Hace dos años, en agosto de 2020, mi compañera Maialen Mariscal entrevistaba en este periódico a Félix Garciandia, tras su cese como presidente de la Autoridad Portuaria de Pasaia, después de dos años y medio de llegar al cargo. A la hora de hacer balance de su gestión, lanzó una afirmación que hoy, 26 meses después, sigue teniendo toda su virtualidad, porque durante este tiempo parece que poco o nada ha cambiado en la dársena guipuzcoana. “Cabe preguntarse a quién importa lo suficiente el puerto de Pasaia como para ocuparse de que sea fuerte. Eso es lo que echo de menos”, decía de manera rotunda el expresidente de la Autoridad Portuaria de Pasaia.

Al margen de consideraciones discrepantes con su forma de proceder al frente del puerto de Pasaia, que provocaron una de las crisis más profundas en la administración de la dársena guipuzcoana conocidas hasta el momento, hasta el punto de ser objeto de varias preguntas parlamentarias en la Cámara de Gasteiz dirigidas a la consejera de Desarrollo Económico, Arantxa Tapia, debo colegir que esa afirmación puede volver a formularse a día de hoy, sin riesgo de equivocarse.

Que el puerto de Pasaia sufre una parálisis estructural desde hace más de una década es una evidencia que muy pocos lo pueden negar y que puede convertirse en letal si no se actúa con determinación y prontitud, sobre todo en la actual situación tan cambiante e incierta que vive la economía. Esta situación está provocando descensos importantes en el tráfico de mercancías en el puerto de Pasaia que acumulan una caída del 6,8% en lo que vamos de año, siendo la segunda dársena del conjunto del Estado con mayores registros negativos, mientras que la media del sistema portuario estatal arroja una subida del 5,5%, según los últimos datos dados a conocer por Puertos del Estado.

Y en esta coyuntura, aunque pueda parecer normal, dada la inacción en la que desde hace muchos años se mueven los agentes institucionales y económicos que están concernidos con la actividad y el futuro del puerto de Pasaia, sigue llamando la atención el silencio existente en torno a la posibilidad de la unificación de las autoridades portuarias de Bilbao y Pasaia con el objetivo de perseguir una eficiencia que facilitaría su gestión y la coordinación portuaria.

La integración de las autoridades portuarias de los puertos, en este caso las de Bilbao y Pasaia, fue sugerida a finales del pasado mes de septiembre por el presidente de Puertos del Estado, Álvaro Rodríguez Dapena, en una jornada celebrada en la capital vizcaína con motivo de la celebración del centenario de la Asociación de Consignatarios de Buques y Estibadores del Puerto de Bilbao (ACBE) y en la que participaron representantes de ocho de los diez puertos más importantes de la cornisa atlántico-cantábrica. Al acto acudieron los presidentes de los puertos de Vigo, A Coruña, Ferrol-San Cibrao, Avilés, Gijón, Santander y Bilbao y el director de Pasaia. Faltaron representantes de Marín y Villagarcia.

Rodríguez Dapena se mostró partidario de los procesos de integración portuaria, en línea con los que se están produciendo en algunos países europeos, al señalar que “desde un punto de vista técnico-económico puro, percibo que se alcanza una mayor eficiencia cuando hay una mayor integración en la gobernanza de las autoridades portuarias”.

“Existen ámbitos en fachadas marítimas en las que vendría bien la integración de cara al cliente final. Hay que estudiarlo”, afirmó Rodríguez Dapena en una referencia sutil a los 100 kilómetros de distancia que separan los puertos de Bilbao y Pasaia. Sin embargo, la realidad es a veces tozuda y la vinculación del puerto con su propio territorio hace que este tipo de operaciones hayan fracasado como ocurrió en los años 90, con la fusión de los puertos de Gijón y Avilés, que apenas duró siete meses, o la que se intentó hace años con los de Almería y Motril.

Un modelo de autoridad portuaria unificada significaría, si no la práctica desaparición, sí convertir en residual la actividad comercial del puerto de Pasaia, que se mantendría como dársena pesquera –no en vano es el tercer puerto del Estado con mayor volumen de tráfico en este campo con un incremento acumulado este año del 1,86%– y supondría el gran relanzamiento como infraestructura deportiva, que es lo que algunos parece pretender desde la perspectiva de ver ligado su futuro a un escenario de promoción inmobiliaria.

El puerto de Bilbao acogería gran parte de la actividad comercial de Pasaia, entre la que destaca el tráfico de automóviles, por el que tanto interés ha mostrado desde hace mucho tiempo, y que es el segundo más importante de la dársena guipuzcoana, hasta el punto de tener un aumento acumulado del 15,77%, lo que le sitúa en el quinto puesto por volumen del sistema portuario estatal.

Si la integración portuaria, en este caso de los puertos de Bilbao y Pasaia, está encima de la mesa, como ha puesto de manifiesto el presidente de Puertos del Estado, y ese es el escenario previsible, se echa en falta un mayor compromiso e impulso institucional en todos los ámbitos administrativos, tanto estatal, como vasco y local para convertir esa infraestructura en uno de los motores del desarrollo económico de Gipuzkoa.

La integración en la gestión de los puertos de Bilbao y Pasaia es una cuestión que se viene planteando desde hace más de 10 años por parte de algunos, sin que hasta ahora haya prosperado, fundamentalmente, por el rechazo de Puertos del Estado que no veía viable una operación de ese tipo. Sin embargo, ese organismo ha pasado de rechazar ese escenario en el pasado a plantearlo ahora, como una iniciativa plausible en términos de eficacia administrativa y económica.

En ese escenario hay que tener en cuenta la propuesta que el PNV recogía en los programas de las últimas elecciones al Parlamento Vasco y al de Madrid en el que se planteaba descalificar a Pasaia como puerto de interés general. Se trata, por la vía de facto, que Pasaia deje de depender del Estado y forme parte del sistema portuario vasco, al igual que otras dársenas como las de Bermeo, Hondarribia o Getaria, con lo que ello significa de reducir su tráfico comercial, en una muestra evidente de que la estrategia de país sitúa a Bilbao como el gran puerto de referencia vasco, incluso de toda la cornisa cantábrica, como afirmaba un expresidente de la APP bilbaína.

Sea como fuera, es necesario que los agentes concernidos con el puerto de Pasaia transmitan una señal clara de que es un proyecto de futuro para revitalizar su actividad y convertirse en el mejor aliado en el progreso y desarrollo de Gipuzkoa. Y ello, sin contar que la actividad que genera la dársena guipuzcoana da empleo a alrededor de unas 1.000 personas. Un dato importante a tener en cuenta.