Lo grotesco parece ser consustancial a la presidenta de la comunidad de Madrid, espejo de las Españas, o eso al menos es lo que pretende, metiendo más miedo que la fiera Corrupia. La pandemia la empujó a un teatral posado de lloros con el abundante rímel corrido, en plan mater dolorosa, una auténtica obscenidad, en la catedral de La Almudena. Ahora, el fallecimiento por todo lo alto de la reina de Inglaterra la ha llevado a declarar tres días de luto para su comunidad. ¡Caramba! ¡Qué atenta! Tal vez lo haya hecho a la espera de que, a cambio, le den algo, la nombren lady o le pongan un colgajo al cuello, una collera… con cencerro. La cosa más que ser una cuestión de gobierno, es propia de las páginas del Hola, que imagino estará que arde estos días. Esto es un negocio, no lo olvidemos.

No deja de ser curioso que la Dolorosa esta se haya mostrado por completo indiferente al fallecimiento de otras personas que sí han contado por méritos propios en la Comunidad de Madrid, y en el resto del Estado, como por ejemplo la escritora Almudena Grandes, cuya figura y obra, a raíz de su fallecimiento, ensanchó fosos y afiló navajas de manera asombrosa. No hay lágrimas para el enemigo. Al enemigo necesario me refiero, sin el que no se puede arengar de manera brava ni ejercer de puntilleros y saludar a tu público que aplaude la faena. El sectarismo de esta gente es por completo grotesco, propio de banda de barrio. Pero igual ese es un vicio muy compartido en la tierra de Caín. Quién sabe. Al enemigo ni agua. Es una forma de vida.

Tal y como van las cosas, tanto da leer el Hola como los muchos boletines de propaganda de la OTAN que se ofrecen a diario en los quioscos de prensa. Exagero, sin duda, y junto churras con merinas, pero ante esta sesión continua de patochadas e indecencias que vivimos no veo otra salida que la exageración y el despiporre. Y aun así, porque por mucho que exagere, los negocios oficiales de la tropa de esta dolorosa siguen a su ritmo, aplaudidos por sus adeptos y adoctrinados como si, en lugar de un Estado, el nuestro fuera un cortijo con maneras propias de secta.

Resulta indignante ese luto oficial en un lugar donde han fallecido durante la pandemia más de 7.000 ancianos, por mala gestión de sus directamente responsables, no sé si del todo dolosa o por incapacidad mental manifiesta, con la caricato en función de mater dolorosa, a cuya sombra, por cierto, los habituales hacían negocios fraudulentos o cuando menos turbios, indecentes, como el hermano de la Dolorosa y otros caballeros de industria y guapetones en Corte que se han forrado con el dolor ajeno. La justicia no ha querido entrar del todo en esa ciénaga, pero motivos le sobran o eso es lo que piensa parte del público que no es de la cuerda política de la empresaria esta de pompas fúnebres ni previsiblemente de quienes han ordenado el archivo de las actuaciones con argumentos falaces de índole exculpatoria, en los que se advierte la intención de no derribar las alturas políticas y echar a los leones a peones de ocasión. De modo que lo padecido por esos miles de personas fallecidas en condiciones inhumanas y sus familiares quedará en el limbo, en el olvido, sin días de luto y demás mandangas de pompas fúnebres ni un atisbo de justicia, cuando las decisiones que se tomaron eran criminales o tenían esas consecuencias.

Estos lutos de feria mediática, al amparo del espectáculo a todo color del fervor monárquico planetario, que se mete como arena por debajo de la puerta y entontece más que el pegamento, no es el mundo que viene, es el mundo que ya está aquí, instalado para quedarse e irreversible, me temo, con capacidad de envenenar comunidades todavía no envenenadas, por contagio o por asalto logrado al poder central del que no se puede esperar más que regresiones, represión, arbitrariedad y abusos de poder. En ese caso, con una muerte como la de Biden (u otro amo) nos ponían de picaos de la Sonsierra. Exagero, claro, pero estos lutos en technicolor invitan al delirio.