El sanchismo ya no existe en el PSOE. Pero el PSOE es Pedro Sánchez. Toda una contradicción autárquica que debería entenderse sencillamente como un ejercicio recurrente de rectificación disfrazada. Aquellos principios que defendió una aguerrida guardia pretoriana para propiciar el revolcón orgánico en las Casas del Pueblo son ya la hoja caduca de una ilusión vencedora. Aquel líder triunfante que engatusó mayoritariamente a una afiliación mortecina sigue teniendo intacta su ambición, pero sus urgencias son otras bien distintas. Ahora se trata de sobrevivir en el poder. Por eso, sin inmutarse cambia de principios como Groucho Marx porque siempre tiene otros y, por eso, cambia de vasallos.

Sánchez se ha tomado muy en serio la advertencia demoscópica de Tezanos (CIS) de que la derecha puede recuperar el poder. De ahí que se haya lanzado en tromba –“a por todas”– para rearmar un discurso de izquierdas y zarandear el árbol del partido. El presidente cree que todo es culpa de la guerra y, principalmente, de una nefasta política de comunicación. Nadie se atreve a decirle que mida su pérdida de credibilidad porque puede acabar en metástasis. Además, el ajuste de cuentas que encierra tan significativo carrusel de cambios en la dirección federal del partido parece borrar de un plumazo, paradójicamente, aquel pernicioso efecto de las familias socialistas enfrentadas, y que luego supuso hostigamiento y destierro para infinidad de perdedores. Llegados al actual momento procesal, no hay tiempo que perder: prietas las filas que acecha el enemigo.

Las escenas aportan la pimienta de la curiosidad. Patxi López, aquel que desnudó la consistencia ideológica de Sánchez preguntándole qué es una nación en la pelea por el liderazgo del partido, recupera un emblemático cargo que en los últimos meses ha tenido uno de los portavoces más endebles que se recuerda en la historia parlamentaria del PSOE, Héctor Gómez, elegido también por el mismo dedo del presidente. Pilar Alegría, portavoz incondicional del susanismo en los días de guerra de guerrillas, recibe de manos del César el diploma de honor que certifica su conversión al oficialismo para que comience a explicar con mejor suerte que el defenestrado sanchista Felipe Sicilia los logros de un partido que apuesta por hacer más felices a los españoles en los tiempos de dificultad, como dice sin convicción Félix Bolaños. O qué decir de Óscar López, amnistiado por su delito de mano derecha de López, y que vuelve a compartir distendidamente con Antonio Hernando y Sánchez aquellos interminables ratos de café cuando pergeñaban, encantados, la enésima envolvente para el maquiavélico Pepiño Blanco.

Tampoco está descartado que el PP ponga de su parte para ayudar a Sánchez y así malgastar la renta que se les presupone. Otro nefasto desatino como el cometido en el debate del estado de la nación puede empezar a pinchar el globo de Feijóo, hasta ahora intocable incluso sin sufrir mayores memes cuando se equivoca, como si fuera un Casero cualquiera, con los botones de votación en el Senado. De momento, le basta con asistir al desgaste del Gobierno de coalición, sobre todo cuando sufre las diabluras que se les ocurre a algunos partidos de la mayoría parlamentaria y que le enredan sus compromisos legislativos. El reciente rechazo de hasta tres textos normativos en la Cámara baja por parte de fuerzas independentistas supone todo un golpe bajo antes de empezar las vacaciones.

Aunque para ajuste de cuentas, pregunten a Ione Belarra. La decapitación sin contemplaciones de su segundo en el Ministerio resuelve cualquier duda sobre el hambre de revancha que las listas de las autonómicas andaluzas han dejado en Unidas Podemos y el sabor amargo que sigue produciendo las adhesiones hacia el proyecto de Yolanda Díaz. No es un cese cualquiera, ni tampoco su sustitución. De ahí la magnitud de la tormenta. Enrique Santiago, el líder del PCE y acérrimo partidario de la confluencia Sumar, se va a la calle sin paños calientes, señalado abiertamente por la sucesora de Pablo Iglesias como uno de los cerebros que más maquinó contra los intereses podemitas en la confección de las listas del pasado 19-J. Y su vacío en la Secretaría de Estado de la Agenda 2030 lo viene a ocupar Lilith Verstrynge, en cuyo domicilio familiar asistió al germen de los círculos de aquella izquierda transformadora.

En todo caso, para puñaladas de salón nada como seguir atentos el proceso judicial y político en torno a Laura Borràs.