ntes solo había obligaciones. Ahora solo hay derechos. La relación derecho-obligaciones hoy no se conjuga. Mucho menos en el mundo sindical. Se pide sobre todo lo imposible y luego se queja uno de no haberlo conseguido. No quiere decir esto que no haya que resolver problemas ni priorizar las necesidades en tiempos de recursos escasos y crisis económica. Una crisis que sería hoy brutal de haber seguido las pautas de una izquierda desnortada que buscaba contraponer economía y salud. Y se emplearon a fondo. No querían elecciones y acusaron al lehendakari de irresponsable y de estar vendido a la patronal. Hoy, ante este rebrote nos propondrían una gestora y quizás elecciones el 5 de abril... pero del año que viene.

Lamentablemente, no hay una opinión pública con músculo que les recuerde sus inmensos errores. Falta respuesta cívica. Vivimos una sociedad muy blanda que no percibe que la política es diferenciación y que ELA hoy es una plataforma antisistema extraordinariamente distorsionante. No es un sindicato democrático al uso. Nada que ver con su origen. Es la antipolítica en estado puro. Su lema es la huelga por la huelga sin acudir a ninguna mesa de diálogo. Lo avisó Arzalluz en el BEC. Seguimos aguantando impávidos su comportamiento antidemocrático de no aceptar los resultados electorales. Trump pretende hacer lo mismo en Estados Unidos. Lo que no se consigue en las urnas se consigue en la calle.

Bildu, al unísono, ha descubierto la queja continua y la palabra “rodillo”. Y sobre todo la sistemática denuncia jeremíaca, sin aportar soluciones a nada. Salvo en Madrid, donde se arrastran por la alfombra. Entiendo que les preocupe la situación de los presos, pero esa es su mochila, no la gran preocupación de la sociedad vasca que sufrió las consecuencias de aquella violencia cruel y sectaria. Es la mochila de un inmenso fracaso que nunca aceptarán. Por eso les reciben con vítores en la calle ofendiendo y humillando a las víctimas. No han aprendido nada, no han olvidado nada. Escuchar a Arkaitz Rodríguez decir que los presos no son violadores y que tienen el apoyo de parte de la sociedad nos indica su nulo nivel ético. Sigue defendiendo aquellos asesinatos. Que se lo digan a la viuda de Txema Agirre, el ertzaina asesinado en la inauguración del Guggenheim. Era de ver el recibimiento a Ibon Gogeaskoetxea en el puente de San Antón y a Oihane Bakedano en Oñati, con pasillos y aplausos en la vía pública. No abjuran de esa historia, como el franquismo no abjura de la suya. Los extremos se tocan. De ahí la injusticia de la bronca al presidente de las juventudes del PSE cuando pidió que no se blanqueara esta historia. Tenía razón. Escucho en las tertulias de Radio Euskadi de los sábados a Iker Casanova insultando al PNV y sus argumentos me parecen escandalosos. Ataca sin autoridad moral porque se niega a condenar aquella barbarie. Escucho a Arkaitz Rodríguez, secretario general de Sortu, seguir justificando a ETA y me parece irreal. Ya dijo que los 42 ataques a los batzokis se quitaban con acetona. Siguen aferrados al dogma y creyendo representar en exclusividad a un pueblo vasco que no les ha otorgado mayoría alguna. Están los dos en el Parlamento Vasco y son los comisarios del cotarro. La señora Iriarte pinta menos que Iturgaiz en un concurso de acordeones. Nada. Parlamento y pancarta. Jarabe democrático.

De ahí toda esta agitación, solo explicada porque siguen sin asumir su derrota y creen que ser opositor es ser alguien con un palo para meter en las ruedas de lo que funciona. Y aunque todo lo exagerado no es creíble, distorsionan gravemente el día a día en una situación de emergencia. Para colmo, tienen la gran ayuda de unos informativos de ETB que magnifican sus manifestaciones, sus huelgas, su discurso marginal. Una información muy parcial que silencia los logros y que minimiza calculadamente lo institucional y lo mete en igualdad de condiciones en un totum revolutum. Esa no es mayoritariamente la sociedad vasca.

