como imagino que buena parte de mis lectores estarán a uvas sordas y flojos de entendederas para otra cosa que no sea la farra, intentaremos la chanza festiva, a pesar de todo, que es mucho... y lo que está por llegar.

Sanferminera

En una intervención que sonaba testamentaria, Joan Manel Serrat decía hace poco que a pesar de todo hay que seguir dando la tabarra con la denuncia del derribo vital que se nos ha venido encima y con lo que sea, aunque canse, aunque acabes comentando noticias falsas con una seriedad emocional que en otros asuntos no gastas, aunque te llamen apocalíptico, aunque tus miedos suenen a profecía indeseada, porque de miedos se trata, fundados.

Me da que, en momentos como estos, poder echarse a la calle, al vino y al burreo, es una suerte porque cuando menos te olvidas un rato de la morterada de bellaquerías que arman sobre nuestras cabezas, que es donde al final caen los proyectiles, te metas donde te metas. Sabido es que los cohetes acaban dándote en el ojo, desde mucho antes de que Meliés filmara aquella película en la que un cohete le daba a la luna, con gran dolor, en uno de los suyos.

No sé si el futuro que nos aguarda es un bosque de cucañas bien untadas de sebo, pensadas para que no podamos ponernos a salvo y nos descrismemos en el intento. No lo sé, pero lo parece, aunque por el momento ese bosque de arteras cucañas lo tengamos lejos y toque brincar a ritmo de riau-riau y vals de Astrain, aunque sea a parado y en bajera, que es mucho mejor que el que se nos bailó Millán Astray en la plaza del Castillo, en agosto de 1936. Calor.

Calor, sí. Dudo mucho que Ursula von der Leyen tenga problemas de calefacción este próximo invierno cuando se rasga las vestiduras ante la posibilidad de que Rusia corte el petróleo que ella misma ha pedido no consumir... ¡Caramba! Yo leo estas cosas y me indigno porque sé que piensan que los que beben somos nosotros y no ellos y a caño abierto y gratis total, que me recuerdan a las cremas masterizadas de la Cifuentes que tiene la jeta de acusar a Irene Montero de viajar gratis en plan turista con las amigas, cuando se trataba de un viaje de trabajo: una de las muchas patrañas que corren a diario sin otro objetivo que el de echar bencina a la inextinguible hoguera de Caín. Lamentable que todo el debate político se reduzca poco menos que a las patrañas urdidas entre copazos poco festivos o que la fiesta sea esa, la del dar rejón y puntillazo y pedir rabos, orejas y lo que haga falta. Unos, otros, ¿y tú dónde estás? Casi mejor en la calle o en la barra del bar, sin pensar en aquello tan terrible de García Serrano en su novela Plaza del Castillo: hoy estamos en fiestas, pero mañana nos mataremos... y se mataron, vaya que si se mataron. No estamos en esas, ni siquiera en salir a la calle como salen italianos y franceses a hacerse oír contra la inflación, la carestía y el alcance de una economía de guerra que se nos viene encima de manera imparable. Mientras puedas, haz lo de los juerguista de Pompeya: comamos y bebamos que mañana... mañana vete a saber. El ya citado Serrat decía que estamos viviendo en la creencia de que esto es solo un mal sueño del que vamos a despertar y como por arte de magia encontraremos que las cosas se nos presentarán en plan mundo feliz.

Por seguir con las chanzas y no naufragar en el pozo negro de la historia. Al prepotente pofesional Borrell se le está poniendo cara de curriño de la plaza de San José, al que por andar de arrogante Capitano della Valle Inferna que pide guerra, tras no pedirla, y exige modales a quien envía armamento pesado sin cesar. No sé lo que está pasando, no estoy en fiestas, pero no entiendo nada o muy poco del aluvión de malas noticias al que me asomo a diario. Solo sé que Gorgorito debería darle al citado Borrell unos palos en su cabeza de cartón (piedra), aunque gaste, al igual que otros, cara de cemento armado. Matamoros, guapetones en cabeza ajena, vamos sobrados de estos capitanes a guerra. Al paso que van, la destrucción de Ucrania es algo más que una temible amenaza profética, es un lastre de futuro y una tragedia de consecuencias. Pero todo esto es a gustos, porque todos somos el malo y el necio de la película de otros. l