No me gustan las banderas. Nunca me han gustado. Es más, solo me siento realmente identificado con una, la de la Real. Aunque siempre respetaré a los que piensan distinto, jamás he entendido a los que van a un campo de fútbol con otros colores que no son los de su equipo. Para mí, las banderas son símbolos con un claro efecto distanciador, por lo que no me interesan lo más mínimo. En cambio, la de la Real me fascina. Y su escudo, el más bonito que he visto nunca y lo digo como lo he sentido siempre. Y su traje, blanquiazul, elogiado por todos los estadios por los que pasa sin que le obliguen a disfrazarse con su segunda indumentaria. Y, por supuesto, me encanta el Txuri-urdin. Un himno precioso, sencillo, cercano, pegadizo y fácil de memorizar hasta para los que no saben euskera. Sigo sin comprender el motivo por el que no lo cantamos al unísono antes de cada encuentro todos los aficionados realistas. Yo siempre lo tarareo discretamente, en bajito, en el mismo palco de prensa. En todos los encuentros. Porque me sale así, siempre me ha pasado. Supongo que me recuerda a los días que llegaba a Atocha y sonaba cuando el equipo saltaba al campo. Sin compañía, como debe ser, para que tu gente te demostrara su cariño y que estaban unidos para la batalla. Que esto de desfilar todos juntos y darse la manita, por mucho fair play que fomente, me parece una tontería prescindible. Antes eran muy pocos los que llegaban tarde a los partidos importantes (tampoco había tantos problemas en las entradas como últimamente) para poder presionar al contrario cuando entraba en escena y que percibiese que iba a pasar 90 minutos de perros.

El Txuri-urdin es nuestra canción. La que aprenden los niños en las ikastolas. La que tocamos en la Tamborrada, en la Arriada. La que cantamos entre amigos de copas cuando hemos logrado un triunfo importante. La que nos pone la carne de gallina. Toda la Liga reconoce el himno de la Real. Si hasta he trabajado con un compañero sevillano que se lo sabía entero y cada vez que salíamos por la noche con su coche por Madrid lo íbamos cantando a gritos. En realidad es una melodía mágica, porque llega a emocionar tanto a los que amamos a este club que nos entran ganas de darnos efusivos abrazos de gol con los que, además, no tardamos en evocar mil y una imágenes de felicidad proporcionadas por nuestra Real. “¿Te acuerdas de cuando marcó...?” (Beti, beti, maite, maite, maitea).

Es por este motivo que me resulta intolerable que últimamente no pongan el Txuri-urdin entero en Anoeta antes de los encuentros. En los años anteriores lo han ido acortando hasta el punto de que en la última cita, ante el Eibar, solo sonó durante diez segundos. Me da completamente igual el marketing, los vídeos que haya elaborado el club en los que salen en el marcador los jugadores con cara de pereza o que el speaker tenga ganas de lucirse recitando la alineación. Disculpen, si no cantan el emocionante Txuri-urdin, ¿cómo van a gritar el nombre de los futbolistas como hacen en otros países donde tienen otras culturas en los estadios? A los hinchas de la Real nos gusta llegar a la grada y escuchar nuestro himno para entrar en calor y centrarnos en el choque. Y el motivo está claro, nos recuerda que somos únicos y grandes, como detalló el inspirado socio y accionista Sebas Martija en su conmovedor alegato en la Junta, con el que pidió a Aperribay que dejara de hacer de menos a este club (se le olvidó un dato memorable que también nos engrandece, que el primer máximo goleador de la Liga fue un realista, Paco Bienzobas. Así se debería llamar el trofeo para el que más goles marca).

Me imagino que muchos estarán pensando que parezco un abuelo Cebolleta. Y puede que tengan razón. Pero seguro que la gran mayoría pertenecerá a La Generación Perdida, la misma que en 27 años solo ha visto a la Real eliminar a dos Primeras y que acumula 17 sin disfrutar con una remontada en la Copa. ¿Cómo me van a entender, si no han llorado con los goles de Bakero en las semifinales de San Mamés y el Bernabeú? ¿O con la voltereta del Rekarte mayor tras recorrerse todo un Atocha embarrado y marcar al Atlético? Y que conste que no es su culpa, porque la que se lo debe es la Real (Gazte gaztedi, aupa mutilak). Este torneo tiene un aura especial, inexplicable por su incertidumbre, pero que es capaz de cambiar el rumbo de un equipo tras una noche mágica. Nada mejor para invocar hoy a los espíritus del Olimpo realista que entonar nuestro himno, completo y en su versión oficial, antes del comienzo de un duelo que los nuestros están obligados a sacar adelante. Txuri-urdin, txuri-urdin aurrera!