ocos países pueden mostrar una estadística perfectamente fehaciente de cómo les ha impactado la epidemia. Consiste en contar de manera precisa el número de infectados y fallecidos, y mostrar la progresión en una tabla legible y que pueda ser analizada por profesionales o por la opinión pública. El valor que tiene esa información es inmenso, porque permite hacer cosas tan diversas como calcular el impacto económico de la pandemia, planificar recursos o encontrar pistas sobre por qué el virus daña más a unas personas que a otras. No creo que en Bolivia tengan un sistema de salud capaz de enumerar los fallecidos y asignar como causa del óbito el C

No soy nada partidario de hacer un homenaje institucional a los fallecidos. Solo es postureo político. Lo merecerían también los enfermos de cáncer, ELA o ictus. Veremos el 16 de julio rostros compungidos, un espectáculo fatuo e inútil. Lo que sí se necesitaría es que la honra de esos muertos sea una sanidad mejor dotada, con mayores capacidades técnicas y profesionales, y dirigida por quienes tengan tanto respeto a la verdad como a las víctimas de la enfermedad.