n España gobierna una coalición que, a tenor de su evolución y del comportamiento del líder de uno de los partidos, o no es un solo gobierno o no tiene espíritu de coalición. Porque si una coalición es "un pacto o unión entre personas, grupos sociales o estados para lograr un fin común", algo está fallando en la que actualmente constituye el Gobierno de España. Sería prolijo, y necesitaría muchas páginas, enumerar los frecuentes encontronazos de los miembros del Gobierno actual, -PSOE, UP-, pero lo realmente grave es el descaro y la falta de credibilidad que va sembrando Pablo Iglesias (vicepresidente segundo del Gobierno) cada vez que se pronuncia. Tal es su falta de discreción y su insolencia que aún no he encontrado media docena de oportunidades en las que el líder de Unidas Podemos haya subrayado las palabras del presidente Sánchez. No me cabe ninguna duda de que ello obedece a una estrategia premeditada: Pablo Iglesias trabaja constantemente para cercenar la firmeza y fortaleza del presidente Pedro Sánchez. Los españoles ya se han dado cuenta de las intenciones de Pablo Iglesias que, un día sí y otro también, busca algún resquicio para combatir y criticar algún dato o detalle que ofrezca alguna posibilidad de reprobación. Con especial frecuencia esto ha venido ocurriendo en los últimos meses en los que se ha pronunciado contra su propio país y Gobierno, sin tener en cuenta que es dirigente privilegiado de ambos, he ahí su desfachatez.

Repasar todas esas oportunidades en las que la vileza de Pablo Iglesias ha aflorado con desvergüenza daría pie a un larguísimo relato. Por otra parte, el hecho de que alguien forme parte de una coalición de Gobierno no es razón suficiente para quedar mudo, ni para privarle de mostrar sus características y su ideología auténticas, pero toda coalición implica renuncias o definiciones concretas y compartidas por quienes se coaligan. Los gobiernos de coalición son eficaces también en la medida que sirven de ejemplo a imitar por los ciudadanos. Las discusiones internas deben trascender lo menos posible y, en todo caso, cuidando mucho que las consecuencias sean benignas. Todos sabemos que dos partidos que se coaligan sólo comprometen aquello que previamente escriben solemnemente, pero incluso lo no escrito suele "dejarse para otra ocasión", de modo que las formaciones se respetan en lo esencial, y deben procurar que la convivencia de las partes no se muestre ante los ciudadanos como si se tratara de una pelea de grillos€

No voy a repasar, como he anunciado antes, el listado de los desencuentros que Pablo Iglesias ha venido provocando en el ya larguísimo año del Gobierno de coalición que venimos soportando. Como socialista, y después de bastantes años de vivencia y militancia, considero que la confianza que debe reinar en cualquier gobierno -incluso en uno integrado por diferentes- debe complementarse con un comportamiento responsable de las partes que muestre el mutuo respeto entre ellas y evite recrearse en los aspectos más discordantes. "Acordar" significa "decidir o resolver de común acuerdo". Aquello que no permite la avenencia en un gobierno de coalición debe quedar pendiente para otra ocasión. O bien modificando los textos que se piensa acordar o bien cambiando las actitudes y aptitudes con que se administran los acuerdos. Cuando se pactan los posibles desacuerdos se hace el firme propósito de no airearlos en exceso, de alejarlos cuanto más de los medios de información para que el futuro se presente ante los ciudadanos como un tiempo bonancible y fácil de vivir en él, como mínimo soportable. Pero, desgraciadamente, los tiempos actuales no obedecen a esto que voy analizando. Vivimos tiempos de incertidumbre en los que las dudas nos hacen inseguros. Los periódicos, un día sí y otro también, abren sus ediciones con noticias nada esperanzadoras, con pronunciamientos de líderes políticos -que no líderes sociales en la mayoría de los casos-, mucho más empeñados en agitar a las masas sin dirección precisa que en reconducirlas hacia los dominios de la convivencia y la felicidad.

