Cuando el verano languidecía y comenzaba la competición oficial de fútbol, a la hora de analizar la planificación de la Real, fueron muchos los periodistas nórdicos que afirmaban que tenía muy buena pinta porque, entre otros refuerzos, contaba con las mejores promesas de Noruega y de Suecia. Martin Odegaard y Alexander Isak, dos auténticas estrellas en sus respectivos países, no tardaron en hacer buenas migas. Entre ellos se entienden al hablar en sus respectivos idiomas, que, al parecer, no son demasiado diferentes. En el campo lo hacen con una mirada. Porque el fútbol fino y elegante del violinista de Drammen necesita un pura sangre rompedor y llegador como el espigado sueco.

Son dos proyectos de futbolistas extraordinarios, de esos que apuntan a escribir páginas memorables aquí o entre otros clubes. Mientras lo hagan aquí, conseguirán hacer muy felices a la parroquia txuri-urdin. Por lo visto ayer, Isak mejora a Odegaard y viceversa. Y con esa conexión, en este vuelo fletado por aerolíneas escandinavas, se puede soñar con alcanzar el cielo. Tres goles fabricados por la pareja de diamantes tumbaron a un Osasuna que, como era de esperar, vendió muy cara su derrota a pesar de presentarse en Anoeta con piel de cordero y con bastantes habituales reservas.

La Real ya está en cuartos y se puede decir sin miedo a equivocarse que la gran ilusión del curso se encuentra en esta aventura copera en la que solo le separa tres encuentros para alcanzar la final en Madrid. Imposible no venirse arriba.

Fue una noche preciosa, con un ambiente maravilloso y con un duelo entre vecinos lleno de alternativas y de opciones para los dos contrincantes. Si bien no admite discusión que la Real fue superior y siempre llevó la voz cantante, algo muy previsible, la competitividad y la intensidad en la presión de los rojillos estuvieron cerca de darle una enorme alegría en forma de machada, como la catalogó Jagoba Arrasate la víspera de haberse producido.

A los realistas les penalizó y les hizo daño el empate de Osasuna casi a continuación de haber estrenado el marcador y en la segunda parte, antes de sentenciar la eliminatoria con dos dianas más, Moncayola, que ya había rozado el palo justo después del 1-1, remató al larguero en una acción que silenció la animosa y espectacular grada de Anoeta, cuyo espíritu indomable permitió al equipo mantenerse alerta en los 90 minutos. Con un fondo así y una hinchada tan enchufada, todo es posible en el torneo del KO.

La gran diferencia es que cuando estaban las pistas, en un choque así, con más de mil seguidores visitantes repartidos por la grada, solo se les escuchaba por momentos a ellos y, en cambio, ahora, tras la remodelación y la conversión en un campo de fútbol de verdad, apenas se les oía a los rojillos, que, según los que estaban cerca, no dejaron de alentar a los suyos pese a la derrota.

Sin apenas sorpresas Imanol apostó por el once esperado, con Aihen Muñoz en la izquierda, en lugar de Monreal, que reaparecerá de inicio en Leganés, y con Gorosabel, un futbolista en el que confía más de lo que parece en la derecha. En el resto del equipo no hubo más sorpresas que la suplencia de Portu, algo por cierto a destacar, ya que, aunque Barrenetxea se encuentra a un gran nivel y merecía ser titular, quizá había que tener en cuenta que está apercibido de sanción y que después de Butarque vendrá el derbi ante el Athletic. Esto motivó que Oyarzabal pasara a campear por la banda derecha, algo que no le ha solido convencer demasiado. Y Willy en la grada, claro. Porque sigue con la cabeza en otro lado tras haber decidido marcharse. A ver donde está el domingo...

Si para algo venía mal el hecho de haber jugado cuatro partidos este mismo curso ante los navarros era precisamente para que no encontrarán la manera de frenarnos. Como anunció el martes, Jagoba Arrasate modificó su habitual esquema para alinear a tres centrales, con carrileros largos y solo un delantero, Marc Cardona, que siempre tuvo cerca a Rubén García.

El de Berriatua lo clavó, porque no tardó en descubrirse una Real incómoda, que no encontraba fisuras en el entramado defensivo y que no era capaz de completar sus habituales posesiones largas y abrumadoras. A los blanquiazules les costó mucho generar peligro ante la meta de Juan Pérez, quien había dejado una excelente impresión en el amistoso que disputaron en Zubieta.

No fue hasta la aparición de Odegaard cuando los locales comenzaron a amenazar con adelantarse en el marcador. Al noruego se le escapó un disparo alto, tras una asistencia de Isak, en una acción que se había originado en las botas del siempre burbujeante Barrenetxea. El propio jugador nórdico, que no paró de abastecer con buenos balones a sus delanteros, sirvió un centro perfecto que el extremo donostiarra no logró materializar en gol en un demasiado tímido testarazo.

No fue hasta la media hora cuando la Real por fin consiguió inclinar el campo hacia la meta navarra. La primera combinación eléctrica e imparable entre los escandinavos acabó en un remate demasiado cruzado de Isak, en una jugada que comenzó desde el suelo Oyarzabal. En la siguiente, el sueco acabó metiendo la punta de la bota, pero se topó con Juan Pérez. Aunque segundos después, Odegaard insistió en buscar a su amigo y este no falló con un buen chut raso que entró tras pegar en la madera. Lo más difícil estaba hecho. Pero como la Real siempre arriesga y a veces se muestra con una candidez inaguantable, Barrenetxea falló un servicio al centro, Moncayola cortó, Rubén García asistió y Marc Cardona selló el empate. Osasuna no es de los que se suele conformar con este tipo de regalos y se creció hasta el punto de que otra recuperación del canterano navarro estuvo a punto de convertirse en el 1-2, pero su disparo se marchó fuera por muy poco.

En la reanudación, la Real pareció salir muy motivada y a los cinco minutos, en una recuperación y asistencia de Odegaard, Oyarzabal se topó con una mano milagrosa de Pérez. En el saque de esquina, Isak, que domina todos los registros, cabeceó fuera. El susto de la noche llegó en otro regalo en la salida de balón entre Remiro y Guevara, que perdió de vista la acción, pero el meta salvó el chut de Moncayola en una felina estirada antes de que el esférico se estrellara en el larguero. Fue la gran ocasión de Osasuna.

Imanol sacó a Monreal para que serenara los ánimos atrás y Odegaard anotó el 1-2 en otra falta majestuosa ante Osasuna (en la Liga, en El Sadar hizo el 0-3), en la que no se colocó bien Juan Pérez. Con Osasuna grogui y la Real lanzada, Barrenetxea rozó la escuadra tras un buen robo de Guevara; e Isak selló la clasificación con un testarazo a saque de esquina de, quién si no, Odegaard. Osasuna lo intentó sin mordiente hasta el final.

La Real ya está en cuartos de final y lo hace volando alto y apuntando a la gloria. Le quedan tres partidos para meterse en una final. Si lo importante para hacer algo grande en la Copa es creérselo, el primer paso está dado. Nadie camina con tan paso firme. Este equipo puede competir y derrotar a cualquiera. No encuentra límites en duelos directos cuando a la vuelta de la esquina le espera la inmortalidad. Imanol les puso en el camino y les convenció, ahora le toca estar a la altura y no sentir vértigo. Mañana será el sorteo. Nadie va a querer a esta temible Real.