Cristina Laborda se convertirá en los próximos días alcaldesa de Irun, después de que José Antonio Santano renuncie este lunes para marcharse a Madrid como secretario de Estado de Transportes y Movilidad Sostenible. Concejal desde 1999, atesora ya una trayectoria política de casi 25 años desde que fue elegida para la Corporación irundarra. En pocos días se convertirá en la primera alcaldesa de Irun.

En el reparto de las áreas, Santano optó por distribuir todas las carteras en cuatro concejales delegados, a la espera de un gobierno de coalición que no termina de llegar. En esa estructura, Cristina Laborda gestiona hasta la fecha delegada ocho áreas.

Nacida en Donostia en 1980 y licenciada en Historia (2003) y en Humanidades y Empresa (2006, con premio fin de carrera al mejor expediente académico) por la Universidad de Deusto, esta irundarra procede de una familia de larga tradición socialista. Su padre, el hondarribiarra Ramón Laborda, fue concejal durante 17 años en la ciudad costera, mientras que su madre, Juani Albolea, forma parte del Comité Local que preside Santano como secretario general de la agrupación.

Cristina Laborda ha desarrollado desde 1999 una carrera política en la que, además de ser juntera y parlamentaria, dentro de la Junta Local de Gobierno ha adoptado materias con cada vez mayor peso en la gestión municipal.

Al frente de Juventud entre 1999 y 2003, cuando debutó como concejala con 19 años a las órdenes del entonces alcalde, Alberto Buen, en 2003 sumó a sus competencias Cooperación. A partir de 2007, lideró el Área de Bienestar Social, Educación y Juventud.

Representante del PSE en las Juntas Generales de Gipuzkoa entre junio de 2007 y marzo de 2008, ese mismo año dio el salto al Parlamento Vasco, donde fue parlamentaria durante el Gobierno de Patxi López, hasta 2012. En ese periodo, tras las elecciones municipales de 2011, Laborda fue designada para una de las carteras relevantes en un ayuntamiento, la de Movilidad, Vía Pública y Obras; que en 2015 cambió por Movilidad, Vía Pública y Obras.

Cuando el gobierno de coalición con el PNV se quebró en 2018, Laborda sumó a sus desempeños Policía Local y Convivencia. En el último mandato ha gestionado Recursos Humanos y Servicios Generales; de Obras Públicas; y la de Policía Local y Convivencia. 

Segunda teniente de alcalde, desde junio está al frente de todas las áreas que en los distintos momentos de su trayectoria política municipal ha llevado, como son Bienestar Social; Recursos Humanos y Servicios Generales; Obras Públicas; Policía Local y Convivencia; Valores y Derechos Humanos; Cooperación al Desarrollo; Igualdad y Consumo.

Retos sobre la mesa

Este escenario, en el que cuatro ediles llevan delegadas todas las áreas, será uno de los primeros que deberá afrontar Cristina Laborda en los primeros días como alcaldesa. Tras configurar su primera Junta de Gobierno Local, que deberá rehacer repartiendo parte de las múltiples carteras que ha gestionado desde junio, intentará rematar las conversaciones abiertas para cerrar un gobierno de coalición que dé estabilidad al Ayuntamiento. Con 10 concejales de 25, el PSE busca el apoyo de al menos tres ediles, cifra que alcanzaría con el PNV (7 escaños) o EH Bildu (4).

En materia de infraestructuras, Laborda encontrará dos grandes retos como son el de Via Irun, con las obras de la nueva estación de Adif que costará 65 millones de euros recién comenzadas, y la construcción del nuevo pabellón de Ficoba, para el que los proyectos de presupuestos de Irun y Gipuzkoa ya consignan partidas económicas; además de tener que rematar la ampliación de la céntrica biblioteca CBA y el edificio municipal en la plaza San Juan; la extensión del polideportivo de Azken Portu y el traslado de las pistas de atletismo y rugby de Plaiaundi a Txenperenea, y el desarrollo del ámbito residencial de San Miguel-Anaka, sin olvidar el encaje de las nuevas instalaciones de Salud, motivo de enfrentamiento entre el Ayuntamiento y el Gobierno Vasco.

La seguridad ciudadana también será una de las cuestiones que deberá cuidar el nuevo gobierno local en una ciudad que por su carácter fronterizo presenta una casuística propia, mientras que en materia de igualdad, el futuro del alarde seguirá sobre la mesa.