El calentamiento global y el deshielo aceleran la "caza" de mamuts en Siberia
Cada primavera, las llanuras de Siberia se convierten en un western. Grupos de científicos, cazadores locales y tratantes de marfil llegados de Moscú se disputan o colaboran por un botín descomunal. Se trata de los cadáveres de hasta 150 millones de mamuts lanudos que aún permanecen bajo el permafrost, el subsuelo helado de la península de Taimyr y la República de Sajá, dos territorios rusos con una extensión siete veces mayor que la Península Ibérica. La tundra funciona como una máquina del tiempo. Sus temperaturas bajo cero hacen que los mamuts enterrados conserven piel y pelo sobre los huesos y hasta su última comida en las entrañas. Por razones que algunos expertos atribuyen al calentamiento global, el permafrost se derrite cada vez más rápido, destapando un mayor número de fósiles y convirtiendo las praderas heladas de Siberia en una tierra de oportunidades. Con el deshielo y antes de que el corto verano convierta la tundra en un cenagal intransitable, los científicos desembarcan en Siberia para una nueva temporada de caza. Disponen de unas semanas para localizar el mayor número de restos.
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