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¡Viva la gente!

¡Viva la gente!

Ver el homenaje que el PSE parece haber querido rendir a aquel programa de humor de los noventa titulado “Videos de Primera” me ha retrotraído aún más en el tiempo; a aquella televisión en blanco y negro en la que Benny Hill resultaba un cómico políticamente correcto. Un mundo catódico en el que las series televisivas recurrían a una estrella invitada, generalmente un actor o actriz en sus horas más bajas, como reclamo para aumentar su audiencia y era posible escuchar canciones con mensaje que no decían nada.

Actualmente, inmersos en la edad de oro de las series televisivas, parece que solamente en las campañas autonómicas se sigue echando mano del citado recurso. Así hemos podido ver a guest stars del escenario político español dispuestos a pegarle un pequeño arreón a la atonía de este ‘todos contra el mismo’ en el que se ha convertido esta campaña. Y ya puestos a embarrar el campo o a desbarrar en lo mental, qué mejor que toda una Vicepresidenta del Gobierno en funciones sugiriendo tramas corruptas con las mismas pruebas con las que Jiménez del Oso defendía el avistamiento de OVNIS en la Península Ibérica en su programa Más Allá.

En aquella misma televisión descubrimos una especie de masa coral, pero a la americana, que cantaba una canción optimista y bienintencionada que decía: “viva la gente, la hay donde quiera que vas”. También ahora parece que se ha puesto de moda lo de dar vivas a la gente, que la hay donde quiera que vas, menos en los partidos políticos o en las instituciones. Allí no hay gente; hay otra cosa. Y cuantos más representantes tenga un partido en esas instituciones, pues menos gente son. No pertenecen a la gente, desconocen su realidad, se inventan problemas y no resuelven sus necesidades.

Tras su discurso se esconde un argumento muy del gusto de la progresía española, según el cual el nacionalismo vasco que ellos denominan de derechas es sinónimo de oligarquía vasca y sus afiliados y dirigentes, herederos de una casta enriquecida sobre el sudor de los trabajadores. Les encantaría que fuera así, pero no es cierto. Desde su origen, el partido al que tanto ansían desalojar se ha nutrido de las clases media y trabajadora. Gentes que, todavía hace una generación, comenzaba su carrera laboral a los once años, que compraron su primer coche en los 60 y tuvieron que esperar dos décadas más para ver a alguno de sus descendientes matricularse en una universidad. Si alguien tiene dudas, lea la nómina de los que combatieron en sus batallones. ¡Le sorprenderá la cantidad de banqueros, accionistas de grandes sociedades, hijos, nietos y bisnietos de presidentes de las Cortes y de gobierno que va encontrar!