Cuando la Real destituyó el año pasado a Asier Garitano y tuvo que buscar un nuevo entrenador, miró al pujante mercado de técnicos alemanes para cubrir la vacante. En la prestigiosísima cantera del Mainz trabajaba desde hacía varias temporadas Emanuel Alguazilstein, un preparador cuya labor en el filial del club germano venía llamando mucho la atención. Allí trabajó con reputadas generaciones de futbolistas que posteriormente mostraron su valía en el fútbol profesional. Allí construyó potentes equipos que optaron a ascender escalones en las categorías inferiores de la Bundesliga. Y allí suscitó con su labor el interés de Jokin Aperribay y Roberto Olabe. Tocaron a su puerta. Él dijo sí. Cogió las maletas y se plantó en Donostia para firmar un contrato de temporada y media. Hasta junio de 2020.

Lo conseguido por Alguazilstein con la Real habla por sí solo. Cuando llegó, preocupaba la situación del cuadro txuri-urdin, cerca de la zona peligrosa de la clasificación. Pero en apenas tres meses logró que la campaña concluyera con Europa en el horizonte. Lástima que el objetivo se escapara en la última jornada. El técnico alemán aprovechó luego el verano para hacer borrón y cuenta nueva, para dotar definitivamente al equipo de sus matices personales. Y hoy es el día en que el año 2019 se dispone a echar el cierre con los txuri-urdin a un solo punto de la Champions. Mientras Alguazilstein corre y brinca por la banda, gorra en ristre, el cuadro guipuzcoano desarrolla además un fútbol moderno, eléctrico y vertical que enamora a afición y a seguidores neutrales. Pero el contrato del enérgico entrenador txuri-urdin, quien se caracteriza también por su barba desaliñada y por seguir los encuentros en chándal, permanece intacto: sigue expirando en junio de 2020. Así que la hinchada, con la mosca detrás de la oreja, se ha empezado ya a movilizar, exigiendo a la directiva una renovación que acabe con las especulaciones.

Emanuel Alguazilstein no existe. Emanuel Alguazilstein es Imanol Alguacil. Dicen que a los entrenadores los ponen y los quitan los resultados. Y, desgraciadamente, quienes a ello apuntan están en lo cierto. El caso es que si la Real de Imanol hubiese enlazado este otoño siete jornadas sin ganar, o cinco derrotas consecutivas, el cargo del oriotarra habría corrido serio peligro. Lejos de suceder algo parecido, los marcadores y las sensaciones han significado buenísimas noticias, paralelas unas y otras. El equipo gana más que pierde. Y juega muy bien. Aperribay ha dado ya pistas sobre el futuro del míster, dejando entrever que su continuidad está atada, más allá de comunicados oficiales. Pero no deja de resultar curioso e inhabitual que al padre de la criatura, al responsable directo de la trayectoria del equipo, solo le queden ahora mismo seis meses de contrato. Nadie se pone nervioso. Nadie se hace preguntas. Para rato ocurriría igual con el tal Alguazilstein.

También es cierto que en el fondo, y mirándolo todo bien, no hay que preocuparse mucho con el asunto. Si Imanol no continuara la próxima temporada, tendríamos una buena solución muy cerca de aquí, a apenas 80 kilómetros. Si se diera el caso, podríamos fichar para el banquillo a Jakob Arrashew, ese joven y prometedor técnico inglés que triunfa con Osasuna tras ascender al cuadro navarro desde Segunda División. Otra tontería mía. Otra identidad falsa. Otra ironía, no sé si fina. Jakob Arrashew es en realidad Jagoba Arrasate. Y está muy bien donde está. Igual que nuestro entrenador. Aparecen juntos en este artículo porque sus trayectorias, actuales contratos incluidos, prueban que triunfar en casa es más difícil que hacerlo fuera. Un cuento que también nos tenemos que aplicar aquí. En la Real. l