Avotar. Siempre lo he considerado un deber ciudadano. Además, lo hago por respeto al sistema democrático, a pesar de sus fallos y a nuestros mayores que, tampoco hace tantos años, padecieron persecución e incluso algunos perdieron la vida por exigir el derecho al voto. No hacerlo por las absurdas razones que los pijos esgrimen me parece una afrenta imperdonable a todos aquellos que nos precedieron y son referentes. Vote en blanco, vote cualquier opción democrática, pero vote.

Bastante tabarra ha supuesto soportar la campaña electoral, mítines a los que sólo acuden los afines que no precisan ser convencidos, que buscan su cuña televisiva y en prensa, puesta en circulación de bulos y memes. Otra cosa es que la mediocridad intelectual de la mayoría de los candidatos, su pésima oratoria, pobreza de sus mensajes mal leídos y trufados de lugares comunes, ofrezcan una paupérrima impresión y no muevan a la reflexión. Tengo los suficientes trienios como para tener muy claro a quién votar y nunca me han fallado. Gente seria, responsable, del país.

Correos

Reconocimiento y admiración, desde siempre, a sus trabajadores y a la eficacia de su servicio. Tiene gracia que sean los populares quienes cuestionen el reparto de sobres.

Una de cal

Es de justicia reseñar el buen recuerdo que dejó Feijóo a su paso por la presidencia del Insalud (1996-2000), siendo Romay Becaria ministro de Sanidad. Había un Consejo de Dirección, sin dietas, del que era consejero, entre otros, un amigo mío, que no les vota, pero lo recuerda como persona cercana, dialogante, gran gestor, inteligente y muy trabajador, sin horarios. La vocal por CCOO, Cecilia, sugirió hacer una mamografía a todas las españolas mayores de 50 años. Tomó nota y en el consejo siguiente manifestó que, consultados sus directores médico y económico, se aceptaba la propuesta. De todas maneras, ahora no toca hablar bien de él; es el momento de los carroñeros, imprescindibles para mantener el equilibrio en la naturaleza.

Otra de arena

El único y trucado debate electoral entre los dos candidatos, organizado por la cadena de la diestra, disfrazada de progre, toleró al aspirante el uso de la técnica Gish Gallop (ametralladora de falacias), consistente en apabullar al contrario saturándolo con mentiras, tergiversaciones, datos falsos y medias verdades, sin darle al presidente la oportunidad de rebatir. Para que funcione la táctica, es imprescindible la colaboración de los moderadores, como fue el caso. El tahúr del Miño impidió la discusión serena entre un presidente y un aspirante a serlo, amén de impresionar al espectador incauto.

Sentimientos y racionalidad

Y para no perderse en esa baraúnda, hay que tener presente que los candidatos procuran no tratar nunca de lo que pensamos, sino de lo que sentimos. Las elecciones tienen que ver siempre con los sentimientos, no con la racionalidad, como recuerda el historiador y filósofo judío, profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén, Yuval Noah Harari, en su obra 21 lecciones para el siglo XXI. 

Los animales reaccionan por instinto, pero no piensan. No son inteligentes. Algunos humanos podemos serlo porque pensamos y somos conscientes.

Algo parecido ocurre con la ciudadanía, que vota emocionalmente, no racionalmente, lo que permite entender el éxito que, contra toda racionalidad, tienen las derechas entre gente explotada, sin recursos o desamparada, de adormecido cerebro y maniatada voluntad, los fachapobres.

En su fuero interno, aceptan la idea primitiva de que los caciques, sus amos, siempre saben lo que es bueno para ellos los pobres ignorantes, siervos de la gleba y lo admiten porque no entienden de política. Mejor, son apolíticos. Es una cuestión de genética asentada desde la Edad Media o antes. Además, en las escasas ocasiones que se han rebelado a lo largo de la historia, han perdido siempre. La guillotina ajustició más plebeyos que nobles. Es natural que les voten. Y agradecidos. No ha tanto, les mandaban a morir por ellos.

El libertador Simón Bolívar decía a principios del siglo XIX que los latinoamericanos, que aún veían grande a España, era porque estaban de rodillas. Como los fachapobres. Además, son un estorbo para el porvenir. Lo recuerda el argentino Domingo Sarmiento en Facundo: “¡Ay de los que no avanzan! ¡Si solo se quedasen atrás!”.

Propaganda

Muy poca gente sabe argumentar seriamente la motivación de su voto. Hay irracionalidades ajustadas a cada estrato social. Es muy difícil encontrar un votante que no sienta ni padezca. Quizá algún psicópata.

La información no cambia nada. La información sobre la corrupción galopante en el PP, o sobre las barbaridades de Ayuso, no ha cambiado un ápice el voto de la inmensa mayoría de sus simpatizantes. Si acaso, al revés. Es la propaganda la que propicia los cambios.

Por el contrario, lemas como ¡Que te vote Txapote! han captado a indecisos de derecha, nostálgicos, pseudofranquistas y conservadores. Dicho de una manera práctica: el eslogan tiene más gancho electoral que los sobres de Bárcenas o el rollo de la Gürtel. También se ha oído ¡Que te vote el del bote!, en referencia al paseo en una embarcación por una ría gallega de Núñez Feijóo con Marcial Dorado, un conocido narcotraficante gallego vinculado a la operación Nécora –véanse libro y serie Fariña–.

Ambas frases no van dirigidas al cerebro sino al hígado o, más bonito, al corazón. Esa es una realidad científica que se potencia por otro factor de peso, el pensamiento grupal que conlleva la “lealtad de grupo”.

Un agravante que se añade a este decepcionante panorama lo apunta el físico Pedro Miguel Etxenike: “El mayor avance del conocimiento es aportar conocimiento, pero todavía más, aportar ignorancia, transformar la ignorancia inconsciente en consciente, que es la clave del descubrimiento”.

Hoy domingo

Tabla de ibéricos y ensalada verde; merluza al horno, patatitas panadera. Café. Petits fours. Sidra de Zapiain y agua fresca del Añarbe.