El título de esta glosa hace referencia a un ensayo de Ortega y Gasset llamado Mirabeau o el político. Prescindiendo de comparaciones entre la calidad literaria y filosófica del autor del ensayo y del político analizado, a Aitor sí se le pueden aplicar muchas reflexiones obtenidas de esta obra.

Aitor es un político vocacional, ya lo era desde joven en aquellas interminables Asambleas del Partido, celebradas en Artea, que ya acreditaban sólidas convicciones abertzales expuestas con una erudición que elevaba el nivel y a veces hasta la capacidad de comprensión de los que participábamos en las mismas y que sigue acreditando en su condición de Portavoz del Grupo Parlamentario Vasco en el Congreso.

Aitor con la edad, y eso nos pasa a todos, ha ido adquiriendo una valoración positiva del pragmatismo que a la postre en política resulta el único método que puede fructificar en objetivos concretos, siempre sin perder la referencia que debe caracterizar a un abertzale.

Yo que he compartido ocho años, dos legislaturas con él, compartiendo escaño, he podido comprobar esa doble vertiente. El discurso reivindicativo, en ocasiones beligerante, en una institución como el Congreso de los Diputados y el espíritu práctico cuando él, Iñaki Goikotxeta y yo mismo negociamos con los representantes del Gobierno español el desbloqueo de no pocas competencias.

Ha querido la suerte que también hayamos coincidido como profesores en la Universidad de Deusto por lo cual también he conocido su vocación universitaria y calidad académica y también alguna de sus debilidades intelectuales, la impartición de un curso sobre un colectivo infrarrepresentado como el constituido por los indígenas norteamericanos, que en virtud de una sentencia de un Tribunal Federal son propietarios del terreno sobre el que se ha construido la ciudad de Nueva York.

Obviamente le he conocido también como persona y sin perjuicio de su aparente seriedad posee un fino sentido del humor que lo ha llegado a mostrar incluso en la tribuna del Congreso y desde luego en los escasos momentos de ocio que un grupo de cinco o seis diputados se puede permitir en Madrid. Lo único que nunca le he visto hacer es cocinar, en el ámbito doméstico le he visto cortar la hierba, dedicarse a la horticultura, preocuparse por la educación de sus hijos, pero como nos pasa a tantos tenemos la asignatura pendiente de los fogones.

Cuando llegó al Congreso yo ya era diputado y he visto su evolución de un diputado con un perfil técnico-jurídico con responsabilidades vinculadas a la elaboración de las leyes, cuestión no poco relevante y cómo ha llegado en el día de hoy a erigirse en un referente político no solo entre los miembros de su partido sino en todos los demás grupos parlamentarios, poseyendo además una alta reputación como político en todo el Estado.

Como nuevo Presidente del EBB le deseo suerte pero sobre todo le deseo que despliegue sus capacidades para ahormar el partido a los complejos retos con los que se enfrenta en nuestra sociedad.

Exdiputado en el Congreso