l pasado 1 de septiembre los partidos PNV-EAJ y el PSE-EE firmaron el Acuerdo para la reactivación económica y el empleo desde la defensa de los servicios públicos y las políticas sociales sobre la base de más y mejor autogobierno, que conforma el programa a llevar a cabo por parte de los citados partidos que forman el nuevo Gobierno vasco en la legislatura 2020-2024. No es mi intención abordar el acuerdo en toda su extensión, sino lo referente a los aspectos relacionados con el medio ambiente que considero más importantes, aunque dejo de lado temas como el transporte y la movilidad, así como la integración de las competencias medioambientales en el Departamento de Desarrollo Económico que dirigirá Arantxa Tapia.

Comenzando por esto último, no me ha sorprendido del nuevo Ejecutivo vasco la incorporación del área de Medio Ambiente al departamento de Desarrollo Económico que dirigirá Tapia. Todo lo ocurrido en relación con la mayor catástrofe ambiental ocurrida en Euskadi, el derrumbamiento del vertedero de Zaldibar, ha tenido algo que ver en este cambio. Pero también se debe a que el medio ambiente comienza a percibirse como un sector generador de riqueza y empleo en la recuperación poscoronavirus. Ojalá sea así y el nuevo Gobierno Vasco decida seguir la estela que parece apuntarse desde Europa: los fondos europeos de recuperación tienen un marcado carácter medioambiental o verde.

Por otra parte, y a nivel más general, el medio ambiente, por ejemplo, es un área en la que los investigadores en ciencias de la naturaleza y los economistas vienen compartiendo intereses desde hace ya algún tiempo. Como muestra de esa colaboración, cabe recordar que el Grupo Intergubernamental de expertos sobre cambio climático de Naciones Unidas (IPPC, en sus siglas en inglés) evalúa e integra sistemáticamente en sus informes la investigación económica, o que algunas de las revistas científicas más prestigiosas publican regularmente trabajos de economistas ecológicos y ambientales. En cualquier caso, la complacencia está fuera de lugar. En el campo medioambiental todavía queda mucho trabajo por realizar e importantes problemas por resolver de forma conjunta. Así, el éxito de muchos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas requiere entender y ponderar cuánto y hasta cuándo pueden seguir creciendo nuestras economías para no traspasar los límites biofísicos del planeta, cada vez mejor acotados por los científicos. No hay unanimidad y existen varias líneas de pensamiento al respecto. Algunos economistas argumentan que un planeta sometido a la presión de la industrialización no puede soportar un crecimiento económico continuo. Pero para otros el crecimiento es esencial para aliviar la pobreza, siempre y cuando dicho crecimiento sea más verde.

En cuanto a los contenidos programáticos del nuevo Gobierno Vasco veo cosas positivas, aunque luego habrá que ver cómo son llevadas a la práctica, y otras no tanto. Entre las primeras, citaría, que entre los cuatro ejes vertebradores para la reconstrucción económica y social de Euskadi, uno de ellos es el "compromiso con una Transición Energética y Climática Justa". Esta cuestión me parece muy importante, porque la crisis climática es el desafío ambiental más importante que tiene el planeta Tierra en la actualidad; también a nivel de Euskadi.

De todas formas, y yendo a aspectos más concretos de este compromiso, contiene objetivos que son pocos ambiciosos. Concretamente, en lo que respecta a la crisis climática, se plantea "alcanzar la neutralidad de las emisiones de gases de efectos invernadero en el horizonte de 2050 y no superar los dos grados centígrados de temperatura a finales del presente siglo, en conformidad con el Acuerdo de París". En primer lugar, habría que decir que, para alcanzar la neutralidad climática en 2050, el Acuerdo de París plantea que hay que contener el aumento de la temperatura a 1,5 grados centígrados para finales de este siglo con respecto a los niveles preindustriales y no a los dos grados, e incluso el Parlamento Europeo, en su resolución como reacción al acuerdo, fue incluso más allá en su ambición climática y ambiental. Hay también científicos que señalan que los acuerdos de París son insuficientes, particularmente debido a la "ausencia de respuestas a la crisis energética que comenzó a mediados de la década pasada y se va a incrementar y profundizar próximamente de forma evidente y muy acelerada".

De todas formas, será uno de los temas a debatir cuando se aborde el proyecto de Ley vasca de Cambio Climático, que es una de las acciones que se contempla en el acuerdo programático de PNV-EAJ y PSE-EE y que estaba prevista aprobar en la pasada legislatura, pero que no pudo hacerse por la convocatoria anticipada de las elecciones vascas.

Otro de los aspectos positivos importantes es el impulso de la economía circular, que supone pasar de la economía lineal "extraer, producir, usar y tirar" al "reducir, reutilizar y reciclar", siendo reducción y reutilización las palabras clave. En este sentido, se plantean varias iniciativas, como es la "creación de un Centro de gestión pública, para la recogida selectiva, caracterización, almacenamiento y valorización de residuos industriales no peligrosos". Esta infraestructura de residuos puede ayudar a reducir el vertido de residuos, que actualmente supone cerca del 40% de los residuos industriales no peligrosos. No hay que olvidar que el vertido es la última de las opciones contempladas en la jerarquía europea de gestión de residuos, que pasa por este orden, por la reducción, reutilización, reciclaje, valorización energética o incineración, y vertido.

En Euskadi hacen falta menos vertederos, y ninguno como el de Zaldibar, y más infraestructuras de tratamiento de residuos. Por tanto, es obligado un cambio de rumbo en la política de gestión de los residuos. Es necesario caminar hacia la reducción de residuos, la reutilización y el reciclaje, y para ello es necesaria una Ley vasca de Residuos que camine hacia un territorio cero residuos.

El acuerdo programático de los partidos que forman el Gobierno Vasco tiene también más cuestiones positivas, como las de poner en valor a nuestro sector primario, generador de riqueza y empleo, además de protector del medio ambiente y muchas más cuestiones. De todas formas, se echan en falta las referencias a las políticas de preservar los núcleos urbanos de nuestras ciudades y municipios, y más en los tiempos en que vivimos de pandemia, tales como convertir los espacios públicos en espacios seguros, avanzar hacia un modelo que cuestione las prioridades que ha tenido hasta ahora la movilidad motorizada, favorecer e impulsar el comercio de proximidad para reducir los desplazamientos interurbanos, contar con unos entornos urbanos saludables en los que la naturaleza esté mucho más presente y abandonar la turistificación en los cascos viejos o históricos de nuestras capitales, y apostar por la diversificación de zonas, por los problemas de saturación que conllevan y de pérdida de calidad de vida para sus residentes, por los efectos que ha hecho patente la pandemia, por los problemas de convivencia que se puedan generar, y un sinfín de cuestiones más.

Experto en temas ambientales, Premio Nacional de Medio Ambiente y de Periodismo Ambiental Vasco 2019