l caminante en la ciudad inventa continuamente lo cotidiano mediante la práctica de ensamblar flujos y redes (no otra cosa son los "lugares") al recorrer el entorno urbano construido. Según Michel de Certeau, en su magnífico libro La invención de lo cotidiano, caminar define espacios de enunciación, es decir, espacios demiúrgicos, de creación ontological: se hace camino al andar.

Los recorridos realizados y la antropología experimentada constituyen la práctica de la existencia humana, que luego queda representada en la geometría de los gráficos o en los mapas. El mapa es tan solo una abstracción concreta de la rica diversidad de itinerarios que los individuos pueden practicar.

Desde esta perspectiva, se puede decir que, si el poder establece estratégicamente un lugar, un orden, una distribución particular de elementos estratificados disponibles para el análisis, la resistencia cotidiana individual, en cambio, articula tácticamente las variaciones dentro de dicho orden y así crea y recrea espacios.

Los espacios resultan así abiertos a la creatividad y a la acción humana. De Certeau cree que los espacios pueden liberarse más fácilmente de lo que imagina Foucault (quien nunca articuló sólidamente la idea de "resistencia"), porque las prácticas individuales "espacializan" en lugar de localizar en redes represivas de control social. El espacio, pues, no es simplemente una metáfora de un sitio o un contenedor de poder, sino un lugar para la resistencia.

Resistir es táctica, no solamente estrategia. Significa marcar los límites, ya que la creación simbólica y la recreación de espacios es un acto de división y diferenciación. En este sentido, también constituye y actúa como fundamento "de la creación de un campo que autoriza la acción social peligrosa y contingente" en una forma "fragmentada, miniaturizada y polivalente".

Al privilegiar una "lógica de ambigüedad", las historias espaciales de resistencia representan "una partida, un ataque a un estado, la ambición de un poder conquistador o la huida de un exiliado"; en cualquier caso, la "traición" de una orden, "narratividad en su forma más delincuente".

De Certeau concibe la narrativa espacial de una manera bastante amplia como creaciones de espacios (en oposición a lugares establecidos), como descripción (en oposición a la teorización), como un arte (en oposición al discurso) y como un conocimiento privado que permanece "en los márgenes de la ortopraxis científica o cultural". Es "el estado de un saber hacer sin discurso".

No solo todas las manifestaciones de la cultura popular (lenguaje ordinario, cuentos, juegos, leyendas), sino también cualquier tipo de "práctica espacial" (caminar, navegación, viajes, escapadas, etc.) constituyen objetos para la narrativa. De hecho, privado de narraciones el grupo o el individuo "retrocede hacia la inquietante y fatalista experiencia de una totalidad sin forma, indistinta y nocturna", nos dice De Certeau.

Viene a colación esta reflexión en torno al célebre autor francés porque expresa de forma elocuente la dualidad entre poder y resistencia como un acto narrativo complejo, creativo y cotidiano, en el que participan todos los individuos.

La invención de lo cotidiano, en la dialéctica recursiva entre poder y resistencia, ha de ser luego ensamblada para trascender su multiplicidad y fragmentación y poder ser comprendida. Esos ensamblajes (eslabones en cadenas de significado) se producen por medio de operaciones de constructivismo social, una idea que nos remite a Berger y Luckmann.

Desde que Berger y Luckmann publicaran en 1966 La construcción social de la realidad entendemos mejor la idea de "constructivismo social". Significa que las personas y los grupos que interactúan en un sistema social crean, con el tiempo, conceptos o representaciones mentales de las acciones de los demás. Sabemos que estos conceptos eventualmente se rutinizan en roles recíprocos que los actores representan en relación mutua.

Cuando estos roles se ponen a disposición de otros miembros de la sociedad, se dice que las interacciones recíprocas están institucionalizadas. En el proceso, el significado queda "incrustado" (embedded) en la sociedad. El conocimiento y las concepciones (y creencias) de las personas también se "incrustan" en el tejido institucional de la sociedad. Y así se dice que la realidad está construida socialmente, un mecanismo aplicable a la invención de lo cotidiano que nos relataba De Certeau.

