Zorionak. Hoy es el cumple de mi hermano Txuno. Todos los años la misma broma: parece que me va a alcanzar, pero luego yo acelero y no me pilla nunca.

FALTA DE VACACIONES

Hace unos días participé en la lección De fin del curso 2022/23 del cincuentón colectivo femenino Eragin, a cargo del parlamentario, propietario de una de las cabezas mejor amuebladas del Congreso de los Diputados, como lo demuestra cada vez que interviene en la tribuna. Es del Athletic. Todos tenemos algo.

Nos explicó el funcionamiento de la Cámara y el trabajo diario de los parlamentarios, más cómodo si pertenecen a un grupo numeroso, donde la tarea se reparte entre muchos, y muy estresante si el grupo es pequeño y se pretende atender al mayor número de comisiones, donde se deciden asuntos de enjundia. También gestionan las cuitas que les traslada la ciudadanía ante los diferentes despachos administrativos de la capital y, por último, preparan, con la ayuda del personal de apoyo, las intervenciones públicas. Lo único que visualiza la ciudadanía. Y al finalizar la jornada, cenar cualquier cosa, muchas veces solo, en la tasca de siempre e irse a dormir solo, al hotel. El viernes, regreso a casa. Atrayente para un joven, durante un par de meses o tres. No para cuatro años y cierta edad. Conocía estas actividades parlamentarias por razones familiares, pero supusieron una novedad para muchas de las asistentes, que limitaban su actividad a las intervenciones en el hemiciclo. Comentó también algunas anécdotas y chascarrillos que, convinimos, no saldrían de allí.

Lamentó la falta de vocaciones para la praxis política parlamentaria, problema que, en su opinión, afecta a todos los partidos y en todas las administraciones cuando se trata de cubrir ciertos cargos políticos. La derecha lo tiene más fácil en la cantera de los grandes cuerpos nacionales, diplomáticos, abogados, técnicos comerciales, judicatura o ingenieros del Estado, por citar algunos ejemplos, ocupados, sin interrupción por sagas familiares conservadoras desde los tiempos de Cánovas y Sagasta.

Pocos profesionales con talento reconocido son capaces de abandonar temporalmente su puesto de trabajo para dedicar unos años a la política. No es un asunto de dinero, que también. No están dispuestos a la exposición pública, recibir críticas en los medios o las redes sociales, protagonizar memes o programas satíricos y perder la intimidad, incluso familiar, en cualquier momento del día.

La política no prestigia. Saben que el regreso a su despacho o empresa va a resultar imposible salvo a los funcionarios de carrera. Además, les aplicarán las incompatibilidades de las puertas giratorias y, si no fuera suficiente, les perseguirá de por vida a ellos y sus familias el estigma social por la vinculación a un partido político. Me lo comentaba recientemente un amigo madrileño: “Estuve en la boda de una hija de un exalto cargo que lo hizo muy bien, pero fue sacrificado porque el presidente necesitaba una cabeza. Solo acudimos cuatro”.

Los que han ganado

Ya hemos votado los ciudadanos responsables. Ahora vienen un par de semanas de cálculos y especulaciones en las tertulias para volver a la rutina. Hay muchos intereses económicos en las trastiendas de los partidos.

Los auténticos ganadores de las elecciones son aquellos que, carentes de otro oficio o beneficio, seguirán manteniendo un sueldo que, en su inmensa mayoría, no percibirían, ni de lejos, en el mercado laboral por su valía, experiencia y conocimientos. Mediocridad rampante e imposible de cambiar.

En cualquier actividad se exige demostrar unas destrezas, habilidades y conocimientos. Aquí no. La única profesión en la que no es necesario superar ningún obstáculo es, curiosamente, la más importante, la gestión de los intereses públicos, la política. Ni siquiera piden saber escribir una frase con sujeto, verbo y predicado, leer con cierta entonación, ni un nivel cultural mínimo para poder hablar de algo que no sea fútbol o las consignas del partido político por el que se ha optado. Hay que echarle cara. Ya dice Homero en la Odisea que “al que está necesitado no le conviene ser vergonzoso”. Y son legión. Simpáticos, humildes y serviciales mientras dura la campaña, distantes y altaneros luego. De una reunión a otra, mensajeando con el móvil. Ocupados siempre.

Cuando sería lógico acreditar cierta experiencia profesional y laboral, la madurez que proporciona la edad y, en lo posible, haber gestionado una cuenta de explotación, sólo se le exige la lealtad al jefe regional. Ahí radica su única dificultad, acertar con la persona y que no desaparezca antes de tiempo –difícil– y arrastre al novicio en la caída.

El aspirante que se enroló en el partido por no dar un palo al agua o no valer para otra cosa, servil con los jefes, se integrará en la cadena pesebrera de incompetentes, a la sombra de quien se protege, nombrando ayudantes menos capacitados y meritorios para que no le eclipsen, favoreciendo el clientelismo, contribuyendo al desprestigio y ahogando, de paso, la generación de iniciativas, ideas y programas.

Se preparará un currículo de fantasía, con másteres y especialidades diversas, hasta convertirse en la persona idónea para ocupar asesorías varias, concejalías, alcaldías o cargos diversos. Suyo es el futuro. Tenemos mogollón de ejemplos sin tener que ir muy lejos. También conocemos todos algunas excepciones que, por lo general, duran poco en ese ambiente.

La calidad de los políticos depende de la tolerancia social y de la inmadurez de ese elector que regala su voto sin saber nada del programa político, personalidad y formación del aspirante para que gestione presupuestos millonarios y diseñe nuestro futuro. La culpa es nuestra y no vale abstenerse. Y si la cosa sale mal, cara seria, profunda reflexión, amago de contrición y vuelta a las andadas.

Hoy domingo

Habas y guisantes; merluza rebozada con piquillos. Cerezas. Café. Petits fours. Txakolí Urruzola de Alkiza.