in ser un especialista en el tema, distingo entre ambos conceptos. Las instituciones, en general, adolecen de falta de transparencia informativa. En algunas comunidades autónomas es muy evidente. Es vital mantener a la población informada con rigor si pretendemos que colabore y, para eso, nos sobran los datos contradictorios o mal explicados que generan más desconfianza, incredulidad, confusión y hastío. Los informadores dan pábulo a teorías infundadas y disparatadas procedentes de un amante bandido o un experto en ondas electromagnéticas y las colocan a la altura de otras, emitidas por especialistas de prestigio. Para escuchar opiniones técnicas sensatas hay que recurrir a informativos de alguna cadena privada española, porque la pública vasca no las ofrece. Impera la ley del silencio. Ixiltasuna.

Los medios, en portada, publican la clasificación del día. Gana Bizkaia, pero Gipuzkoa se le acerca peligrosamente, mientras se descuelga Álava. Como si de las regatas de traineras se tratara, Pero son medias verdades. Han ingresado 14 personas en las UCI, en la segunda ola. Pero omiten que esas personas arrastran patologías graves (cáncer, cardiopatías, diabetes…) y en su gran mayoría son mayores de 65 años. Se han diagnosticado 661 casos en un día, pero no dicen el número de personas examinadas o de análisis efectuados. No es lo mismo el 5% que el 75% de positivos sobre el total de la muestra. Otra: La pandemia se lleva por delante 50.000 pequeños negocios en cinco meses. Lamentablemente, es verdad. Pero su desaparición es consecuencia del confinamiento. Y la prueba más clara del error de aquella decisión, que no me atrevo a criticar, es que, frente esta segunda oleada, las autoridades insisten en que no se recurrirá a tan catastrófica medida para nuestra economía.

Comunicar es, en su cuarta acepción de la RAE, transmitir señales mediante un código común al emisor y al receptor. También es hacer saber a alguien algo. Recuerdo una colaboración externa que recibimos para combatir los chinches en hoteles y otros alojamientos turísticos. Fue imaginativa, discreta y efectiva. Utilizó un código común, con nuestro público diana, sin crear alarmas injustificadas fuera del ámbito que nos interesaba. Funcionó. Descendió notablemente la presencia de los molestos insectos. Seguro que son capaces de hacer algo parecido con el virus. En el caso de la COVID-19, ha fracasado la comunicación. No hemos acertado en el mensaje ni en la herramienta para que llegue a un sector poblacional que pasa de utilizar los canales informativos habituales.

Desde mi ignorancia, interpreto que comunicar nada tiene que ver con la aparición en la televisión de una consejera gubernamental, con cara seria, evidenciando su falta de conocimientos, amenazando con sanciones y lanzándonos uno de sus hilarantes “tremendos” sobre la prohibición de las reuniones de grupos superiores a diez personas, afirmación cuestionable en una funcionaria, para tener que salir al día siguiente a matizar que eran recomendaciones y no prohibiciones. Desde luego, nada de disculparse. Faltaría más. Tiene perfil político. Acusa en estos momentos el natural nerviosismo, ante la perspectiva de volver a la tiza. Nadie se imagina a la consejera Murga leyendo algo de Tubacex, de autobuses eléctricos o de la finalización de la campaña del bonito, por mucho Omega-3 que tenga.

Entiendo las dificultades para comunicar a un público joven y sano, que no teme al virus porque apenas les afecta, que les puede utilizar como vector o vehículo para atacar a adultos, quienes a su vez pueden propagarlo en su medio de trabajo o relación y, en el supuesto de afectar a alguna persona, incluso de su entorno, con patologías graves, puede resultarles fatal.

Para finalizar, suerte de cara al inicio escolar. Antes, cuando tomábamos una decisión complicada, nos solíamos santiguar. No servía para nada, pero daba ánimo. Recuerden, eran cuatro pasos: la frente, el pecho, hombro derecho e izquierdo. Ah, los ortodoxos, al revés.Doctor en Veterinaria