Recibieron al nuevo gobierno con una huelga. No le dieron tiempo al consejero ni a sentarse en su despacho y, aunque les había recibido y pedido tiempo, pararon un día en un ámbito tan frágil y sensible como la educación. Les importa poco. Siempre tienen razón en todo. Pues no. Algún día los padres se cansarán de que sus hijos sean utilizados como rehenes. Pero nos anuncian huelgas y más huelgas, paros y más paros en sanidad y educación, algo que debería ser la última ratio tras el fracaso de una negociación; no el primer cartucho. Nada que ver con los sindicatos en los países que funcionan, donde piensan en el bienestar colectivo. Nada que ver con el acuerdo de los ERTE. La guerra por otros medios, como decía Clausewitz, es la desestabilización permanente en tiempos de crisis, es malograr todo lo que tocan. Lo han hecho con el movimiento de los pensionistas de los lunes y lo hicieron con el hoy desaparecido vertedero de Zaldibar, del que ya no hablan.

Es el agit pro desde la herriko taberna. Hacen impunemente lo que en un país totalitario no podrían hacer. Se puede ser comunista en una democracia. No se puede ser demócrata en un país comunista. Y usan sus tácticas. EA no existe. Se la comió Sortu de un bocado. Típico. Le exprimieron el jugo, pusieron un mascarón de proa y a aplaudir. ”Si no hacemos algo antes de junio, EA puede desaparecer como partido”, decía Miren Aranoa, de la coordinadora de EA en Navarra. Eso no le importa al portavoz de Eusko Alkartasuna, Iker Ruiz de Egino, que denunciaba el 20 de septiembre “la enorme falta de autocrítica del nuevo Gobierno vasco”y justificaba las huelgas porque “nacen de la preocupación”. Un fino analista. El capitán del Titanic.

Por eso la política ahora es la del calamar. Tinta y huida. El 17 de septiembre, en Gara, dos de sus gurús, Rafa Diez Usabiaga y Eugenio Etxebeste Antxon, escribían una salmodia con este titular: Con este PNV no es posible. Afortunadamente, me dije.

Finalizaban su memorial de agravios diciendo que “el PNV ha situado de forma obsesiva a la izquierda independentista (ya no es abertzale) como enemigo principal, como foco de sus críticas e insultos, en el fondo la izquierda independentista ha sido, es y será el espejo de su renuncia nacional, conservadurismo económico y prepotencia política”. Justamente lo que hacen ellos, pero atribuido al PNV, el “Partido del Negocio Vasco”, el “lacayo de Confebask”, el “neoliberalismo hecho partido”. Ellos no insultan. Ellos no convocan huelgas. Ellos no manipulan la desgracia del vertedero. Ellos no se cargan el movimiento de los jubilados. Ellos negocian con Madrid buenas lentejas tras 40 años en que éramos tildados de traidores a una patria que solo ellos representaban.

Es lo que hay. Que tengan cuidado. El premio al zorro que más corre es cepo electoral. Y el cansancio de la parroquia. A un mes de su pérdida en las urnas, el fracaso se lo atribuyen al PNV y a Urkullu. Ellos son “la solución frente al fracasado modelo de imposición de Urkullu”. Pues vaya. Un poco de tila no les vendría nada mal. Pero lo malo de este dibujo es que estos tiempos no son estos buenos para tener semejante oposición bisoña, adolescente, enrabietada, abonada a la crítica por la crítica y que ansía que fracase todo para en la cloaca poner nadar. La democracia es alternancia y ésta comienza con la competitividad. La sana competitividad. Y no esta espúrea versión de un escenario distorsionado donde solo pretenden medrar los extremos ante la pasividad de la gente normal que cree que no va con ellos. ¡Y vaya que si va!

Para hacer una nación se ha de partir de la realidad misma, de los vascos actuales y de su libre voluntad, de lo que votan y de cómo superan la adversidad. Sin despreciar todo lo que una secular convivencia ha creado y transmitido. No es de recibo vivir mirando hacia atrás aferrados a formas de lucha ya periclitadas. Es hacia el futuro a donde hemos de mirar desde lo que hoy somos. Es importante sentirse portadores de un nacionalismo probado, firme y sereno. Hemos recibido un legado exento de fanatismo y de cualquier sombra de totalitarismo y anclado en un profundo sentido democrático.

La racionalidad constituye un buen instrumento para huir del fanatismo. Es, también, una buena brújula, aunque no la única, para señalar el camino. Pero si la razón puede dar luz, nunca proporciona calor. Si es brújula nunca es motor. Por eso nosotros buscamos brújula y motor, razón y corazón. Y no nos dejamos inmutar por la sonrisa burlona de esa progresía de taberna, por ese neo-abertzalismo difuso y acomodaticio recién llegado al juego institucional que sigue sin aprender el abc de la democracia y al que el porvenir y la cohesión de Euzkadi le importe una higa.

Parlamentario de EAJ-PNV (1985-2015)