La séptima ya está aquí. Con un protagonista inesperado. Es lo que tiene esta Real. Que resulta complicado discernir quiénes son sus estrellas porque en cada encuentro puede destacar cualquiera de sus jugadores. En esta ocasión el que acaparó los focos fue Januzaj. Un extraordinario futbolista, al que ha costado demasiado engancharle y convencerle de que no va a estar en ningún sitio tan bien como aquí. Ese fue uno de los de los grandes méritos de Carlos Vela. El mexicano supo entender que, pese a poseer unas condiciones magníficas, no le daba para explotar en un gigante, por lo que la Real era el escenario ideal para convertirse en un jugador de leyenda. Como así fue, porque aún se le recuerda.

Januzaj no es capaz de igualar sus registros de asistencias ni de goles, algo que es muy complicado, pero es un elemento elegante con un talento descomunal, como pocas veces se ha visto con esta camiseta. Y si no que se lo pregunten a sus compañeros, que unánimemente suelen reconocer que pocas veces han visto algo así. Con Vela se solía escuchar la típica frase de "si el mexicano quisiera...". Algo parecido sucede con este belga díscolo e indomable, que parece que por fin ha entendido que está en el sitio perfecto para reventarla. Le ha costado. Y puede estar agradecido, porque en ningún lugar hubieran tenido tanta paciencia como aquí con él y sus repetidos actos de indisciplina. Se le ha esperado y ha merecido la pena. Otra medalla para Imanol, que le ha aguantado como ninguno consciente de que algún día, el menos esperado para los demás, destaparía el tarro de las esencias y decidiría encuentros como el de ayer. Porque la contienda de anoche estaba claro que iba a decantarse por un gol partita. Un éxito destinado habitualmente para delanteros centro.

Januzaj asumió galones, fue imponiéndose en todas las parcelas del campo en las que fue apareciendo y, por si fuera poco, marcó de cabeza a centro de Oyarzabal el tanto que valió tres puntos. Era una cuestión de paciencia. Y de confiar en una inercia ganadora que parece no encontrar límite. Siete triunfos seguidos en casa. Increíble. Y durmiendo terceros mientras sueña con la clasificación para la final de Copa el miércoles en Miranda. Qué más se puede pedir...

Apuesta decidida Imanol salió a puerta gayola. E hizo bien. Fue valiente y consecuente con su propuesta de toda la temporada. Es lo mínimo que se le tiene que pedir a un técnico cuando llega el momento de la verdad. En ese sentido, pese a que habrá muchas voces discordantes, como es obvio porque esto es fútbol, la sensación es que hizo lo que tenía que hacer. La Real en la Liga está muy bien situada y es una alternativa clara para luchar no solo por la cuarta plaza, si no por la tercera, que esta campaña, al contrario que en las anteriores, no tiene dueño asignado. Llevamos años exigiendo ambición, por lo que no podemos discutir cuando un técnico se la juega todo siempre con los mejores.

El oriotarra repitió once, de modo que la gran sorpresa fue la suplencia de Portu en favor de un Januzaj que se ganó la continuidad gracias a su buena actuación con un golazo incluido frente al Valencia.

Sergio González, en cambio, arriesgó más de lo que acostumbra para sacar de inicio a Sandro, con el consiguiente efecto amenaza, y cambiar la línea de centrocampistas en línea por el rombo.

El dominio de la Real en la primera parte fue total, pero con muy pocas ocasiones. Demasiado balón para tan poca amenaza. El Valladolid controló bien la situación, sin agobios y con mérito, e incluso se acercó a los dominios de Remiro con tanto o más peligro que los locales. Pocos primeros tiempos se recuerdan de los blanquiazules sin remates en el área en lo que llevamos de curso. Muchas tonterías y detalles delicatessen, pero escasa o nula pegada en el área. Lo que demuestra que tanta filigrana sirve para muy poco, sobre todo cuando el resultado es empate. Eso sí, Merino y Januzaj levantaron los oh de la grada con sus destellos sin culminación.

La realidad y el resumen es que la Real, con su supuesto mejor equipo posible, no chutó entre los tres palos en el primer acto. Ni más ni menos. Y eso dejó un poso inquietante. La única opción nítida de marcar la desperdició Enes Unal a pase de Joaquín, pero su disparo se marchó desviado a saque de esquina. Eso sí, los pucelanos llegaron a provocar hasta cuatro saques de esquina, por cinco de la Real, por cierto, muy mal sacados. Una lástima, porque a nadie se le escapa que el partido se iba a guisar a fuego lento. Y un gol era un tesoro casi definitivo. Un golpe letal.

En la reanudación la Real dio un paso adelante. Recordó que era superior y que tarde o temprano tenía que plasmar la diferencia en el marcador pese a que le estuviera costando. A los pocos segundos, Isak ya cabeceó un córner desde cerca que detuvo Masip. Y a Zubeldia se le escapó una complicada volea fuera en un rechace. Unal, a centro de Sandro, recordó que había adversario de nivel enfrente antes de que Oyarzabal, que olió el cambio, tomara las riendas. El capitán hizo una pared con Monreal, cuyo servicio lo remató fuera Isak, y poco después, tras apoyarse en Zaldua, rompió la zaga vallisoletana para servir un centro que Januzaj cabeceó a las redes.

A partir del tanto se abrió otro encuentro. En el que Odegaard se sintió mucho más cómodo y con espacios y en el que Januzaj no paró de sacar conejos de su chistera. Pese a las innumerables contras en ventaja tras robo que dispusieron, solo Barrenetxea estuvo cerca del segundo tanto en dos remates poco incisivos. En ese escenario y, aunque la sensación era que la Real estaba más cerca del segundo que del empate, el que emergió fue Remiro, quien salvó la victoria con dos grandes intervenciones, sobre todo una última a disparo de Sandro. El canario venía con la venganza preparada en plato frío. No contaba con un porterazo así. Ni tampoco le conocía.

Otros tres puntos más y la Real es tercera a punto de iniciarse el mes de marzo. Nada es casualidad. Este equipo se ha acostumbrado a sumar de tres en tres. Es un ganador nato. No hay ningún motivo por el que se tenga que desconfiar de él para el miércoles. No se parece a ninguna de las plantillas que tantos ridículos ha firmado en Copa y que tan lejos ha estado de la gloria durante tantos y tantos años. El éxito y la inmortalidad os espera. No es normal lo de esta Real. Si no gana por uno, lo hace por un héroe inesperado. Anoeta y Gipuzkoa viven y descansan felices. No pueden dejar escapar esta oportunidad. O estas, porque en la Copa puede llegar a la final y en la Liga acabar en puestos de Champions. Nivel le sobra para ello. Y es ganando este tipo de partidos cuando de verdad te asomas al paraíso.