Otra película
pues sí. Subrayábamos en la previa del partido que a la Real se le habían atragantado los visitantes con esquema de tres centrales. Y así se plantó el Leganés en Anoeta, con defensa de cinco. Pero poco tuvo que ver la película con la que nos ofrecieron aquí Girona, Sevilla y Huesca. No es cuestión de resultado final. No es cuestión de ganar, perder o empatar. Se trata, más bien, de que Pellegrino demostró ayer que los sistemas son solo eso, dibujitos. Que lo importante, más que la partitura, es cómo la interpretes. Su equipo, lejos de atrincherarse, fue valiente. Se expuso en la salida. Apretó muy alto. Y generó un contexto de partido distinto al que podía esperarse. Al menos desde fuera.
Hubo fases de la primera parte en las que los nuestros ofrecieron la misma sensación de impotencia que en tardes pasadas. Aunque esta vez no lo hicieron mediante posesiones estériles e interminables, sino mostrando tremendas dificultades para superar la primera línea de presión rival. Conseguir burlarla tenía premio, en forma de espacio para dar y tomar a la espalda de la zaga pepinera. Pero la Real no podía explotarlo. Como tampoco fue capaz de dar continuidad a esos buenos minutos de dominio territorial que firmó en el primer cuarto de hora, durante el que se manejó con cierta soltura. Atrajo por fuera con laterales e interiores para buscar a Januzaj y Oyarzabal en los carriles centrales. Los encontró a menudo. Y apuntó a un partido diferente al que terminamos viendo.
Pasó luego que el Leganés impuso su bloque alto. Logró ahogar a la Real. Pero dejando siempre una puerta abierta que los de Imanol terminarían encontrando, ya tras el descanso. Corrió Sola por la banda diestra. Con metros y metros por delante. Y la acción terminó en un 1-0 clave que lo desatascó todo. Quedan los puntos, por supuesto. Quedan también los movimientos del entrenador en la búsqueda de posibles soluciones. Ayer nos dejó esa posición híbrida de Zubeldia, central o pivote a tiempo parcial, que tan bien supo interpretar el azkoitiarra.