REYES MAGOS. La tradicional cabalgata de los Reyes Magos se inició en Madrid el 5 de enero de 1885, recién estrenada la Regencia, siendo presidente del Consejo de Ministros Don Práxedes Mateo Sagasta, para escenificar lo poco que cita el evangelista Mateo (1:24), que se limita a decir que eran “magos”, calificativo por el que se conocía a los que, según la posición de los astros, predecían el futuro. Sí que menciona la brillante estrella que les guió a “adorar al rey de los judíos que acaba de nacer”, para gran cabreo de Herodes el Grande, una hermanita de la caridad al lado de Netanyahu. 

En cambio, en los evangelios apócrifos se especifica su condición real e incluso se mencionan sus nombres. Abundando en el tema, uno de los Padres de la Iglesia, que no llegaría a ser canonizado por revisionista, en su empeño en anunciar el fin del mundo, Quinto Septimio Florente Tertuliano, cartaginés, entre los siglos II y III relacionó la presencia de los Reyes Magos con el Salmo 72 del Antiguo Testamento “los reyes de Sabá y Arabia le traigan presentes, que le rindan homenaje todos los reyes”. 

En el siglo V, el papa León I El Magno oficializó el número de tres Reyes Magos. Para los cristianos armenios, siempre marcando diferencias, fueron doce, aunque sólo fueran tres los elegidos para desplazarse a Belén. Cuestión de presupuesto, tal vez.

En la iglesia de San Apolinar el Nuevo, en Rávena (Italia), se exhibe un soberbio mosaico del siglo VI en el que se les menciona con sus nombres. Admirando aquella obra de arte, a comienzos de los noventa saludé a monseñor Rouco Varela, entonces arzobispo de Santiago.

El monje benedictino Beda, El Venerable, doctor de la Iglesia, los describe en sus textos del año 700: Melchor era un anciano de blancos cabellos y de larga barba del mismo color; Gaspar era más joven y rubio; y Baltasar, un señor de tez morena –no se atrevió a llamarle negro para no estigmatizarle, seguramente–.

Teóricamente, los restos de los Magos reposan en un artístico y protegido sarcófago en la catedral de Colonia, aunque, con el macabro tráfico de reliquias que ocurrió entre los siglos XI a XVI, cualquiera sabe de qué especie son y a quiénes pertenecen.

La II República, salvo excepciones, respetó la tradición. En opinión de Unamuno, la festividad tradicional de los Magos resultaba tan republicana como monárquica. En Valencia, en 1937, organizaron una extravagante cabalgata en la que los bustos de Stalin y Largo Caballero sustituían a los Magos de Oriente. En Pamplona le quitaron la corona al gigante que representaba a Melchor.

En Euskadi, tan arraigada tradición convive con la del Olentzero, un carbonero gordo y borrachuzo de Lesaka al que se le asignó la tarea de traer regalos y, no hace mucho, le colocaron una compañera con singular tocado, Mari Domingi, por aquello de la paridad, aunque no termina de encontrar su papel y la chiquillería pasa de ella. Casi tan esperpéntico como lo de Valencia.

En el año 1949, el jefe de la Brigada Político Social de Gipuzkoa informaba al Gobernador que, dos años antes, se había resucitado la tradición y que grupos de jóvenes entonaban canciones vascas mientras paseaban al muñeco por las calles donostiarras, según nos participa, en una curiosa y original felicitación navideña, el Archivo Histórico de Gipuzkoa. Como se puede comprobar, por las fechas, es anterior al Papá Noel que impusieron los grandes almacenes para estimular el consumo, con la colaboración de las instituciones y los medios desinformativos.

osakidetza Tanto Olentzero como los Reyes Magos traen carbón a los malotes. Si en una homilía anterior hablábamos de encuestas y el suspenso del Servicio Vasco de Salud, a pesar del dineral que nos cuesta, hoy nos referimos a los resultados que acaba de presentar la revista Merco, monitor empresarial de reputación corporativa, que se pueden consultar en Internet libremente y que resultarán de interés al lector interesado por lo que fue nuestra “joya de la corona”. 

La revista Merco goza de credibilidad en el sector y analiza la gestión hospitalaria desde el año 2000, con seis evaluaciones y más de veinte fuentes de información, con criterios de evaluación públicos de cien complejos hospitalarios del Estado. 

Estos índices, como ocurre con el Informe PISA en educación, el Ranking de Shanghái o el de US News & World Report, de las universidades españolas o del mundo, respectivamente, son orientativos. Los gestores analizan los criterios, la solvencia e intereses de los autores, los comparan con ediciones anteriores y obtienen sus conclusiones, que marcan tendencia. 

Tomen nota los alumnos de Deusto, porque gestión hospitalaria es mucho más que contabilidad y marketing, que también. Luego, lamentablemente, el carnet ayuda. Especialmente a los torpes, distraídos y “agradaores”. Así nos va.

A la cabeza de la clasificación continúa imbatible La Paz, y el último, el complejo asistencial universitario de Burgos. En el puesto 23 se encuentra el Hospital de Cruces, que el año pasado ocupaba el puesto 35. En el puesto 28, el Hospital de Basurto, que asciende desde el 51 de la edición 2022. El complejo hospitalario de Navarra, que en la anterior edición ocupaba el puesto 63, pasa al 57. Por el contrario, desciende al puesto 47 el Hospital de Galdakao-Usansolo, que el pasado año ocupaba el puesto 27. En posiciones “casi de promoción” aparece el hospital Donostia, que continúa su descenso, del puesto 68 al 72. Notable descenso del complejo Araba, que pasa del 62 del año pasado al 84 de éste.

Vaya papeleta para el candidato Pradales. Con todo, sería deseable que la ciudadanía no cayera en las trampas demagógicas y populistas de los sindicatos y las variopintas plataformas que organiza Bildu, con el apoyo de los medios de desinformación públicos.

Hoy domingo Alcachofas. Confit de pato, escarola y pimientos del piquillo. Naranja. Café y rosco. Vino tinto Club de Cosecheros Izadi 2018, reserva de 2015, obsequio de Mu