumida en una depresión que amenaza el pasaporte europeo