Pues sí, 3-0. Visto lo visto, si en vez de 3-0 llega a terminar 6-2 nadie se podía haber extrañado. Parece que resultó sencillo, explicado así. Pero solo lo fue hasta cierto punto. El Granada vino a presionarnos arriba y a achicar espacios adelantando su defensa, en una actitud muy similar a la que adoptó ayer la Real. Esto generó de inicio un panorama casi idéntico al de la visita al Rayo a comienzos de enero, con dos equipos enganchados del cuello, jugando en apenas 40 metros, y provocando errores en el rival antes que facilitando aciertos propios. En medio de un océano de imprecisiones, comprensibles por forzadas casi todas ellas, les dio aún así a ambos conjuntos para generar situaciones de posible peligro, jugadas en las que decantó la balanza la mayor calidad txuri-urdin.
O, lo que es lo mismo, la mayor calidad de Mikel Oyarzabal. Anotó dos goles, intervino en la gestación del restante y confirmó las buenísimas sensaciones que venía ofreciendo. Pero cualquier estadística se queda corta ante lo realmente importante en esto del fútbol, marcar la diferencia. El eibartarra lo hizo ayer desequilibrando una contienda hasta entonces muy pareja, al sacarse de la nada más absoluta la acción del 1-0. Pared con Vela. Centro perfecto para Xabi Prieto. Poste. Y gol meritorio en el primer palo tras el rechace. El resto de la historia, a estas alturas, es de sobra conocido por todos. Lo es, de hecho, desde el lunes pasado, porque todos vimos en Cornellà de lo que es capaz este equipo en ventaja y con espacios por delante.
En plena algarabía victoriosa de Anoeta, Eusebio brindó al chaval, sustituyéndole, una merecida ovación durante la que una pregunta rondó mi cabeza. ¿Y si al presidente del Southampton le llega a dar por vender a Juanmi? Aquí lo tendríamos, no quiero imaginarme por cuántos años ni con qué contrato, tras un movimiento txuri-urdin en el mercado tan discutible como de sobra conocido por todos. ¿Qué hace entonces el director deportivo poniéndose medallas que no le corresponden? Alucinante.