Compañeros de mi vida... Compañeros, compañeras y hasta compañeres, no se vaya a mosquear el fray Emakumo que esté de guardia con su siempre afilada navaja de capar incorrecciones político-lingüísticas y reprobables ismos diversos, o a denunciarnos por la ley Trans o por alguna otra de esas que actúan como recortadas. Adiós pues, decían los personajes de Shakespeare antes de desaparecer de escena, igual para no volver a entrar y fallecer entre bastidores con ruido de batalla y alguna trompeta.

Hace veinte años nadie podía pensar que los americanos iban a desplegar sus bombas nucleares y sus soldados poco menos que a la puerta de nuestras casas con el aplauso de nuestros gobernantes, esos que se han desentendido por completo de lo que sucede con Pablo González Yagüe encarcelado de manera abusiva en Polonia, privado de derechos que la UE del matamoros de Borrell dice proteger en general y luego según y cómo y a quién, de modo que el Gobierno español es cómplice activo del trato inhumano y vejatorio que está sufriendo el reportero. Y lo saben. Y lo consienten. Y se encogen de hombros y piensan que con las visitas de un cónsul a cuentagotas basta y se cumple. De modo que el Gobierno español es tan causante como el polaco de los sufrimientos injustos que padece Pablo González Yagüe.

Estados Unidos es un país notoriamente criminal, lo sabemos de siempre, pero sus crímenes son silenciados, cuando no aplaudidos por países lacayos, como España. “El país más violento del mundo desde 1955 ha sido Estados Unidos”: lo dijo hace unos días el famoso economista norteamericano Jeffrey Sachs y le hicieron callar de manera autoritaria. Ese es todo un síntoma de lo que estamos viviendo y que se va a agudizar en el futuro. Pero eso ya qué importa. El mundo es otro, con una inflación que amenaza el bienestar de millones, con una pandemia que nos ha dejado o revelado mucho peores de lo que éramos o parecíamos, con o sin guerra de por medio, la gane Rusia o los Estados Unidos (Ucrania no es más que un tablero que aporta mucha carne de cañón), una civilización y una forma de vivir se han venido abajo y lo hacen a velocidad de vértigo, mientras los conejos discuten si los perros que se les echan encima son galgos o podencos.

Hace 20 años el desmantelamiento del sistema sanitario era una amenaza remota, un asunto de los neoliberales, hoy no, hoy es una tragedia para millones de ciudadanos que ven en peligro la asistencia que han en parte pagado. Rabioso presente, como lo es la impunidad de los políticos en el asunto de la gestión criminal de las residencias de ancianos, o en el caso de ese M. de Rajoy que nadie sabe quién es o de la Espe en la cúpula de una corrupción con actuaciones criminales que no acaban de dilucidarse; impunidad también para el golpismo de la judicatura reaccionaria que está por encima de las leyes y del gobierno de la nación incluso; impunidad para el descarado enaltecimiento, por parte de cargos electos, del golpismo criminal del 36 como una seña de identidad del presente... Humo de los gobiernos del cambio que dieron en nada, en un pastelón de amiguetes...

Un presente arrollador como digo que provoca unas indignaciones que se agotan en sí mismas, que requerirían una acción, callejera y radical, como las de hace unos años, pero que ahora equivaldrían a un sacrificio sin logros: “El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse”, lo dijo Salvador Allende hace casi cuarenta años. ¿Qué hacer? No lo sé.

Crece el autoritarismo policial, impune, siempre impune, crece el militarismo y lo hace la mentira sistemática como forma de gobierno y control ciudadano, lo dijo de manera canallesca Felipe González hace unos días: la verdad es lo que la gente cree, basta pues con adoctrinarla, como proponía el maleante Borrell hace nada con respecto a la guerra que enfrenta, ya con descaro, a Rusia con Estados Unidos: “Hay que conquistar las mentes”. Crecen y se imponen la utilización en falso del sistema judicial y de los propios cuerpos legales para dañar al opositor político, la transformación de las noticias en consignas, el al parecer irrenunciable enfrentamiento cainita por causa de todo y de nada como forma de vida... “¡Eso es to... eso es to... eso es todo, amigos!” Lo decía Porky, el tartaja, cuando echaban el cierre a su episodio de dibujos animados ¿se acuerdan? l