- Da importancia y agradece que, aunque pasen los años, su hermano "todavía permanezca en la memoria de muchos." Dice que "la verdad se oculta pero a la vez se guarda", convencida de que la realidad sobre lo que le pasó a Mikel "está en algún lado". Siete lustros después, el muro con el que se topó la familia Zabalza perdura, y aún no da señales de derrumbe, pero no van a dejar de perseverar. Pese al avance en la cultura de los derechos humanos, Zabalza denuncia la persistencia de un clima aún "muy monolítico".
¿Habrá que esperar a que se muera alguno de los responsables para que surja una confesión?
—Todo son elucubraciones. Yo personalmente pienso que seguramente no sabremos nada mientras estén vivos todos los que participaron en ese asunto, pero la esperanza, sin ponerle plazo, de que algún día se esclarezca, desde luego que sí la tenemos. Si algún día sale a la luz la verdad, no sé a qué va a obedecer, si a un interés político de que se saquen todos los casos que están en entredicho, sospechosos o bien fundados de vulneración de derechos. Pero seguramente habrá una ficha de dominó que se mueva y que derrumbe todo.
Por más que discurra lento, el tiempo corre de su parte. Florecen nuevas empatías y cada vez será más difícil sostener la imposibilidad de revisar el caso.
—Es un esfuerzo de un montón de años, un caso que no se ha olvidado, y porque hay nuevas sensibilidades vuelve a la luz, con el peso que ha tenido. Y se ve igual de claro ahora que entonces qué es lo que ha pasado. Como viene a decir mi hija en el documental Non dago Mikel: ¿Quién va a tener el valor de soportar la mentira? Solamente el que ha participado en ella. Nadie más.
Por el camino han fallecido sus padres, la pareja de Mikel, Idoia Aierbe; Ion Arretxe, detenido esa misma noche...
—Para mis padres fue algo que ya no pudieron superar; incluso para Idoia y Ion Arretxe, algo que los dejó de por vida también marcados.
La cuestión de fondo, la tortura...
—Todavía hoy día se niega. El documental, a través del testimonio de Ion Arretxe, es un ejemplo de qué ha pasado, que viene a dar credibilidad al testimonio de tanta y tanta gente que ha denunciado tortura, y a la vez tanta denuncia da credibilidad a lo que se ve en la película. En la comunidad autónoma vasca ya hay un estudio hecho sobre los casos de tortura. Eso es algo que todavía está en Navarra sin cuantificar.
Hasta 2015 ustedes no tuvieron un reconocimiento de las instituciones navarras. Esa falta de amparo añadía dureza a su viviencia.
—Desde luego, tener ahora el reconocimiento de las instituciones es un paso más para avanzar en el esclarecimiento. Son apoyos que nos hacen seguir adelante, pero la cuestión de fondo es eso tan manido últimamente: la verdad, la justicia y la reparación.
Si un día se diese por probado que su hermano falleció a causa de torturas, por fin no tendrían la necesidad de confrontar para defender qué ocurrió.
—Lo que venimos siempre reclamando: la verdad. Mikel ya no va a volver a vivir, pero es que en torno a su muerte se construyó una mentira rocambolesca, que no tenía ni pies ni cabeza, pero que todavía es la que prevalece y esa mentira creada supone quitarle su dignidad. Ni yo ni nadie de la familia queremos venganza ni condenas ejemplares.
Pedimos justicia, pero no ensañamientos, no es ese nuestro objetivo, la verdad.
¿Cree que socialmente se ha asumido que su hermano no pertenecía a ETA?
—El que quiere pensar que fue de ETA lo seguirá pensando, y quien tenga interés en saber la verdad ya sabe que no lo fue. Solamente puedo decir que no lo era, y aunque lo hubiera sido, no tiene justificación.
Si hoy su hermano viviese, ¿cómo se imagina que estaría asistiendo a esta época que lentamente se va construyendo?
—Pues seguramente estaría muy contento. Como en general estamos en la sociedad.
¿Se han encontrado con mensajes privados que no se traducen en posiciones públicas?
—Exactamente, hay gente que nos ha comentado cosas que luego ya sabemos que públicamente no va a defender.
Esta carga familiar dura ya 35 años.
—Y la ha heredado la nueva generación siendo nosotros completamente inconscientes de que la estábamos transmitiendo. Si no es una generación será la siguiente la que va a reclamar verdad, justicia y reparación. Lo no resuelto puede estar un tiempo como el volcán en calma, pero luego explota.