Con ánimo de concretar remito a un titular de periódico: "Pablo Iglesias cuestiona la normalidad democrática de España". Es decir, que el vicepresidente del Gobierno afirma que la democracia imperante en España no es tal. Y para fundamentar su ocurrencia esgrime que en Cataluña hay (o ha habido) dos presidentes en situación irregular, uno de ellos prófugo y el otro encarcelado. Podía haber completado su pronunciamiento subrayando que ambos dos se sienten "felices" pues no en vano la Historia -aunque se trate de uno de los espacios emborronados de la Historia- les ha abierto un hueco para su entronización. Pues eso, queridos lectores, que la "anormalidad democrática" que denuncia no tiene en cuenta que Puigdemont es un huido de la justicia y que Oriol Junqueras está condenado por sedición y malversación de fondos. Que Pablo Iglesias no haya dedicado un solo calificativo a Puigdemont o Junqueras (ni al resto de afectados encarcelados) y haya dedicado proyectiles y dardos hirientes a la democracia en que vivimos, tachándola de "anormal", dice muy poco en su favor, y da pie a aventurar que su estancia en el Gobierno actual está más pensada para desestabilizar que para acreditar al sistema y a sus instituciones.

¿Cuestión de oportunismo barato? Puede ser. En nuestro sistema democrático cuentan demasiado las estrategias para la consecución de los votos, aunque luego las prácticas del Gobierno, una vez alcanzado, dejen mucho que desear. ¡Oportunismo, sí! ¡Y barato, muy barato! Porque la ideología que esgrime Pablo Iglesias, y las medidas o proyectos en que se sustancia, solo sirven para saciar sus ansias de poder, y pues que el poder parece tenerle reservados solamente puestos de segundón, él no para de vocear desde la subalternidad lo que no puede aún conseguir, que es el puesto principal.

¿Acaso piensa Pablo Iglesias que la "normalidad democrática" que niega o cuestiona para España está presente en la Rusia en la que Navalni sigue vivo por casualidad? ¿No encuentra ninguna diferencia entre Pedro Sánchez y Putin, ni siquiera en sus modos de comportarse y expresarse? Siendo así, ¿merece acaso alguna credibilidad el ínclito Pablo Iglesias? Menos mal que la parte socialista (PSOE) del Gobierno mantiene la dignidad de la ideología y del Gobierno. Pablo Iglesias (Turrión, que no Pose) se viene aprovechando incluso de su nombre y apellido para engañar a quienes leen su nombre de carrerilla y le confunden con el líder fundador socialista€ Y se aprovecha igualmente de que la izquierda española, empeñada en desarrollar sus ideas políticas (ideología) a la perfección, quizás se haya olvidado de lo bueno, de lo mejor o de lo menos malo.

Creo que no conviene alimentar el absurdo debate que alimenta Pablo Iglesias con la absurda intención de seguir fiel a sus absurdas aspiraciones, que bien poco tienen que ver con las de la izquierda. Pablo Iglesias es un advenedizo en la izquierda, no tanto porque no sea de tal condición como porque lo es a conveniencia exclusiva suya. Ahora que los líderes independentistas catalanes han propuesto que su mundo no debe compartir espacio con ningún otro líder catalán no nacionalista, conviene recordar las palabras de la ministra González Laya subrayando que España es una de las 23 democracias plenas en el mundo, y que "en España no hay presos políticos sino políticos presos". Esto, que parece un juego de palabras, es una realidad innegable, por más que el advenedizo Pablo Iglesias, llegado oportunamente a la izquierda y a la democracia, lo cuestione. Por si fuera poco, también la vicepresidenta Carmen Calvo ha defendido la democracia española como "seria", y ha advertido que los líderes del procès, a pesar de sus condenas, han participado en la campaña de las elecciones catalanas. ¿Cabe más integridad democrática? Sin embargo, es evidente que el actual Gobierno PSOE-UP adolece, en una de las dos fracciones que lo forman de flojedad democrática, porque Pablo Iglesias (Turrión, que no Pose) es un oportunista al que le sobran las ínfulas, y le faltan el sentido común, el compromiso social y la responsabilidad que debe asistir a los responsables públicos.

Pablo Iglesias (Turrión, que no Pose) quiere convertir la Moncloa en un Patio de Monipodio que ni Pedro Sánchez ni el PSOE pueden aceptar.