Una de las películas de comedia romántica que más veces he visto repetida es sin duda Desayuno con diamantes. Audrey Hepburn y George Peppard, protagonistas de una historia. Acostumbraban a desayunar frente a Tiffany’s , una joyería de lujo. Supongo que el horario en que se servía el café era razonable. Nada que ver con el del partido que disputaron en El Sadar a las dos de la tarde los chicos de Jagoba e Imanol.

A la hora en la que untaba la mantequilla y la mermelada sobre la tostada que acompañaba mi café con leche, y cantaban de fondo los niños que reparten la suerte, a los jugadores les tocaba almorzar, porque lo normal es que, como muy tarde, a las once de la mañana estuvieran dando vueltas por el bufé del hotel, eligiendo lo que les apeteciera. Un poco de pasta, o de pollo, o de arroz, o ensalada, o pescado si lo hubiere y el postre. ¡Y a silbar a la vía!, porque a esa hora no apetece casi nada.

No sé si sigue vigente el asunto, pero antes les dejaban acudir pronto a un desayuno opcional. Es decir, bajaban de las habitaciones, tomaban algo y se volvían a la cama. Si eso sucedió ayer, calculo las ocho de la mañana como muy tarde. Es decir, trajín y desorden para afrontar un partido de máxima exigencia en donde para ganar había que obrar milagros. Le he visto a Osasuna este año unos cuantos partidos, porque me gusta cómo juegan y porque aprecio mucho a su técnico, que me parece un señor en toda regla. ¡Uno di noi!, aunque ahora sienta y defienda otros colores porque es un gran profesional. El suyo es un equipo que no da gratis ni la hora, como se comprobó ayer hasta el último minuto. Su estilo y el de la Real distan bastante y la única duda que me asaltaba era saber cuál de los dos iba a imponer su ley con los argumentos que les diferencian. En los primeros cuarenta y cuatro minutos de la contienda solo lució una camiseta. Sobre el césped, como otros muchos partidos, Martintxo y Mikeltxu mantenían el habitual idilio. La conexión entre ambos es una delicia, solistas, y el coro de los que juegan a su alrededor un ejercicio de complicidad. No me imagino a los dos zurdos entonando Moon River, un monumento de canción que interpreta la Hepburn, guitarra en mano, sentada en el alféizar de una ventana. ¡Momentazo!

Ese río de luna se parece mucho a la primera media hora de partido. Brillaban los diamantes del equipo. Asistimos a una exhibición en toda regla, una catarsis futbolística, un pintxito de txistorra, un alfajor, unos casadielles, un guirlache, un mazapán, una compota con canela en rama, unos fardelejos, un copazo divino de la muerte, un franchipán, un bocata di cardinale, un Saint Honoré. ¡Lo que queráis. Estaba siendo todo tan rico y tan dulzón! Nos relamíamos.

Osasuna no necesitó tantos minutos para meternos el miedo en el cuerpo y anunciar que estaba dispuesto a cambiar el guion. Cuando Aridane abrió el marcador para los rojillos, pensamos que nos llegaba un tsunami en toda regla, un equipo arrasateando por donde apareciera un resquicio. Si no lo encuentran, se busca. Es lo que hace Chimy Ávila todos los domingos y fiestas de guardar. Con el 2-3 supongo que todos pensabais lo mismo o parecido. ¿Cómo se puede complicar tanto un partido que lo llevas como gloria bendita? Quizás no hay respuestas convincentes, pero es indudable que debieron redoblar esfuerzos y volver a empezar, remar con peor oleaje y mar mucho más bravía para llegar a buen puerto.

Llegó el cambio. La entrada de Le Normand por Guevara, para que el de Côtes d’Armor ocupara la misma posición, sin tocar el eje de la zaga con Zubeldia y Llorente a sus espaldas. Eso enfrió mucho el partido (felizmente) y sucedió antes de la expulsión de Roncaglia y el gol de Isak. Las cosas parecían encaminadas y calmadas, pero el rival es rocoso y pegadizo. No concede un respiro y se mete de nuevo en el partido para apretarte las clavijas hasta el pitido final. Eso les honra. Lo mismo que a los realistas que debieron dar lo mejor de sí mismo para ofrecer entre todos un partido que cualquier aficionado neutral calificaría como formidable. Tres puntos a base de entrega, disciplina y corazón.

¿Ahora qué? Desde luego, vacaciones y descanso. Se lo merecen. No les va a quedar mucho tiempo para turrones, almendras y peladillas. Seguro que el entrenador les ha pedido que se cuiden, que no se pasen con los chupitos y esas cosas, que lo de enero no es una cuesta, sino un Tourmalet, con el añadido de una expedición a Ceuta que es más complicada que subir al Annapurna. Son cerca de las seis de la tarde cuando estoy terminando de escribir. Como decía Serrat en una canción “detrás de los cristales llueve y llueve”. Caminito, no de Belén, sino de la cocina para hacer un chocolatito que me temple. Mientras pasa a mejor vida un bollo suizo, o dos, volveré a ver el partido, merendando sin diamantes, ni joyerías, pero contento por el partido vivido y a lo mejor con Moon River como música de fondo. ¡Sed felices y pasad buenos días! Eguberri on denoi!