PINAR se ha convertido en un deporte de riesgo. La aparición en la vida cotidiana de las redes sociales no ha hecho más que dar un altavoz aún mayor a la ciudadanía. Todo esto podría valorarse de manera positiva si no fuera porque, a la vez que se amplía el radio de expansión, también lo hacen las posibles críticas que puedan surgir ante dichas opiniones. Nadie está exento de opinar y ser juzgado por ello. De hecho, raramente alguien recibe el beneplácito de toda la comunidad de Internet al expresar una opinión. Se exprese lo que se exprese, y se diga como se diga; siempre habrá alguien que se sienta ofendido, que malinterprete lo dicho, o que simplemente esté buscando una excusa para insultar de manera gratuita.

En ocasiones, esa crítica a una opinión suele ir acompañada de un claro intento de desprestigio contra la persona que ha tenido la valentía de opinar. En redes sociales es complicado calcular dónde se sitúa el límite entre la crítica y la falta de respeto. El argumentar con datos e información parece que es algo que cada vez se lleva menos. Lo que está de moda es el pegar zascas, sin importar si se tiene razón o no. Y si, de paso, puedes humillar un poquito a la víctima porque no piensa como tú, pues mucho mejor.

Esto no acaba aquí, sino que hay usuarios que llegan incluso a cuestionar la profesionalidad en el trabajo de quienes osan opinar sobre un tema, aunque dicha opinión no esté en absoluto relacionada con su profesión. Se ha llegado a un punto en el que una simple opinión sobre un tema concreto puede condicionar toda la vida de una persona. ¿Las consecuencias? Que a pesar de tener cada vez más medios para expresar sentimientos, opiniones o posturas; muchos usuarios cada vez se guardan más cosas para sí mismos. Todo ello única y exclusivamente para evitar ser señalados y que les afecte lo mínimo posible en su vida personal o laboral.

El señalar a alguien por una opinión concreta se acentúa si la persona en cuestión tiene cierto renombre o en su profesión se acerca mucho al público. Músicos, cantantes, escritores, modelos, bailarines... y también periodistas. Un simple posicionamiento a favor de una ideología política o algún tema tabú puede causar una cascada de críticas, y en el peor de los casos, incluso boicots.

Más de uno se estará preguntando qué me ha llevado a escribir este artículo sobre la libertad de expresión en redes sociales. No, esta vez no he sido yo quien se ha llevado palos por opinar, pero sí unos cuantos periodistas, a algunos de los cuales conozco personalmente. Todo por contar en sus redes que su experiencia con Osakidetza respecto a la covid ha sido positiva, nunca mejor dicho.

Muchas personas en redes han sido implacables con ellos. A algunos no les ha bastado con decir que mentían, sino que incluso ha habido personas que les han llegado a cuestionar como profesionales de los medios de comunicación. Todo esto me produce una enorme tristeza. En primer lugar, porque nadie merece un linchamiento público únicamente por expresar su opinión. Menos cuando además lo hace con respeto y con ánimo de aportar en positivo. Y en segundo lugar, porque demuestra el uso malévolo que hacen algunas personas de las redes sociales.

Todo esto me ha hecho recordar algo que hace poco comentaba una política vasca. Hablaba de las situaciones de "matonismo local" que se daban en Euskadi hace años. Yo lo tengo claro: ese matonismo local ha dado el salto a las redes sociales. Cambian los tiempos, y con ellos también las herramientas que los matones disponen para atacar a quien no piensa como ellos. Sé que alguno ahora pensará que hablo de ciertos matones en concreto. Pero no. Matones los hay de todos los colores e ideologías.

Me puedo imaginar el argumento con el que me vendrá más de uno. Que lo de ellos también es libertad de expresión. Pero no; insultar y difamar a alguien por expresar una opinión opuesta a la tuya no es libertad de expresión. Eso tiene otro nombre. El mismo respeto merece una persona que valora una experiencia positiva con Osakidetza que quien defiende que la suya ha sido un desastre.

Ahora me dirán que soy la voz de mi amo. Que me pagan por decir esto. O me llamarán neoliberal, como le dijeron a otra persona. Pero solo pido sensatez, cordura y respeto. Y lo más importante, si nuestro tuit de respuesta hacia una persona que ha expresado su opinión lo único que va a traer va a ser mal rollo, crispación y daño... Mejor nos lo guardamos para nosotros. Las diferentes redes sociales pueden ser nuestras mejores aliadas, siempre y cuando las utilicemos de manera correcta. Debatamos, opinemos y discrepemos entre nosotros, pero sin recurrir a lo vulgar, lo ordinario, las humillaciones y las faltas de respeto. Por resumir: hagamos buen uso de las redes sociales. * Periodista