l historiador del grupo Foronda, Gaizka Fernández Soldevilla, escribe un artículo (La miseria de la filosofía, 9-5) para explicar la relación de ETA con el filósofo Jean Paul Sartre. Haciendo un repaso de la trayectoria de Sartre a favor de la Unión Soviética, de ETA y de otros grupos armados no entra, por desgracia, en los contenidos ideológicos de tal apoyo. En el prólogo de Sartre a la obra La procès de Burgos (Gallimard, 1971) de la periodista Gisèle Halimi, dice el historiador que "se mezclaba la doctrina de Sabino Arana, el ultranacionalismo de ETA, el antimperialismo, un marxismo sui generis". Son etiquetas que, así deslavazadas, no llegan a plasmar lo que el viejo Kant definiría como la cosa en sí: la ideología de ETA, su forma de organización, el reflejo teórico real de su práctica futura..."

Antes de entrar en esa cuestión, una pregunta obligada: ¿Cómo un filósofo de la talla internacional de Sartre se llega a interesar por una organización armada casi insignificante cuya historia apenas había comenzado? ¿Cuáles son las relaciones humanas que forjan esta relación política? Fernández Soldevilla no responde estas cuestiones previas tan importantes que nos hablan de una práctica y de una red solidaria internacional entre militantes de la misma ideología: la que unió a Sartre con ETA.

Para responder a estas preguntas, tenemos el citado libro y el prólogo de Sartre. Es, posiblemente, José Antonio Etxebarrieta, el abogado principal del Proceso de Burgos, el jefe e ideólogo de ETA, quien establecería el contacto y conseguiría ese trabajo. En su anterior estancia parisina, se relacionó con algunos exiliados del Tercer Mundo y se sabe que estaba fascinado por la literatura revolucionaria de la descolonización. Por eso se convirtió al maoísmo-marxista-leninista, la ideología oficial de ETA que su hermano Txabi hizo aprobar en la V Asamblea (1966-7).

Debemos interpretar el prólogo de Sartre como una encomienda política, una más, a las que estaba acostumbrado. Recordemos que posteriormente se puso al servicio del maoísta Pierre Victor y fue colaborador (y vendedor callejero) del periódico La Cause du Peuple por mandato suyo. Tales labores eran parte de su idea de intelectual "comprometido". En este caso, sería José Antonio Etxebarrieta o alguno de sus emisarios en París, quien dictaría parte de los contenidos del prólogo. Luego, Sartre les daría una elaboración personal en base a la identidad política común, el maoísmo-marxismo-leninismo.

Desgraciadamente, Gaizka Fernández, a veces, destaca la pura viñeta (el comentario personal de Sartre tras su entrevista con el terrorista alemán Andreas Baader) en detrimento de lo esencial. Resulta más importante que eso, como recoge Tony Judt (en su crónica intelectual Pasado imperfecto) el que afirmara: "Los revolucionarios de 1973 probablemente no han matado lo suficiente". Lo importante no era la simpatía o antipatía personal que Sartre pudiera tener por los militantes terroristas sino su pasión compartida, abstracta e ideológica, por la violencia. Sartre (nos recuerda Gaizka Fernández) llevaba unas cuantas décadas reivindicando (y teorizando) "el sano principio de la violencia revolucionaria". El texto sobre el Proceso de Burgos es tanto un alegato de ETA como de la violencia revolucionaria en una coyuntura mundial.

La referencia a Argelia y la violencia del Tercer Mundo es importante por su posible e hipotética influencia en el mundo desarrollado. No olvidemos que los revolucionarios argelinos llevaron el terrorismo hasta la metrópoli. Pusieron bombas, atentaron y secuestraron en las calles de París y otras ciudades francesas. Y ayudaron política y militarmente a ETA, así como a otros grupos revolucionarios marxista-leninistas (como a los canarios del MPAIAC).

