La ‘chapuza’ de corazón del Marqués de Villaverde
HACE 50 AÑOS | El “yernísimo” ejecutó el primer trasplante a un paciente inadecuado que, como era previsible, falleció
Hoy hace 50 años, el 18 de septiembre de 1968, un fontanero de Galicia fue el primer trasplantado de corazón de la más casposa historia de España, en experimento ejecutado (y nunca mejor dicho) por el Marqués de Villaverde. La víctima, Juan Alfonso Rodríguez Grille, de 41 años, que, dicen, “se prestó” a la intervención, dejó una nota a su mujer previendo su muerte y en efecto falleció 27 horas después a causa de “los graves trastornos metabólicos consecutivos a su insuficiencia renal aguda”, en nota que el hospital La Paz de Madrid entregó a la prensa, a manos de un ególatra y vividor que (muerto su suegro, el dictador Franco) acabaría expulsado de la profesión.
“Considero que, desde el punto de vista médico, el resultado puede ser considerado un éxito”, manifestó el doctor Cristóbal Martínez-Bordiú, inmediatamente después de haber realizado el primer trasplante de corazón en España. Un día después de aquella insensatez, tras la muerte del intervenido, se justificaría: “El paciente era un caso perdido”.
El Régimen quiso apuntarse un tanto a los ojos del mundo tan solo nueve meses después de que el doctor sudafricano Christian Barnard lo lograse por primera vez en Ciudad del Cabo. Pero quiso hacerlo a través de la irresponsabilidad y más que cuestionable capacidad de un médico, “el yernísimo” por matrimonio (“braguetazo” es la defición más utilizada) con la única hija del dueño y señor “por la gracia de Dios” de España y de la vida de los españoles, un personaje absolutamente nefasto que, como luego reconocería su propio hijo, Francis, “quizás no era el mejor médico” del país.
CONEJO DE INDIAS Ni la familia de Rodriguez Grille ni la de la donante, una vecina de Meco (Madrid) que había llegado en coma al hospital tras su atropello por un camión, querían aquel trasplante. Pero finalmente acabarían cediendo. En las hemerotecas se recoge que el director del hospital, tras el más que previsible fracaso de la operación pretendió consolarles diciendo: “Han hecho ustedes por España más de lo que piensan”, como si el sacrificio del infeliz fontanero, “conejo de indias” a su pesar, hubiera sido un servicio a la patria.
Mientras, el propio marqués de Villaverde que después de su chapuza haría mutis por el foro, aseguraría que aquel primer trasplante abría “un camino a la cirugía cardiaca lleno de posibilidades”. La hija del trasplantado, entonces de tres meses, no estuvo muy de acuerdo con el sacrificio de su padre pues, en 2011, casi 40 años después, demandó a la familia de Franco porque “su padre no estaba realmente preparado para el trasplante”, pero que se realizó, según ella, “para dar prestigio internacional a España”. Para más inri, el marqués de Villaverde prometió a su madre que “aseguraría el futuro de la hija y pagaría sus estudios”, lo que de ser cierto jamás ocurrió, nunca se hizo.
EL SEÑOR DOCTOR El cachondeo nacional y la maledicencia popular decían que Martínez-Bordiú “mató más en La Paz (el hospital de Madrid) que su suegro en la guerra”. Al margen de sus cualidades profesionales, y a falta quizas de la tecnología médica imprescindible, parece cierto que la decisión del trasplante fue un disparate (autorizado desde El Pardo), llevado a cabo por un personaje más conocido por su afición a los casinos y extramatrimoniales aventuras y censurado “por su afición a la ruleta y al bacarrá” (en el Valle de Baztan hay constancia de ello), Dedicó más tiempo al tráfico de influencias (importación de motos Vespa, lo que le valió el apodo de “marqués de Vespaverde”, a la buena vida (también se le llamaba “marqués de Vayavida”) que a la medicina, y acumuló cargos muy bien remunerados en numerosos hospitales públicos por los que apenas aparecía.
“De agraciado porte, carácter desenvuelto, divertido, que no ocultaba un aire chulesco y seductor, presumido” (en fotografías en los quirófanos aparecía sin mascarilla, al contrario de ayudantes y el propio Christian Barnard, a quien el Régimen invitó en cierta ocasión), en su bodorrio apareció tan altivo, uniformado de la Hermandad del Santo Sepulcro, Orden Militar que le nombró Caballero pocos días antes. Quizás, el galardón que mejor le cuadraba era la medalla al Mérito Turístico que su suegro le concedió (BOE, 18 de julio de 1970) pues era lo que más y mejor sabía hacer: estando en Filipinas asistiendo a la elección de Miss Mundo coincidió con una de las crísis premortuorias del Generalísimo.
la “ejecucion” “Hay una fotografía de mi padre de antes de ser operado y se le ve más saludable de lo que yo estoy ahora”, decía la hija de cuya demanda a los Franco nunca más se supo, Ella cree que su condición física “fue exagerada como excusa para la intervención”, que duró ocho horas. La prensa franquista le siguió presentando como “uno de los mejores especialistas del mundo”, pero muerto el dictador, Martínez-Bordiú fue suspendido durante cinco años de empleo y sueldo como jefe de Cirugía Torácica y Cardiovascular el 16 de enero de 1984 al estar “desaparecido” en una urgencia. Sus grescas con médicos en Ias enfermedades de Franco acentuaron el esperpento y se le deben, reportero sin fronteras y sin vergüenza, las desagradables y morbosas fotos del Generalísimo en su lecho de muerte.
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