Aclaración
La mano de bronce Sorioneku de Irulegui, en la Cuenca pamplonesa, tiene 2.100 años contados desde hoy, es decir, el siglo I a.C. cuando ya estaban los romanos en Iberia y hacía cinco siglos de la existencia de los filósofos Platón y Aristóteles o el cínico Diógenes viviendo en su tonel, por ejemplo.
Excursión a carranza
El sábado pasado, con mi nieto Kerar, de año y medio, para visitar El Karpin, un centro de custodia de animales salvajes que, por motivos varios, no pueden reintegrarse a su hábitat natural. Luego a comer en Casa Felisa, en el barrio La Tejera, muy bien, rápido y precio razonable. Comida casera, raciones abundantes. Muy recomendable.
Las gentes del valle, mayoritariamente ganaderos, están desmoralizadas por los precios de las materias primas, las dificultades, cada vez mayores, para la venta de la carne y la leche y, por si no bastara, la aparición del lobo para dar la puntilla a la ganadería extensiva. No es un problema de rapidez en las indemnizaciones, sino de control poblacional del depredador. Cuánto daño ha hecho Walt Disney y sus dibujos animados y ahora hacen estas doctrinas animalistas de escaso rigor científico, disfrazadas de progresía ecológica y rewilding (renaturalizar) los bosques.
Carne vegetal
La start-up guipuzcoana Biotech Foods, controlada por la brasileña JBS, un gigante de la alimentación, fabricará en Donostia a partir de 2024 carne a partir de células animales en laboratorio, dicen que con un menor impacto en el medio ambiente que el que provoca la ganadería. Su producto, difiere de los “filetes” fabricados a base de soja y otros ingredientes vegetales que imitan la textura y el sabor de la carne, pero no contienen proteína animal. Otras empresas trabajan creando proteína animal para mascotas a partir de un proceso de fermentación microbiana. El descubrimiento de Pasteur, adaptado al siglo XXI.
Okelanaidi
La Cofradía de la Carne. Se acaba de presentar en Vitoria-Gasteiz. Esta feliz iniciativa de los ganaderos productores de carne de Euskadi pretende poner en valor su producto, sostenible y de calidad, haciendo frente a la presión mediática con la que nos inundan de mensajes negativos relacionados con la salud de las personas y la protección medioambiental. La Cofradía trabaja con ganado pirenaico, kilómetro cero, incluso en la alimentación del ganado, alineados con la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible y utilizando sistemas de inteligencia artificial aplicada a su manejo y a la trazabilidad, es decir, la transparencia en toda la cadena, desde que nace el ternero, su alimentación, su desarrollo en el campo, su bienestar, su transporte en condiciones adecuadas y su sacrificio indoloro, hasta que llega a nuestra mesa en forma de filete, guisado o albóndiga. Y todo legal y sanitariamente controlado, desde el establo hasta la mesa, por los veterinarios.
La carne es un alimento sano, aporta proteínas de alto nivel biológico, algunas vitaminas del grupo B y minerales como hierro y zinc de elevada biodisponibilidad. Es cierto que un abuso en su consumo, especialmente de las rojas, puede incrementar el nivel de colesterol y que algunos estudios unen el consumo de carnes procesadas (salchichas, chorizos, bacón, jamón, fiambres, cecina, hamburguesas) con el incremento de algunas patologías. En esto, como en todo, el secreto está en la dosis. No es recomendable una dieta exclusivamente carnívora. Pero sin renunciar al bocata de chorizo o al filete de vez en cuando, es conveniente alternar con otros alimentos: pescado, huevos, lácteos, acompañados todos de verduras y legumbres. Y ejercicio físico moderado.
La evolución del consumo de carne fresca en España, desde el año 2000 hasta 2020, expresado en kilos per cápita y año, manifiesta una caída del 8,7%. O sea, se ha pasado de 39,65 kg/pc/año a 36,20 kg/pc/año, una caída generalizada en todas las especies, excepto en la de cerdo, que se mantiene casi igual. Curiosamente, se nota un incremento del 31% en lo que se denomina “Otras carnes”, entre las que están el avestruz, el pavo, el pato o el conejo.
Analizando por especies, la carne de vacuno ha descendido casi un 30%, llegando hasta los 5,35 kg/pc/año, que viene a ser 99 gramos, menos de un filete estándar a la semana. Descenso que no se ha visto compensado por el incremento del consumo de otras carnes que, en el caso del pollo, es de 252 gramos por persona y semana y en el de la carne de cerdo 202 gramos, o sea, un filete estándar cada cuatro días. En términos relativos, las carnes de pollo y cerdo han aumentado su consumo desde el 62,3% hasta el 67,9%. Más claro todavía, ha aumentado el consumo de carnes de menor precio, que pueden pagar los sectores de la población con menos recursos y, como conclusión de todo este rollo, (y eso que he omitido los cuadros), esos pollos y cerdos proceden de la ganadería intensiva, la más contaminante, y no del ganado vacuno. A ver si se aclaran los opinadores, políticos ecologistas y “tontos útiles” (Franco dixit), que pretenden volvernos locos con su demagogia y falta de rigor.
Respecto a la emisión de gases de efecto invernadero, la fuente más fiable hasta el momento, el Panel Internacional para el Cambio Climático (PPCC) en 2019, imputa a la ganadería entre el 4,5 y el 7%, no esas cantidades tan elevadas como, intencionada y erróneamente, se indican y utilizan algunos ignorantes para sus campañas de descrédito y criminalización de la ganadería. Si a Euskadi nos referimos, teniendo en cuenta la baja densidad de explotaciones, los datos son inferiores todavía.
Cuando estuvimos confinados por la pandemia, según datos oficiales, descendieron un 13% las emisiones brutas de dióxido de carbono; como no se alteró la cabaña ganadera, es fácil deducir que ese descenso se relacionó con el de los transportes aéreos y terrestres
Hoy domingo
Alcachofas con virutas de ibérico. Lengua en salsa de hongos. Naranja. Tinto Viña Real crianza. Café. Tejas y cigarrillos de Eceiza de Tolosa.