El Proceso de Burgos fue una oportunidad de verificar la realidad del aserto aprobado en la V Asamblea de ETA de que en "Euskadi la lucha de clases toma la forma de lucha por la liberación nacional". ¿Suponía el marco nacional vasco un factor de radicalización de la "lucha de clases"? Eso es lo que corrobora Sartre cuando afirma, repitiendo las lecciones que le da su confidente de ETA, "la independencia y socialismo son, en el caso de Euzkadi, dos caras de una misma moneda". ¿Es a esto a lo que Gaizka Fernández denomina "marxismo sui generis? Si así fuera estaría equivocado puesto que el "nacionalismo revolucionario" de la V Asamblea constituye la aplicación del marxismo al marco nacional vasco. Y este marxismo se vinculaba históricamente con el maoísmo que teorizó esa cuestión en esa etapa y la difundió a los países del Tercer Mundo (como Argelia y Vietnam), de los que pasó a las pequeñas nacionalidades del mundo desarrollado (primero a Euskadi y luego a Irlanda, Córcega, Bretaña, Cataluña...).

Gaizka Fernández ni siquiera trata de explicar la convicción que produjeron, en aquel momento histórico, desde la lógica marxista, los argumentos de ETA en la pluma del filósofo Sartre. Dice este que "en Argelia" se "ha visto que los departamentos son unas divisiones abstractas que ocultaban ahí la conquista por la fuerza y la colonización". Cuando Sartre habla de "colonización" marca una analogía entre la última fase del "imperialismo" tal como la teorizaba Lenin, y la centralización "jacobina" producto de la revolución "burguesa" que abolió por ley los pueblos del reino de Francia. El mismo autor veía reproducido ese proceso en el Estado español y decía que el franquismo fue su expresión más poderosa.

Sartre vindica las luchas de las pequeñas nacionalidades, incluidas las de su Estado, como luchas revolucionarias. La peculiaridad de Euskadi es que ETA, como afirma Sartre, convirtió el Proceso de Burgos en un foco nacional, estatal e internacional de la lucha de clases con forma de lucha nacional como ocurrió con las luchas de Argelia, Vietnam, o Cuba. Fue la primera experiencia de Europa que lo consiguió. Por eso, Sartre escribió: "Libertad o muerte: estas palabras las escuchábamos ayer en Cuba y en Argelia; hoy se renuevan en Euzkadi". Y remarcó "la universalidad singular del pueblo vasco" en oposición "a la universalidad abstracta del humanismo burgués".

Entonces, ¿dónde queda la doctrina de Sabino Arana? Sartre transcribe mal el nombre del fundador del nacionalismo vasco (le llama "Sabin Mana") lo que junto con su ignorancia demuestra una notable falta de interés tanto en su figura como en su doctrina así como es reflejo también de la despreocupación de su informante de ETA. ¿Y el ultranacionalismo de ETA? La palabra "nacionalismo" aparece una sola vez en el prólogo acompañada del adjetivo "burgués". Esa palabra no define el fenómeno de ETA que Sartre describe.

Por último, Gaizka Fernández nos da cuenta de la relación entre los intelectuales revolucionarios y ETA como si fuera cosa pasada. Sin embargo, es un factor persistente. En junio del 2019, con motivo de la detención del jefe de ETA Josu Urrutikoetxea, una serie de filósofos, algunos de ellos maoístas y comunistas, franceses, italianos, alemanes (Alain Badiou, Jean Luc Nancy, Toni Negri, Raul Zelik...) se aprestaron a firmar un manifiesto, haciendo aprecio de su labor militante y pidiendo su libertad. Gaizka Fernández se obceca en relacionar a ETA con Sabino Arana y el ultranacionalismo. Por eso no recoge ni reconoce la naturaleza real de la solidaridad filosófico-política e inter-revolucionaria fundada entre Sartre y ETA a principios de los 70 y que dura hasta ahora.

Doctor en Historia