Andoni Aretxabaleta recibe mañana un homenaje en el frontón Bizkaia de Bilbao tras once años en el profesionalismo. Le retira del profesionalismo un problema en el dedo anular de la mano izquierda. En 2019 le implantaron un tornillo en la punta. A los seis meses se dobló y empezó a jugar con dolor. En septiembre, durante un entrenamiento se le rompió el hueso y el titanio. El viernes pasado le operaron en una intervención complicada. Incluso tuvieron que quitarle hueso de la cadera para implantárselo en la zona dañada.

¿Cómo valora los once años que ha vivido como pelotari profesional?

—He sido un privilegiado. He tenido una buena vida. Ha habido malos momentos, pero me quedo con lo bueno. 

Su freno han sido las lesiones. 

—Apenas he tenido continuidad. Cuando estaba cogiendo juego, venía una lesión. Siempre he tenido buena gente a mi alrededor, como los fisios de Sopela y Beasain o mi preparador Peio Uriona y gracias a ellos he salido siempre bien de esos momentos. 

Aunque ha sufrido muchas lesiones, ha sido de los que ha sabido sufrir. Por ejemplo, en el Labrit, en el Parejas de 2018, se rompió el dorsal y siguió jugando hasta ganar 22-20 a Ezkurdia-Zabaleta, campeones. 

—Aquel día me tuvo que ayudar Urrutikoetxea a cambiarme, porque yo no podía (risas). Si hubiera parado, tal vez no habría estado seis meses de baja. En ese momento no lo piensas. Estaba bien, con juego. Entré por Ladis y llevábamos cuatro triunfos seguidos. Fue un golpe duro, pero no me arrepiento de nada. 

En 2014 alcanzó la final del Parejas con Aimar Olaizola. 

—Hicimos un gran campeonato. Me sentía bien. No metía rebotes, pero quitaba fácil, metía a la zurda y andaba en la cancha. Luego, no he tenido tanta continuidad. Tengo buen recuerdo de aquel año. 

Debutó con 18 años... 

—He vivido muchas experiencias. Ha habido mucha gente a mi alrededor que me ha enseñado muchas cosas. Siempre he sabido escuchar. Tengo pequeñas familias en muchos sitios: Ezcaray, Santurtzi, Mendexa, Berriz… y Markina, ¡cómo no! En doce años ha cambiado mi punto de vista. 

¿Se siente un pelotari querido?

—Sí. Tengo muchos amigos, pero no solo entre los compañeros, sino también en lo que rodea a la pelota. Tengo la suerte de que hago una llamada y tengo una casa, alguien para comer, para irme de vacaciones… Eso vale más que una txapela. 

"En un deporte en el que cada partido te estás jugando un puesto, o la gente quizás se cree que es así, es difícil mantener la cercanía"

Por algo será. 

—Nunca he sido falso. Siempre he sido yo mismo: con los jefes, los compañeros, la familia, la gente que me rodea… Me han querido siempre como soy. Creo que es porque nunca he fallado a mis valores. Esos están muy dentro. 

¿Es difícil mantener esos valores?

—Hay mucha competencia. En un deporte en el que cada partido te estás jugando un puesto, o la gente quizás se cree que es así, es difícil mantener la cercanía. Tienes que ganar a un amigo y hay rivalidad. 

Una de sus características es el buen humor. 

—Para pasarlo mal ya están otros momentos que te pone la vida misma: enfermedades, lesiones… Siempre he querido mantener el buen humor y lo he logrado. 

¿Cuál ha sido el partido más especial de su carrera?

—El debut. En la final del Parejas hubo mucha presión y disfruté de todo lo que la rodeaba. Fue la leche, pero me quedo con mi primer partido. 

¿Un delantero?

—Hay muchísimos. Con los vizcainos, por cercanía, siempre he tenido más trato: Pablito en su día o Urrutikoetxea. También tengo una gran amistad con Oinatz o Artola… Soy un afortunado por tener tantos amigos en un deporte en el que en los últimos años hay tanta rivalidad. 

¿Qué zaguero le imponía respeto?

—Todos los que le pegaban más que yo; es decir, todos (risas). He jugado contra Zabaleta, Zubieta, Albisu...

"Hay que ser compañero y ser persona más que deportista. En estos tiempos es difícil. Es lo bueno de este deporte y se está perdiendo"

Ha tenido la suerte de convivir con dos generaciones doradas, ¿no? 

—Es increíble. He disputado primeros partidos, campeonatos, torneos, con los frontones llenos… He jugado con Irujo, Aimar, Oinatz, Xala, Pablo… Fíjese, debuté contra Beloki. Ahora, me ha tocado con Altuna III, Ezkurdia, Urruti, Laso… Lo he dado todo siempre que se me ha necesitado. 

Se retira por una lesión.

—Creo que me quedaba más pelota dentro. El papel de veterano me gusta. Así me enseñaron a mí. Hay que ser compañero y ser persona más que deportista. En estos tiempos es difícil. Es lo bueno de este deporte y se está perdiendo. Con respecto al dedo, los médicos no me recomiendan volver a jugar. Tengo 30 años y vale más el dedo que un partido de despedida. 

"Llevo tres años con golpes en cada partido. Aprendes a jugar con dolor. Es la única manera de seguir. El tornillo se rompió y no es algo de broma"

Ha cambiado la pelota en estos años.

—Hay mucha exigencia. Yo mismo la he tenido. Eso sí, cuando durante cinco o seis años solo compites para ti, cuando sabes que si ganas no hay recompensa pero si pierdes hay represalias, no es fácil seguir. Con esto me refiero a que tienes mucho que perder y poco que ganar. He sido unos años la vara de medir: el que me ganaba ya era más que yo, mientras que si yo vencía era lo normal. Ni ganando iba a más. En algunos momentos eso me ha afectado. 

Ese dichoso dedo... 

—Llevo tres años con golpes en cada partido. Aprendes a jugar con dolor. Es la única manera de seguir. El tornillo se rompió y no es algo de broma. Me han injertado hueso de la cadera para arreglar la lesión. Me dicen que me estoy jugando el dedo. Todos los especialistas me aconsejan que cuelgue el pantalón blanco. Me gustaría seguir, y tendría opciones, pero va a ser prácticamente imposible.

“Si hay que ir a un taller, iré y trabajaré ocho horas. No se me caen los anillos. He sido un privilegiado este tiempo, pero sé de dónde vengo”

Empieza una nueva vida…

—Ahora quiero una transición a una vida ordenada. Llevo once años sin calendario y sin horario. Tengo que parar unos meses por el dedo y empezaré una vida normal. Lo haré a gusto, porque tendré el futuro encarrilado. De todas formas, no descarto nada en lo laboral. Si hay que ir a un taller, iré y trabajaré ocho horas. No se me caerán los anillos. He sido un privilegiado este tiempo, pero sé de dónde vengo. Estoy con ilusión y con ganas. Será un cambio de vida drástico, pero no para peor.