talia y España, dos países jacarandosos pero diferentes. Mussolini muerto se paseó por Roma colgado por el cuello, Franco en la cama y con honores militares. La consecuencia de esta diferencia ha sido el desarrollo de dos países democráticamente diferentes.

El confinamiento domiciliario provocó inicialmente en las comunidades de vecinos una relación vecinal por los balcones, donde el personal pasaba el rato cantando, con juegos etc. Habilidosamente se ha conseguido transformar esas actividades espontáneas en actividades programadas con objetivos precisos. Quien piense que esa transformación no ha sido dirigida pecará de ingenuo.

Al anochecer se hacen sonar sirenas y se aplaude en honor del personal sanitario, civil, militar, y policial, implicados en la lucha vírica. Los aplausos son correspondidos por ambas partes. Todos contentos por la unanimidad ciudadana, a la vez que preocupados.

En las técnicas de propaganda política, en casos de pánico colectivo, se aconseja hacer participar activamente a la ciudadanía en actos colectivos que relajen la tensión emocional, es básico en psicología de masas. Es importante la unidad irreflexiva de acción, ahora todos a luchar contra el enemigo común, la pandemia. No nos perdamos en discusiones estériles que nos dividan y aparten del objetivo principal, vencer el coronavirus. Luego, cuando hayamos vencido la epidemia, ya hablaremos y reflexionaremos sobre errores y fallos cometidos. Es una buena manera de aplazar el juicio sobre errores cometidos, recortes económicos y dilapidaciones económicas criminales de medios sanitarios.

También se aprovecha para pasar desapercibidas otras situaciones comprometidas que tangencialmente se hacen públicas o se recuerdan en este momento, aunque sean antiguas. Por ejemplo, el escándalo de las comisiones y origen de la fortuna del rey emérito, o la apropiación oscura de la colección de pintura y arte Duque de Hernani, que doña Sofía con Urdangarin se llevaron a Estados Unidos para tener un capital en el extranjero, etc., etc. Estas son situaciones tapadas por las angustias del momento y con la colaboración de la olvidadiza prensa, con la intención de escaquear a la ciudadanía la responsabilidad de conductas torticeras.

Por cierto, no hay que esperar a salir de la crisis para empezar a sentar las bases en que se justificarán las nefastas conductas de nuestros responsables. Ya ha empezado la sutil operación de justificación. ¿Quién podía pensar que iban a ser necesarios los centros y plazas hospitalarias amortizados de la sanidad pública, o los efectivos de personal sanitario eliminados, la falta de mascarillas y respiradores, etc.? Era mejor fomentar un sistema privado de sanidad que la sanidad pública, en base a la economía sostenible. ¡A ver quién y cómo estudiará el coste de la actual crisis!. Por todo ello, no será responsable ningún político de los desmanes realizados. Al ciudadano se le hará comprender lo incomprensible.

Cuando termine la crisis, ¿seguirá la población con ganas de salir al balcón folclorizando las reivindicaciones que surgirán? Si quieres ser feliz como dices, no analices.

Doctor en CC Económicas. Sarriko UPV/EHU