Lo importante aquí es recordar que este proceso constructivista es complejo y transdisciplinar. Ello quiere decir que ninguna disciplina, por sí sola, es capaz de comprender la naturaleza ontológica de lo real. Investigadores líderes como Manuel Castells, Janet Abu-Lughod y Saskia Sassen han reconocido que la realidad no se puede entender desde una sola perspectiva disciplinaria.

Hace ya algún tiempo, en 2001, en dos sesiones conjuntas de las asociaciones sociológicas británica y estadounidense, las conclusiones apuntaban hacia la necesidad de la interdisciplinariedad y la multidisciplinariedad para enriquecer las perspectivas dentro del urbanismo.

Aunque parece apropiado prescribir interdisciplinariedad y multidisciplinariedad para los estudios urbanos, esta estrategia no resuelve los problemas conceptuales y epistemológicos de un campo que enfrenta las transformaciones ontológicas masivas provocadas por las condiciones de la urbanización planetaria. Necesitamos una nueva perspectiva que vaya más allá de las disciplinas: una perspectiva transdisciplinaria.

Debido a que el urbanismo se involucra, como disciplina y como profesión, con inquietudes sociales más amplias (por ejemplo, nociones de poder, de distribución, de identidad, de ecología, de escalas, de conocimiento situado, de diseño participativo, de prácticas colectivas, entre otras), parece obvio que los modos híbridos de investigación deberían ser la opción de conocimiento preferida. Los enfoques transdisciplinarios de conocimiento y producción implican una fusión de lo académico y lo no académico en el conocimiento; la teoría y la práctica, la disciplina y la profesión, el conocimiento, la creatividad y la ética.

Se puede pensar, por ejemplo, en la hibridación de la naturaleza y la tecnología, la ingeniería y lo social, los hechos y los valores, lo humano y lo no humano. Tales enfoques tienen en común su aproximación a las cuestiones de urbanismo, no de acuerdo a teorías críticas predefinidas, sino como problemas del exterior, del mundo real y práctico de los urbanitas, donde la noción de transdisciplinariedad puede ser aplicada de manera relevante y significativa.

La idea de complejidad está íntimamente asociada a los enfoques transdisciplinarios. La noción, por ejemplo, de "planeamiento urbano estratégico" de Hersperger se ha convertido en primordial en los esfuerzos para abordar los desafíos de sostenibilidad en los entornos urbanos. Esta noción implica un enfoque de ensamblajes complejos para la resolución de problemas en el área de la sostenibilidad y ello supone situar la idea de complejidad en la vanguardia del análisis y la acción. La sostenibilidad, pues, es necesariamente compleja. Tal y como afirma Edgar Morin: "El conocimiento debe enfrentar la complejidad. Complexus significa lo que está entretejido. De hecho, existe complejidad cada vez que los diversos elementos (económicos, políticos, sociológicos, psicológicos, emocionales, mitológicos...) que componen un todo son inseparables. La complejidad es, por lo tanto, el vínculo entre la unidad y la multiplicidad. Los desarrollos propios de nuestra era planetaria nos confrontan con mayor frecuencia, inevitablemente, con el desafío de la complejidad".

Una forma de pensar transdisciplinaria cruzaría las fronteras entre las disciplinas tradicionales y modificaría la noción clásica de ciencia. Una nueva visión que fomente principios sostenibles requiere un replanteamiento de los valores humanos y una reconsideración de la integración entre el flujo de percepción, la experiencia y la conciencia. No es posible o adecuado imaginar una solución única al problema de la sostenibilidad; es más apropiado imaginar muchas soluciones complejas, interrelacionadas y en evolución.

Para evitar el comportamiento humano destructivo actual, necesitamos desarrollar una nueva percepción colectiva de las relaciones humanas hacia la valorización de un nuevo conjunto de actitudes y comportamientos o hacia una priorización diferente del conjunto de valores actuales. El conocimiento transdisciplinario puede abordar problemas globales complejos de desarrollo sostenible que contribuyan a tal fin.

London School of Economics y Massachusetts Institute of Technology