Una de las consignas más repetidas por Iñigo Urkullu es su rechazo a los escenarios de fractura social, frustración y ruptura de la convivencia. Estos principios lo han llevado a defender un acuerdo transversal entre abertzales y no abertzales sobre el nuevo estatus de autogobierno sin que ello suponga una renuncia a sus aspiraciones, pero también lo han llevado a poner su empeño personal en experiencias de mediación en materia de paz y ante el procés catalán.

Corría el año 2011, todavía con el PNV en la oposición y con Urkullu como líder del EBB del PNV. El jeltzale mantenía entonces contactos a varias bandas con el presidente socialista, José Luis Rodríguez Zapatero, con Alfredo Pérez Rubalcaba y con el histórico de la izquierda abertzale Rufi Etxeberria, con el propósito de acelerar el tránsito hacia la paz antes de que un eventual adelanto electoral y un Gobierno liderado por el PP de Rajoy diera al traste con los avances. Urkullu empujó a favor de la legalización de la izquierda abertzale y también lo haría después a favor del desarme de ETA. Sus encuentros con la Comisión Internacional de Verificación de Ram Manikkalingam contribuyeron a dar legitimidad a estos agentes para un cierre de la violencia ordenado y unilateral, sin contrapartidas. El matiz del cierre ordenado era relevante. Con Rajoy ya en La Moncloa, se especulaba con la puesta en marcha de un operativo policial a gran escala para detener de un plumazo a los 80 miembros que aún le quedaban a ETA, lo que podía desembocar en un tiroteo que redujera el proceso a cenizas. Urkullu, ya como lehendakari, pidió a Rajoy que, si no iba a facilitar el desarme, al menos no pusiera piedras en el camino. Rajoy se apartó con su célebre “si quieren desarmarse, nos parece bien; que lo hagan ya”.

Entre Rajoy y Puigdemont

En 2017, el lehendakari trató igualmente de buscar una salida para evitar una declaración unilateral de independencia en Catalunya y la suspensión del autogobierno por parte del Gobierno de Rajoy. Urkullu no ha llegado a calificarlo de mediación y cree que se limitó a hablar con unos y otros para evitar un cisma. La solución pasaba por una convocatoria electoral por parte del entonces president Carles Puigdemont, pero finalmente las presiones dinamitaron esta salida y hubo choque de trenes.

En general, Urkullu se ha mostrado incombustible y ha formulado múltiples iniciativas para desbloquear el encaje territorial de las naciones sin Estado, ya sea con una convención constitucional, con un Concierto Político vasco para una relación bilateral con el Estado o, en un ámbito más global, la propuesta articulada entregada a Europa para dar voz y voto a los territorios.

Nuevo estatus por la vía del acuerdo

Urkullu aplicó la receta del diálogo también en el caso vasco. Con el recuerdo del portazo al Nuevo Estatuto Político de Ibarretxe aún fresco en la memoria, parecía evidente que cualquier intento que no contara con el respaldo de al menos uno de los partidos mayoritarios en el Congreso quedaría igualmente abocado al fracaso. PNV y PSE dejaron fuera de su acuerdo de gobierno el debate del nuevo estatus y optaron por depositarlo en el Parlamento Vasco para limar ahí sus discrepancias, por ahora sin éxito. Los juristas designados por PNV, PSE y Elkarrekin Podemos-IU sí dejaron unas bases muy consensuadas, con votos discrepantes sobre el derecho a decidir. 

Además, se ha arrancado al Gobierno español un calendario de transferencias que incluye la gestión del régimen económico de la Seguridad Social y que supondrá cumplir el Estatuto. Se han acordado once con Sánchez (dos líneas de tren por sentencia del Tribunal Constitucional, la AP-68, el seguro escolar, productos farmacéuticos, ayudas a la jubilación en empresas en ERE, la gestión de las cárceles, transporte por carretera, ISSN, el edificio del Distrito Marítimo de Ondarroa y, fuera del calendario, el IMV). Se han ultimado, además, otras tres competencias sobre ferrocarriles, convalidación de títulos universitarios y acogida de refugiados y migrantes, lo que no oculta las tensiones por la erosión del autogobierno.

Argentina, Quebec, Japón, la salida del Tour...

En términos de proyección internacional, el lehendakari ha liderado misiones empresariales y políticas en lugares como Argentina, Chile, Quebec o Japón, un país con quien se ha reforzado la alianza hasta niveles históricos. Además, el Gobierno vasco ha abierto una nueva delegación en París, el Tour ha salido de Bilbao, y Urkullu ha tenido contactos con las autoridades europeas para impulsar la macrorregión atlántica y que los territorios del oeste no pierdan influencia.